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Ittpreuta y Litografía de Juan Flores Ihe Librarf He üfliwrííity of Texas Manuel Acuña RASÓOS BIOGRÁFICOS To ke viflto en lontanansA, Allá en la noohe silenciosa y bella Perderse entre las sombras una estrella, Como se pierde la última esperar- a José Mohrov Acuña, era una estrella de magDÍtiid gigante cnyos rayos de Inz tuvieron vida en el azul del cielo mexicano; irradió en Saltillo, capital de Coa- huila el 27 de Agosto de Í.849, y en su vertiginosa carrera emanó los destellos de su sublime inteli- gencia tío sólo en los relativamente pequeños con ñnes de la Bepátdica, sino en todos los pueblos del orbe civilizado. El destino se opuso á su mar^ cba, las tinieblas del desengaño formaron un es eolio ante su pa^o, la duda ofuscó sn cerebro, la ilecepción trajo el hastío, y la estrella ensamiento; olvidó* el simbolismo romano efecto directo del fanatis^ mo y la superstición, sus rituales y prácticas ger- men constante del oscurantismo y en sus profun- das meditaciones derrocó los altares de la igiio_ rancia, levantando nn sólo tabernáculo: el dek» amor filial. ^^M i madre, la que vive todavía Puesto que vi\ o yo,'' III **Yo te vengo á decir que no es preciso Que muera á hierro el quo con hierro mata, Quo no es con sangre como el siglo quiere Que el pueblo aprenda las lecciones tujaf^: Que el siglo quiere que en lugar de templos Le des escuelas y le des ejemplos. Le des un techo y bajo do él lo instruyas " Los veisos anteriores sintetican el noble cora- zón íle nuestro biografiado, al pensador profundo, . «geno al odio y amante del progiemoj cada una de 8U8 í>ases revela los dones sublimes con que la naturaleza 1« doté sentimientos dulces, imagina, ción inspirada y honroso patriotismo. Para analizar sus poesías no en la forma que es bellísima y delicada, sino en el fondo, en la idea que encierran, necesita ríanse gruesos velámenes; cada estrofa es un poema; cada canto un estudio. Los géneros jocoso y satírico, épico y erótico fueron manejados por su audaz pensamiento en atrevida forma y variedad de imágenes; los pri. ineros, ^on notables como justamente lo dijo el Sr. Dr. Manuel Peredo, socio de número de la Acina de ^la desgracia, punzadura constante de su pecho, le hacían sonreír, dibujando en sus labios es6 des- déu que indica el desprecio, la fuerza suprema del genio que se revela contra los furores de la adversidad. Buscaba un ])or venir sin fundarlo en el egoís- mo, una posición social que le favoreciera, siendo al mismo tiempo benéfica á la humanidad. He aquí porqué Acuna, se dedica por la profc- 6ién médioa^ encontró escoHoR qne salvó con la dignidad qne le era característica, siendo éstos la falta de elementos pocnniarios indispensables á taii dilatada como difícil carrpra; pues en cnanto á sn decidido empefio é inauditos progresos, el joven estudiante era estimado por sus compuñe. ros y aplaudido por sus profesores. El amor, emponzoñó con el desengaño, falsía y la ingratitud, las iileas levantadas la que alber. gara, y la decepción, el conocimiento pleno de Inn viles pasiones no sofocadas, que suelen convertir el pudor en liviandad^ la virtud en deshonra, cor- tó el hilo de una existencia, orgullo de la patria é ídolo de sus amigos. En cuanto á lo primero, Núñez de Arce ha dicho: ^^si tan prematuramente no se roba ásu propia gloria, seríala más brillan- te y hermosa personalidad literaria de México en nuestros días;'' en cuanto á lo segundo, la pléya* de que le rodeaba do ilustres literatos ya enton. ees, y hoy prominentes figuras en el mundo de Uis letras, sus soloa nombres bastan á corroborar nuestro aserto y á dar brillo al malogrado Coa. huilense Manuel Acuña. Sus amigos más que amigos hermanos, lo eran: Gerardo M. Silva, en primer término; Antonio Coellar, Juan de Dios Peza, el inspirado y querido autor de los <*Amo- res del Hogar;'' Agustín F. Cuenca, Javier Santa María, Gregorio Oribe, Miguel Purtillo y otros que seria difuso enumerar. El ideal evaporado, la ilusión perdida, el en» «nefio deshecho en aqnel corazón, se traduce, so pn]]>a en los siguientes versos: *Onando yo coni])reiulí que te quería Con toda la lealtad del corazón, fué aquella noche en que al abrirme tu alma Miré hasta sn interior. VI Kotas estaban sns virgíneas alas Que oonltaba en sns pliegues un orespón, Y un ángel enlutado oeroa de ellas Lloraba como yo. Otro, tal vez, te hubiera aborre(5Ído Delante de aquel cuadro aterrador; Pero JO no miré en aquel instante Más que mi cor-az6n; Y te quise, tal vez, por tus tinieblas, Y te adoró, tal vez, por tu dolor, Que es muy l>ello pader decir que la alma Ha servido de sol... " # # "jMira cómo puede la muerte sorprender en plena vida ^1 que menos la espera'^ tal era el sen- tidode sus palabras dirigidas á Juan de Dios Pt'za, la víspera de su muerte, büjo los fresnos de nuef^tra AlaiVieda. Allí y en la portada de un 11^ bro "Les Feuilles D'Antomue'^ de Víctor Hugo, propiedad de Feza, compuso sn último {«oneto **A un Arroyo" el cual le dedicó, y que 0gura en la colección de sus versos. El, gigante, encontró pigmea la tierra y prefi^ rió el no sei; él generoso, sencillo, noble y aman, te, no ])odía tranhigir con el orgullo y el egoísmo, con la falsedad y la vileza, y volvió á la na<1a sin que por eso su recuerdo se hundiera en el olvido, viven sus ideas en la generación presente y pasa- rán á las venideras con todo el esplendor y be^ lleza que actualmente las circunda. ■ ♦ ¡Suicida! qae mal suena esta frase, pero cuánto encierra. ¿Suicida el que llevadentro de sí muer- tas yíí, sin aliento, las esperanzas que concibiera, extinguida la fe y borrado el recuerdo? No, tal nombre wo uiereoc quien $in el yelo ^legro de fa -^ ^^N^^w^gjBllC^^ Vil náticas é iufuudHilas reiigiouep, no mirA en <^nL tratumba" más que la cesación de lan funciones orgánicas y el contingente que ík la naturaieea presta la clescoinpoRicióu or venir que te despierta, Tran^íorma en sol ia luna De tus noches eternas y sombrías; Eenueva las sonrisas que en la cuna Para hablar con los á.igeles tenias; Y abrigando otra vez bajo tn cielo, De tiw horas de niña la confianza, Díles tu último adiós á los dolores, Y en galana de nuevo con tus flores Las minas del altar de tu esperanza, Ya es hora de que altivas Tásalas sirquen el azul comu antes; Ya es hora de que yivas, Ya es hora dé que captes; Ya es hora de que enciendas en el ara La blanca lu2j de las antorchas muertas, Y de que abras tu templo á la que viene En nombre del amor ante tus puertas. Bajo el espeso y líáüdo nublado Que enluta de tu frente la afonía, Aun te es dado que Bttene&, y aun te es dado Vivir para tus sueños todavía! Te lo dice su voz, la de aquel ángel Cuya memoria celestial y blanca Es el solo entre todos tus recuerdos Que ni quejas ni lágrimas te arianca!. « . . Su voz dulce y bendita Que cuando tu dolor aun ora niño, Bajaba entre tiis cánticos de muerte, j Mensajera de amor á prometerte ' fl La rendención augusta del carino! Y yo la he visto, mi alma! desgarrando J Del manto de la bruma el negro broche ^ Y encendiendo á la luz de su mirada, Esas dulces estrellas ón virginal que la envolvía» Y" he sentido sus besos, y he sentlio Que al acercarse á mí se estremecía! . . ^ ¡Sí, mí pobre cadáver, desenvuelve Los pliegues del sudario que te cubre; Levan tati*, y no caves Tu propia tumba en un dolor eterno! La vuelta de las aves Te anuncia ya que terminó el invierno; -■* Saluda el sol querido Que en el Levante de tu amor asoma, Y ya que tu paloma vuelve al nido, Keconstrúyele el nidoíá tu paloma! --, NOCTÜllNO A R08/IBIO I Pues bien! yo necesito decirte que te adoro, Deciíte que te quiero con todo el corazón J Que es caucho lo que *iifio que es mucho lo que lloro^ Que ya no puedo tanto y al grito en que te imploro Te imploro y te hablo en nombre de mi ultima iiu8ión. II Yo quiero que tu sepas que ya hace muchos día» Estoy enfermo y pálido dé tanto no dormir; due ya se han muerto todñs las esperanssas miasj due están mis noches negra» tan negras y sombrías ttue ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir. 4 lll De Dcche. cuando pongo mi sienes en la almohada Y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver, Camino mucho, mucho, y al fia de la jornada Las formas de mi madre se pierden en la nada K.lú de nuevo vuelves *'' en mi alma á aparecer, IV Comprendo que tus besos jamás han de ser mios, Comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás; Y te amo y en mis locos y ardientes desvaríoH, Bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, Y en vez de ama? te meno^ te quiero mucho más A veces pienso en darte mi eterna despedida, Borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión! Mas si es en vano todo y el alma no te olvida. Uué quieres tú que yo haga pedazo de idí vida, Qué quieres tú que yo haga con este corazónl VI Y luego que ya estaba concluido tu santuario, Tú lanipara encendida, tu Telo en el altar, El sol de la mañana detrás del caoipanario, Chispeando las antorchas, humeando el incensario, Y abierta allá á, lo lejos . la puerta del hogar . . . . ? VII ¡dué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo, Los dos unidos siempre y amándonos los dos; Tú siempre enamorada. yo siempre satisrecho^ 1*08 dos una sola alma, los do» un solo pecho^ Y en medio de nosotros mi madre como un diost vm ;P¡gúrate que hermosas las horas de esa vida! por una tieim asvi Y yo soñaba en eso, mi Fania prometida, Y al delirar en e^o con la alma estremecida, Pensaba yo en ser bueno por lí, no mas por tí. IX ¡Bien sabe Dios que ese era mi másheimoso sueño; Mi afán y mi esperanza mi dicha y mi placer; Bien sabe Dios que en nada si f raba yo mi empego, Sino en Mmaito .rancho bajo el hogar risueño (iue me envolvió en sus besos cuando me vio nacer! X Eoa era mi espeíanzp.. , . . mas ya que á sus fulgores Se opone el hondo abismo que existe entre los dos, ¡Adiós, por la vez última, amor de mis amores. La luz de mis tinieblas, la ecencia de mis ñores, Mi lira de poeta, mi juventud, adiot'! POK ESO Porqjje eres buena, inocente Cómo un sueño de doncella, Porque eres candida y bella Como un nectario naciente. Porque en tus ojos asoma Con un dulcísimo encanto, Todo lo hermoso y lo santo Del alma de una paloma. Porque eres toda una esencia De castidad y consuelo, Porque tu alma es todo un cielo De ternura y de inocencia. Porque el sol de tus virtudes Se mira en tí realizado El ideal vago y soñado De todas las juventudes, Por e.*o, niña hechicera, Te adoro en mi loco exceso; Por eso te amo y por eso Te he dado mi vida entera. Por eso á tu luz se inspira La fe de mi amor sublime; Por eso solloza y gime Como un corazón mi lira! Por eso cuado te evoca Mi afán en tus embelesos. 8 Siento que un mundo de besos Palpita sobre mi boca. Y por eso entre la calma De mi existencia sombría, Mi amor bo anhela más día Clue el que una mi alma con tu alma. The Ukuy tlteVúvvnilr oí Texas MISTERIO. Si tu alma pura es un broche Clue para abrirse á Ih vida Quiere la calma adormida De las sombras de la noche. Si buscas como un abrigo Lo más tranquilo y espeso, Para que tu alma y tu beso Se encuentren solo conmigo. Y si temiendo en tus huellas Testigos de tus amores, No quieies ver más que flores. Más que montañas y estrellas; Yo sé muchas grutas, y una Donde podrás en tu anhelo, Ver un pedazo de cielo Cuando aparezca la luna, Donde a tu tímido oido No llegarán otros sones * due las tranquilas canciones De algún ruiseñor perdido, Donde á tu mágico acento Y estremecido y de hinojos, Veré abrirse ante mis ojos Los aiundos del sentimiento. Y donde tu alma y la mia, Como una sola estrechadas, 10 Se dormirán embriagadas De amor y melancolía» Vén a esa gruta, y en ella Yo te diré mis desvelos, Hasta que se hunda en los cielos La luz de la última estrella, Y antes que el ave temprana Su alegre vuelo levante Y entre los álamos cante La vuelta de lauíañana, Yo te volveré al abrigo De tu. estancia encantadora. Donde al recuerdo de esa hora Vendrás á soñar conmigo. . , , Mientras que yo en el exceso De la pasión que me inspirae Iré á soñar que me miras, E iré a soñar que te beso. SONETO. Porque dejaste el mundo de dolores Buscando en otro cielo laalegiia Que aquí, si nace, solo dura Uo día Y eso entre sombras, dudas y temores. Porque en pos de otro mundo y de otras flores Abandonaste esta región sombría Donde tu alma gigante se Sentía Condena á continuos sinsa]¡;)oref»: Yo te vengo a decir mi enhorabuena, Al mandarte mi eterna despedida Que de dolor el corazón me llena; Q,ue aunque cruel y muy tríete tu partida, Si la vida a los goces es agena. Mejor es el sepulcro que la vida. A UNA FLOR. ¿Cuando tu broche apenas se entreabría Para aspirar la dicha y el contento, Te doblas ya, y cansado y sin aliento, Te entregas al dolor y á la agonía? ¿No ves, acaso que esa sombra impía Clue ennegrece el azul del firmamento Nube es tan solo que al soplar el viento, Te dejará de nuevo ver el día?. . . . ¡Resucita y levántat*^!. * . . Aun no llega La hora de que en el fondo de tu broche Des cabida al pesar que te doblega. Injusto para el sol es tu reproche, Que esa sombra que pasa y que te ciega, Es una sombra, pero aun no es la noche. I ESTA HOJA Elsta hoja arrebatada á una corona Q,ue la fortuna colocó en mi frente Entre el aplauso fácil é indi|]gent6 Con que el primer ensayo se perdona. £sta hoja de un laurel que aun me emociona Como en aquella noche, dulcemente, Por más que mi razón comprende y siente Q,ue es un laurel que el mérito no abona. Tu la viste nacer, y dulce y bnena Te estremeciste como yo al encanto tlue produjo al rodar sobre la escena; Guárdala, y de la ausencia en el quebranto. Que te recuerde, de mis besos llena, Al buen amigo que te quiere tanto. ^ A JJN ARROYO A MI HBRMi^KO Juan de Dios Pbza. Cuando todo era flores tu camioo, Cuando todo era pájatüs tu ambieLte, Cediendo de tu curso á la pendiente Todo era en tí fugaz y repentino. Vino el invierno, con sus nieblas vino El hielo que hoy estanca tu corriente, Y en situación tan triste y diferente Ni aún un pálido sol te dá el destino. Y así es la vida; en incesante vuelo Mientras que todo es ilusión; avanz'i £in solo una hora cuanto mide el cielo; ^ Y cuandd el duelo asonaa en lontananza Entonces como tú, cambiada en hielo, JNo puede reflejar ni la esperanza. ENTONCES Y HOY. Ese era el cuadro que al romper la noche Sus velos de crespón, Alambró atravesando las ventanas La tibia luz del sol: Uq techo que acaba de entreabrirse Para que entrara Diof>, Una lámpara pálida y humeante Brillando en un i incoa. Y entre las almas de los dos esposos, Como un lazo de amor, Una cuna de mimbres con un niño Recién nacido. . . .yo! Posadas sobre la áspera cornisa Todas de dos en do»; Las golondrinas^ junto al pardo nido Lanzaban su canción, En tanto que á las puertas de sus jaulas Temblando de dolor. Mezclaban la torcaza y los zentzontlis Sus trinos y su voz, La madreselva alzando entre las rejas Su tallo trepador, Enlazaba sus ramas y sus hojas En grata confusión, Formando un cortinaje en el que había Porcada hoja una flor. En cada flor un^ gotita de agua. 16 Y en cada gota un sol, Reflejo del dulcysimo de entonces Y del doliente de hoy! Mí madre, la que vive todavía Puesto que vivo yo, Me arrayaba en sus brazos suspirando De dicha y de emoción, Mientras mi padre en el sencillo exceso De su infinito amor, - Me daba las caricias que más tarde La aucencia me robó, Y que á la tumba en donde duerme ahora A pRgarle aun no voy! .... Forma querida del amante ensueño • Que embriagaba á Tos dos, Yo era en aquel hogar y en aquel día De encanto y bendición, Para mi cuna blanca, un inocente, — Para el mundo un dolor, Y para aquellos corazones buenos Un tercer corazón! .... De aquellas horas bendecidas, hace Veintitrés años hoy. . . . Y de aquella mañana á ésta mañana, De aquel sol á este sol, Mi hogar se ha retirado de mis ojos. Se ha hundido mi ilusión, Y la que tiene al cielo entre sus brazos, La madre de mi amor. Ni viene á despertarme en las mañnas Ni está donde yo estoy! Y en vano trato de que mi arpa rota Module una canción, J7 Y envano de que el llanto y sus sollozos Dejen de ahogar mi voz .... Que solo y frente á todos los recuerdos De aquél tiempo que huyó, Mi alma es un santuario en cuyas ruioas Sin lámpaia y sin dio(^, Evoco i la esperanzaj la esperanza Penetra en su interior, Como en el fondo de un sepulcro antiguo Las miradas del sol . . . Bajo el cielo que extiende la existencia De la cuna al panteón, En cada corazón palpita un mundo; Y en cada amor un sol ... . Bajo el cielo nublado de mi vida Donde esa Inz murió, Qué hará este mundo de los suefios mios? Qué h^rá mi corazón? LA FELICIDAD. Un cielo azul, dos estrellas Brillando en la inmensidad; Un pájaro enamorado Cantando en el florestal; Por amj)¡ente loa aromas Del jazmín y del azahar, Junto á nosotros el agua Brotando del manantial; JNuestros corazones cerca Nuestros labios mucho más. Tú levantán^pte al cielo Y yo siguiéndote allá, Ese es el amor, mi vida, Esa es la felicidad ! Cruzar con las mismas alas Los mundos de lo ideal; Apurar todos los goces, Y todo el bien apurar; De los suefíos y la dicha Volver á la realidad, Despertando entre las florea De un césped primaveral; Los dos mirándonos mucho, Los dos besándonos más, Ese es el amor, mi vida, ¡ Esa es la felicidad! LA AUSENCIA Y EL OLVIDO. DOLORA A LOLA. Iba llorando la Ausencia, Con el semblante abatido, Cuando Re encontró en presencia Del Olvido, due al ver su íblz marchitada, Sin coloras, La dijo con voz túrbida: — " Ya no llorea niña bella, Ya no llores, Que 6Í tu contraria estrella Te oprime incansable y ruda, Yo te prometo mi ayuda Contra tu mal y contia ella.'* Oyó la Ausencia lloratulo La propuesta cariñosa, Y los ojos enjugando Rubftrosa, — *'Admito desde el momento. Buen anciano," Le dijo con dulce acento, ** Admito lo que me ofreces Y que en vano- He buscado tantas veces, Yo que, triste y sin ventura, 22 Del que si al fin despertamos Encontramos, El mayor placer pequeño, Pues son tan fuertes los malea De la existencia en la senda, Qwe corren allí á raudales ^ Las lágrimas en ofrenda. Los goces nacen y mueren Como |»uras azucenas, IVIas las penas Viven siempre y siempre hieren; Y cuando vuela la calma Con las ilusiones bellas, Su lugar dentro del alma Queda ocupado por ellas. Poique al volar los amores Dejan una herida abierta Q,ue es la puerta Por donde entran los dolores; Sucediendo en Ja jornada De nuestra azarosa vida, Que es para eT pesar "entrada'* Lo que para el bien '^salida." Y todos sufren y lloran Sin que una queja profieran, Porque esperan Hallar la ilusión que adoran. . . • Y no mira el hombre triste Cuando tras la. dicha corre, « Que solo el dolor existe Sin que haya bien que lo borre. No ve que es un fatuo fuego \ «8 lift pasión en que se abrasa, Luequepa»4 HÜomo relámpago, luego Y no ve que los deseos De su meute acalorada 1^0 son sino ^levaneos, IS0 son más que sem^a, nada. Q,ue es el amor tan ligero Cual la amistad q»e manoilla Perene brilla Solo á la I US del dinero; Y no «re cuando se las.za Loco tras de su creencia, iQ,ue son ia ^ y>ia espct*an^ti Hentiras de la exiótenciav LA RAMERA, A MI QUEEU]|0 AMIGO MAHUEL ROA*. Humanidad pigmea. Tu que proqljamas h verdad y el Criato, Mintiendo cari^Uad en cada idea: Tú que, de orgullo el corazón befltfiQ, Por mirar á la altura Te olvidas de que marchas por el lodo: Tu que diciendo hermntuj^ Escupes al git^o y al mendigo Porque son un mendigo y un gitano; Allí está esa mujer que gime y sufre Con el dolor inmenso con que gimen Los que cruzan sin fe por la existencia; Escúpela también . . . ! anda. . . ! ¡ no importa Q^ue tú hayas sido quien la hundió en el crimeq d'ie tú hayas sido qujep qiato su creencia! í Pübre mujer, que abandonada y sola Sobre el oscuro y ne^ro precipicio, Eu lugar de una mano que la salve Siente una mano que la inopele al vicio) Y que al fijar en su redor loá ojos Y á través de las sombras que la ocultan, No encuentra más que seres que la miran -Y que burlando su dolor la insultan-, . . .1 Y antes era una flor. . . . una azucena Rica de galas y de esencias rica, -215 - Llena de aioraas y -denecantos Mena; Era uoa flor hermosa, - jQué envidiaban fas aves y las flores, Y taa l)ella y tan -pura, - «Como es para la nieve del armífle Como es |>ara la flor de lo» amores, - Y como es puro el corazón del niño. Las^rkas la luindaban con &U8 besofi^ Y con sus tibias perlas el rocío, Y el bosque coin sus álamos espesoí^ Y coB su arena y sii corriente el río, Y amada \)9r las sombras en la nocke, y amada por la luz en la mañana, Vegetaba magnífica J lozana Tendiendo al aire su purg^ureo broche; Pero una vez el soplo del invierno £n su fuj;Í£^ maldita, Pasó sobre ella y la arrancó sus liojas. Pasó sobre ella y la dejó marchita; Y al contemplar sin |i;alas Su cáliz antes de j:)erfumes lleno, Le arrebató ímpjgcable entre si^s ala« Y fué a hundirla cadáv^ en el cieno. Filósofo mentido. . . .1 ¡ Apóstol zmiserable dje una idea 43tue tu cerebro vil no ha coi»prendiduJ Tú que la ves que íjinae y que soUo^ai Y burlas su sollizo y su gemido. , . . ¿dué hiciste de aquel ángel due amoroso y sonriente Formó de in niñez el dul¡oe encanto! ¿Q,ué hiciste de aquel ángel de otros días. 26 Q,ue lloraba contigo si llorabas, Y gozaba contigo si reías. . , ,? I Te acuerdas. ^ • . ! L') arrancaste de la nube Donde flotaba vaporoso y bello, y arrojándole al hanabre, Sin ver su angjjstia ni su amor siquiera^ - Le convertiste de camelia eu lodo; Le transformaste de ángel en rameral ¡Maldito tu que panas Junto á las frescas rosan, Y que sus galas sin piedad les quitas! ¡Maldito tú que sin piedad- las hieres^ Y luego las insultas por marchitaej ¡Pobre mujer ! ¡juguete miserable De su verdugo mismo. ...» Víctima condenada A vegetar sunoida en un abismo Más negro que cl abismo de la nada. Y á no escuchar mas eco en sus dolores, Que el eco de la horrible car(gjada Con que el hombre le paga sus amores. ¡Pobre mujer, a la que el hombre niega El sublime derecho De llanaar hijo á su hijot Pobre mujer que de rubor se cubre ¡Cuando le escucha quería grita madref Y que quiere besarle, y se detiene, Y que quiere besarle, y calla y gime, Porque sabe que un beso de sus be^os Se convierte en borrón donde lo imprime! Deja ya de llorar, pobre criatura, Que si del mundo en. la escabrosa senda 27 Oaminas entre fango y amargura, Sin encontrar un ser que te comprenda, En el délo los ángeles te miraO) ' Te compadecen, te aman, Y lloran con el llanto laÁfmeco Que tus ojos bellísimos derraman» jY que te burle el liombre, y que se riai ¡Y que te llame harapo y te despfeciel Déjale tu reir, y que te insulte, . Que ya llegará el día, En que la gota cristalina y pura Se desprenda del lodo Para elevarse nube hasta la altura. Y entonces en lugar de un anatema , En lugar de un desprecio, Escucharás al Cristo del Calvario Que añadiendo tu pena A tus lágrimas tristes en abono, — Te dirá como há tiempo á Magdalena: - Levántate mujer y- yo te perdono. A JOSEFIÍf A PEREiK. ÉrN" su ÁLBUM. En Cambio de Tos- celos de amor y sentXmietita Clue al alma adolorida abrió tú inspiración, T en cambio de las Tíoras de olvidó al sufrimiento Q,ire á tu Bsixpa dulce y blandW le debe el corazón. En cambio, nuestros cantos y todo lo que encierra IXe boeno y amoroso nnestra aíma y nuestro ser, Y en cambio nuestras flores, las flores de esta tierra, Tu nido como alondra, tu altar eomo mujer. UNO Y QUINIENTOS. Pensando las quinientas unidades Une un nároero quinientos componía^ Que si quinientas eran « A I uno y nada más ae lo debían ] En sociedad se uaieroni y los miembros^ Sin vacilar ni protestar al^iu), Levantaron un ten^i^lo y eu sus araa Pusieron como Dios al námchro uno. Mientras que unidos todos le adoraron A nadie aquello le causó estraffeaa; Pero cierta ocasión jen que uno de ellos Llegó solo del templo a los umbrales, A pesar de la fe y el fanatismo, Se halló con que él y Dios eran lo mismo^ Puesto que el uno y él eran iguales. Después de recorrer estos renglones Que tantas reflexiones pos ofrecen, Deduzco entre otras muchas conclusiones. Que en materia de Dios y religiones Lus quinientos y el uno se parecen. ,VvW\í .\A/Y^t^ '^- *^ i^a'V'j /\\^^' SALVADORA CAYRONÍ. Si del boscaje fecwKío JH9 quise fiares eortar^ CisaDdo TÍ em mi ai^Q profhnd^ Q.ue al rob6Pde&« a> mundo Se la» robaba á tu eAtM. Rn mí aMÍ» por tribatttrf.e Mi ofrenda de a(Liíi¡rac¡ÓD^ iíoado, señora, abarte, Si no ía« ñnre^ de) arte, Laa Jbres del eorazón.. LAGRIMAS. A i,A MEMORIA DE Mí PADRE. Oam snbit illlas trfetissinm nootis iinfM?o Que mihi fttpremum tempin hi urbe f uit; . Cuín reipeki nocteíOy qua tot mifti eura reliqu!» Labitur ex ocuUs niute qvoqae gaita raéis. OyjBio.-***£i.ifiix 91, .Ann era yo muy i»ño, cuando an día, Cogiendo mi cabeza eatre sus mano» T llorando á la vez que me veia. **¡AdioBl ¡AdíosI" me dijo; ^^Desde este instante un horizonte nuevo Se presenta á tus 0}qk Vas á buscar la fuente - Donde apagar la sed que te devora; Marcha . . y cuando mañana Al mal que aun no conoces Ofrezcas de tu llanto las primicias, Ten valor y esperanza, Anima el paso tardo, Y mientras llega de tu vuelta la hora, Ama un poco a tu padre que te adora, Y ten valor y. . . .marcha. . . .yo te aguardo. Así me dijo, y confundiendo en uno Su sollozo y el mió, Me dio un beso en la frente. . • • ¿3us brazos me estrecharon. . . , 32 Y después á los pálidos reflejos Del sol que en el orepusoalo se' hundía Sólo vi una ciudad que se perdía Con mi cuna y mis padres á lo lejos« El viento de la noche Saturado de arrullos y de esencias, , Soplaba en mi redor, tíaüg^uilo y dulce Como aliento de niño; Tal vez llevando en sus ligeras alas Con la tibia embriagues de sus aromas^ El aeento fu^z y enamorado Del silencioso beso de mi madre Sobre del bhmco lecho abandonado. .... Las campanas distantes repetían % El toque tle oraciones. . . .una estrella Apareció en el seno de una nube; Tras de mi oscura huella La inmensidad se alzaba. . . Entonces me detuve, Y haciendo estremecer el infinito De mi dolor supremo con el grito: "Adiós, mi santo hogar,'' clamé llorando; ; "¡Adiós hogar bendito, En cuyo seno viven los recuerdos Más queridos de mi alma. ... Pedazo de ese azul en donde anidan Mis ilusiones c&ndidas de niño .... duién sabe si nús ojos ^ No volverán á verte. . . ,! ¡duién sabe si hoy te envió El adiós de la muerte .... I Mas si el destino rudo 33 Ha dejarme el morir bajo Jtu pecbo, Si el ave de la Reí va Ha de ple^^r la» alas en w nido, Guárdame mi tesoro, lK)gar querido, Guárdame mi tesoro hasta que vuelval'^ Las lágrimas brotaron A mis hinchados párpados. , . Ma sombras Ksp^sas y agrupadas, de repente Se abrieron de Tos, astros á )a hu^jla. . . • Cruzó una luz por lo alto, aUé la frente - El cielo era una página y en ella Tí esta cifra: — Detente! Detente. . . .y á mi oido Llego eomo un arcuJIo de paloma La nota de un gemido} Algo como un suspiro de la noche Rompiendo del silencio la honda calma: Algo como la queja De una alma para otra alma. . . . Algo como el adiós con que los muertos^ Del amor al esfuerzo soberano, - Saludan desde el fondo de sus tumbas Al recuerdo lejano! Al despertar de aquel supremo instante De letargo sombrío, La noche de la ausencia desplegaba Su impenetrable velo,. Sus sombras sin estrellas, Su atmosfera de hielo. . . . Esa odiosa ceguez en que el ausente Proscrito del eirif>Oy 31 Cumple ooD su destierra, snspiranio Por sus recuerdos vírgenes de niñoj Ese inmenso dolor que bace de] alma En el terrible solitario viaje, Un árido desierto £n donde es un miraje cada punto ' Y en donde es un amor cada miraje « . . • Y así de la aihpplleta ele mi vida Se deslizaban las eternas horas Sobre mi frente mustia y abatida, Sonando al exteuderse en lontananza, Como una dulce estrofa desprendida Del arpa celestial de la esperanza; Asi, cuando ima vez, en el instante En que la blanca flor de mi delirio Despicaba en los aires su capullo; Cuando mi muerta fé se estremecía Bajo sus ropas fúnebres de duelo, Al ver flotando en el azul del cielo El alma de mi hogar sobre la mía; Cuando iba ya a sonar para mis ojos La última hora de llanto, Y se cambiaba en música de salve La música elegiaca de mi canto; Mi corazón como la flor marchita Que se abre á las sonrisas de la aurora Esperando la vida de sus rayos, También se abrid. . . . para plegar su broche, A las caricias del am.or abierto, Encerrando en el fondo de su uoche Las caricias de un muertot. ..... ' En el espacio blanco y encendido 35 Por los trémulos rayos de la luoa, Yo vi asomar su pombra La gasa del sepulcro k) envolvía Con sus espesos pliegues. "~ En ?u frente espectral se dibnjaba Una aureola de angustia, lo que dijo Se perdió en la región donde flotaba. . . • 6u piano me bendijo... . . Su pecho sollozaba La sombra se elevó como la niebla Q,ue en la muñana se alza de los campos; Cerré los ojos suspirando, y luego. . .... Ol un adiós en la profunda calma De aquella inmensidad muda y tranquila, Y al levantar de nuevo la piipija El cielo estaba negro Como mi alma! En el relox terrible Donde cada dolor marca su instante, El destino inflexible Señalaba la cifra palpitante De aquella hora imposible; Hora triste en que el íntimo santuario De mis sueños de gloria, Yió su altar solitario Convertido su sol en tenrf)rario, Y su culto en memoria. . . • . • Hofa negra eo que la urna consagrada Para envolverte,, loh, padre! Del cariño en la esencia perfumada, . Fué un sepulcro sombrío Donde spio dejaste tu recuerdo Par^ hacer más inmenso su vi^io, 36 ¡Padre. . . . perdón porque te amaha tanto, Ciae en el orgullo de mí anaor creía Darte en él un escudo! Perdón porque luché contra la suerte, Y desprenderme de tus brazos pudo! j Perdón parque a tu muerte Le arrebaté míe últimas caricias y te dejé morir sin que rompiendo Mi alma los densos nublos de la ausencia. Fuera á unirse en un beso con la tuya Y á escuchar tu postrera confidencÍM! Sobre la blanca cuna en quexie niño Me adurmieron los cantos de la noche, El cielo azul flotaba, Y siempre que mis párpados se abrían, Siempre hallé en ese cielo dos estrellas Que al verme desde allí se sonreían; Magaña que mis ojos Se alsen de nuevo hacia el espacio umbría Qmq se mec6 fugaz sobre mi cuna, Tú sabes, padre mío, Qtue sobre aquella cuna hay un vacio, Clue de esas dos estrellas faltt* una. Caíste!. ... De los libros de la nocke Yo no teiígo la oieDcia ni la clave: En la tumba en que-dnermes Yo DO 6é si el amor tiene cabida . . . « Yo no sé si el sepulcro Puede amar á la vida; Pero en la densa oscuridad que envuelve Mi corazón para sufrir cobarde. Yo sé que e^xBtQ el germen de una hoguera 37 (due á tu memoria se estremece y arde. . . • Yo sé que es el más dulce de los nombres El Dombre que te doy cuando te llamo, Y ^ue en la religión de mis recuerdos . Eres el dios que amo. Caíste!. ... de tu abismo impenetrable, La helada niebla arroja Bu negra proyección sobre mi frente, Crepúsculo que avanza Derramando en el aire transparente Las scmibras de una noche sin oriente Y el capu9 de un dolor sin esperanza. Padre.... duérmete.... mi alma estremecida Te manda su cantar y sus adioses; . Vuela hacia tí, y potando Sobre la piedra fúnebre que sello Tu huesa solitaria, J Mí amor la enciende, y sobre tí, sobre ella, En la noche sin fin de tu sepulcro Mi alma 8er& una estrella. SONETO. i mí quepide amigo y naestra Manuel Doflikgaa* habiendo, como sé, qtie en eata vida Todo es llanto, tvietezs^ y acoargura, Y que no bay ni siquiera uoa criatura üue no lamente una ilusión perdida* Sabiendo que la diclm apetecida Es la sombra y no más de uüa irapoetinra, Y que la sola aspiración segura Es la que al sueño eterno nos^eonvida. Mi Toz no puede^ levantar su acento ' Para desearte á más de los que tienes, Otros años de lucha y suíriroiento; Pero mi voz te da sus parabienes Porque sé que hasta el ultimo momento Brillará la honradez sobre tus sienes. •onicTO A MI QUERIDO AMIGO VlCENTB FUEHTSS. ¡Oh, tú que á la llegada de mi santo Tu tarjeta y tus plácemes me envías En prueba de las buenas simpatías Con que has sabido distinguirme tanto! ¡Oh, tú que en vez de música y de canto, Y en vez de bandolones y poesías. Vienes y llegas y me das los días Con un Vicente Fuentes que daenoantol Párate, y sabe; aunque no lo creas, Que te agradezco en mi ánimo infinito El que tan bueno con tu amigo seaa, Pero tambiiSn que sepas necesito due ya que tantos años me deseas, Debes darme el remedio y el trapito Sonaron las campanas de Dolores^ Voz de alarma que el cielo estremecía^ Y en medio de la noche surgió el día De Augusta Libertad con los fnlgore». Temblaron de pavor los opresores, E- Hidalgo audaz al porvenir veía, Y la patria, la patria que gemía. Vio sus espinas convertirse en florea (Benditos los recuerdos venerados De aquellos que cifraron sus desvelos En morir por sellar la independencia;^ Aquellos que vencidos, no humilladoBy Encontraron el paso hasta los cielos Teniendo por camino su eoncieneiaf EN SO ÁLBUM. Mire usted, Asunción: aunque a^gfin ángel Metiéndose á envidioso, Conciba allá en el cielo el mal capiícho De venir por la noche á hacerla el oso Y en un rapto glorioso Llevársela de aquí, como le ha dicho No hé que Nigromante misterioso, No vaya usted por Dio-», ha hacerle caso Ni á dar con tal ángel un mal paso; Estése usted dormida. Debajo de la sábana metida Y deje usted que' la hable Y que la vuelva á hablar y que se endiable, Que entonces con un dedo Puesto sobre otro en cruz, afuera miedo! No pretenda rendirse Ante el ruego ó las lágrimas y á itse. . . . due donde usted nos deje Por seguir en el vuelo a su Tenorio, Después Irá á llorar al purgatorio Sin tener quien la mime aunque se queje. . . Con que mucho cuidado Si siente usted un ángel á su lado, due yo, como su amigo. Con tal que usted, Asunción, me lo permitft. 42 Le aconsejo y le digo Clae después de Rosario y Margarita No admita usted más ángeles consigo. Estése asted con ellas Compartiendo delicias é ilusiones, Cine rodeada de tales corazí:>nes Todas las horas tienen que ser bellas; Ti va usted muchos años (Como un humilde criado le diría) Y mañana que sola 6 entre extraños Se encuentre por desgracia en este día, tSi hueca usted una alma que la ame, Llaüpe usted á mi pecho, y con que llame. Si no estoy muerto, encontrará la mía. -^t-^t LAS RUINAS A I Láfl ramas 8o1ainent6 qQpdabno d«l PAotuario Y en iriedio da li»t nitonii la virgen del alta?; (/onmigo llej^ó un ave, y en trino du'cd y Tarío Volando en torno de ella en acento emp s6 á alsar* La virgen era herjnoeai y a*e^ndofl(» á potfía Las flores se agrapaban ep torno de sn sien. Encima estaba el cielo, y encicna estiiba el dia Y el pájaro, entre tanto, cantaba siempre. • . .1* quien! . Los ojos de la virgen brillaban dnlcemente Del astro dé^os astros Al mágico arrí^bol. Y. . . /*iOh vírgtjn!— dijo el ave— «^bendita sea ta frente 44 Puesto que eo eUa hi hillado como otro cielo el 80^ Para éHa Bén íoñ trióos . da todos los cantares Que veDg-» á darte ph virgen! Cada hora matÍDal; Que rotos y en el polvo tu templo y tus altares, Tu frente auc e^tá viva, tu frente es iomortaír* n Mallana qne las penas y el tiempo h^y^n destiuido^ El templo en que te adora la ardiente Jn v*^ ntud, Er medió de las ruinas y en medio del ol vi lo, Tendías upa ave siempre que cante tu virtud» LETRILLA Si, mí amigo Doo Gregorio Tiene n«ted mocba razón, Eio mismo qae ueted dice, Eao miémo digo yo Jozga asted que es nna plag». Qoe es UK caitigo de Dioa, £«a tnrba de moooaoa Sin quehacer oi ocQpad6o Qae á U\u de otra han tomado- La carrera de es iritor; Qoe 0i hablan der Nigromanle No lo ba}4n de cbamboo, Qae á altamireno lo acabait, Qae á Peredo le hacen fo ^ Q'ie á Prieto lo ponen de a^co,. ; Qae á Ju«to lo df^j^n peor, / Y qae llevando hn^ta Earopa * Sjol crítica erndicioo. Destrrx^n 4 Víctor Hogo Y a DñtúHB y ó Oampoamor, > Y á cnaotos hallan al paeo, Con fiu hidrofübia fcroz; Y asr^eg^ asted que aería \ Muc/iixime mejor Qae bacerles cano 6 eeliarlei 46 Do indigeeto seriBÓD; Dejarlofl.á que los oigfi Ca madie qtie los pñtiS Pnes 81, Señor Don Orf g )tio, Tiene asted mach« rasóo. Eso mismo que osted dice^ Eso mismo digo yo. II Juzga Qsted qae es an espanto Piensa usted qne es an korior, Ter tantas oomposiciooes Como sa publican hoy. En qne después de ealirnoa Et imberbe trovador Con uno de esoa ideales dae ya se hacen "de cajón, Muy sonrodados los labios, Muy argentina la voz, Muy los cabellos de seda, (Y^ya ana trasposiciÓD) Y muy limeña de defdeneSi dne los merece el autor, Termina é^te con que la aoBa Con todo su ^razón,' Cuando mf jor que ocuparse En hablarnos de su amor Y en pintarnos los efectos Da su estúpida pasioB, Según usted debería, . Aquí para ^ntre los dos, A7 Decirse bruto tres veces Con mucha circunspección, A Izar al cielo los ojos. Rezar el *'yo pecador" Y en seguida dispararse Media pistola de Coltg. P2ifiS si , señor Don Ore^orio^ Tiene usted mueha razón^ Eso mismo que usted, dice^ Eso mümo digo yo. , . . "I Dice usted que ya da miedo Que vale lo menos dos^ Ver á tantos que pretenden Demostrar su erudición Llenando de latinajos Sa inconocible español, Y que tal verso de Ovidio Lo dan por de Cicerón, Cuando nunea escribió versas El pobreeito orador, Clue á despecho suyo tiene Q,ue pasar por un ladrón Gracias al atrevimiento De esos benditos de Dios, Y agrega usté amigo mío, Ctue en su muy pobre opinión Debieran esos señores Fijarse en que escriben hoy Q,ue son tan raros los sabio* 48 En la lengua de Cat6n, Y en que cada cita de esas Sépase la lengua 6 no, Viene á ser corno un pefiasoo Donde el mísero lector Tiene a fuerza que pararse Y aguantarse un tropessón, due bien pupde hacer á alguno Que mande al diablo al autor, Pye.9 sí, seffar Don Gregorio^ Tiene usted mucha razón^ féSo mismo que usted dice^ Eso misfno digo yo, , , , Concluye usted en su carta^ Mi buen amigo y señor, Dicién^ome que no acierta A encontrar la explicación De esas ínfulas de sabio Y ese aire de hombre de pro Con que se presenta alguno Por haber sido orador Y haber gritado en Septiembre» jViva la Constitución! Lo que le aplaudieron mucho, Según dice él que lo oyó; Y protesta usted por su alma, £lue no halla puesto en razón due por solo ese motivo Se le haga miembro de honopr 49 De cnanta academia exUte Dentro de la población, Ni que se inscriba su nombre Como colaboiador A la cabeza de todos Los diarios que salen hoy, Haciéndolo revertirse De ese aire de protección Con que trata aun á los mismos De donde el necio salió, Y á quienes usted queriía { Degollar de dos en dos ^^ Para acabar con la raza . Y quedarnos usted y yo, ) due somos tan campechanos Y hombres de tan buen humor Y que hacemos unos verso/g diie le gusfian hasta Dios. Pues .sí, señor Don Gre^^orio^ Tiene usted mucha razón^ Eso mismo que usted dice^ JBso mismo digo yo. ^.. LA BRISA (imitación) A HI QUERIDO AMIGO J. G. FERNANDEZ. Aliento de la mañana Que vas robando en tu vuelo La esencia pura y temprana Q,iie la violeta lozana Despide en vapor al cielo: Díme, soplo de la aurora, Brisa inconstante y ligera, ¿Vas por ventura á esta hora Al valle que te enamora Y que gimiendo te espera? ¿O vas acaso á los nidos De los jilgueros cantores due en la espesura escondidos^ 'Je aguardan medio adormidos Sobre sus lechos de flores? ¿O vas anunciando acaso, Soplo del alba naciente, AI murmurar de tu paso, due el muerto sol del Ocaso, Se alza ya niño en Oriente? Recojo tus leves alas Brisa pura del Estío, due los perfumes que exhalas Vas robando entre las galas 51 De las violetas del río. Deten ta fugaz carrera Sobre las risueñas flores De la loma y la pradera, Y ve á despertar ligera Al ángel de mis amores. Y dila, brisa aromada Con tu murmullo sonoro, Que ella es mi ilusión dorada^ Y que en mi pecho grabada Conoo á mi vida la adoro. OOO ¡SALVE! EN ÜNQS PREMIOS Hoy que radiante de vida De ensueños y de placer, Vienes, juventud querida, A palpar estremecida Tus ilusiones de ayer. Hoy que la gloria sonriente Que con sus gracias te atrajo, Te acaricia dulcemente, Ciñendo sobre tu frente Las coronas del trabajo, Hoy que á la luz que destella La estrella de la victoria Sobre tu empezada huella. Ves surgir al cabo de ella Todo un pcrrveiiir de gloria; Gózate mientras agite Tu noble alma la emoción, Y entre tus goces, permite Que á tus plantas deposite Mi lira y mi corazóo Y mañana que á seguir Tus pasos vuelvas triunfante. Recuerda hasta sucumbir Clue el lema del porvenir Es marchar siempre adelante. Y graba en ta pensamiento Si tu valor se rebaja Porque se agote tu alieoto, Que en el taller del talento Cluien triunfa es el que trabaja. OOO GIXIGODl&MikTO I Tres eran, más la Inglaterra Volvió á lanzarse á las olas, Y las naves españolas Tomaron rumbo á su tierra. Solo Francia grito: **Guerra!" Soñando joh patria! en vencerte, Y de la infamia y la suerte Sirviéndose en su provecho, Se alzó erigiendo en derecho El derecho del más fuerte. II . Sin ver que en lid tan sangrienta Tu brazo era más pequeño, La lid encarnó en su empeño La redención de tu afrenta. Brotó en luz amarillenta La Ilaína de sus cañones, Y el mundo vio a tus legiones Entrar al combate rudo. Llevando por solo escudo Su escudo de corazones. III Y entonces fué cuando al grito Lanzado por tu denuedo, Tembló la Francia de njiedo 55 OompreixlieDdo sn delito. Cuando á tu aliento inñaito Se oyó la palabra sea^ Y cuando al ver la pelea ^rerrible y desesperada Se alzó en tu mano la espada y en til conciencia la íd^a. • IV Desde que ardió en el Oríenie La luz de ese sol eterno ^^ uyo rayo puro y tierno Vino á besarte en la frente, Tu bandera independiente Flotaba ya en las montañas, Mientras laH huestes extrañas Alzaban la^suya airosa, fdue se agitaba orgullosa Peí brilU) de sus hazañas^ Y llegó la hora, y el cíeio Nublado y obscurecido Desapareció escondido Como en los pliegues de un v«lo« La muerde tendió su vuelo Sobre la espantada tierra, Y entre el francés que se aterra Y el mexicano iracundo. Se alzó estremeci^do aí mundo 66 Ta inmenso grito de guerra, VI Y allí el francés, el primero De los soldados del orbe, El que en sus glorias absorbe Todas las del mundo entero, Tres veces pálido y fiero- Se vio á correr obligado, Frente al pueblo denodado Que para salvar tu nombre. Te dio un soldado en cada hombre Y un héroe en cada soldadol Vil Tres veces! y cuando hundidf^ Sintió su fama guerrera, Contemplando su bandera Manchada y escarnecida, La Francia, viendo perdidí^ La ilusión de su victoria, A despecho de su historia Y á despecho de su anhelo. Vio. asomar sobre otro cielo Y en otro mundo la gloria. VIII due entre la niebla indecisa Que sobre el campo flotaba, y entre el hun^o que se al^alm / 57 Bajo el paso áe la forisa, Sn más hermosa sonrisa Fué para tu alma inocente^ Su canción más elqcuente Para entonarla a tu huella^ V su corona más bella Para ponerla en tu frente. IX |S! patria) desde ese día Ta Bo eres ya para el mundo Lo que en su desdén profundo La Éurupa se suponia. Desde entonces, patria mía, Has entrado á una nueva era, La era noble y duradera De la gloria y del progreso, due bajan hoy como un beso De amor sobre tci bandera. Sobre esa insignia bendita Q,ue hoy viene a cubrir de fl'>reg La gente que eo sus amores En torno suyo se agita. La que en la dicha infinita Con que en tu suelo la clava Te jura animosa y brava, Como Aute^ el francés un día« Morir por tí^ patria mía, Primero que verte esclava. A LAURA Yo te lo digo, Laura quien encierra Yalor para romper el yngo necio De las preocupaciones de la tierra. Quien sabe responder con el desprecio A los que anoig^s del anacronismo Defienden el pasado á cualquier precio. Quien sacudiendo todo despotisma A ninguno somete su conciencia Y se basta á pensar consigo mismo. Quien no busca más luz en U existencia Que la luz que desprende de su foco £1 sol de la verdad y la experiencia. Quien ha sabido en este mundo loco Encontrar el disfaz más conveniente Prtra encubrir de nuestro ser lo poco. Quien al amor de su entusiasmo siente Qim algo como una luz desconocida B-tja á iinpiimir un ósculo en su frente. Quien tiene un corazón en donde anida El genio á cuya voz se cubre en floref La paramal tristejja de la vida* 69 Y un ser al que combaten los dolores Y eea noble ambición que pertenece Al mundo de las almas superiores; Culpable ef, y su lira no merece Si debiendo cantar rompe su lira Y sileocioso y mudo permanece. Porque es una tristísima mentira Ver callado al zenzontle y apagado £1 tiUo sol que en nuestro cielo gira; O ver el broche de la flor cerrado Cuaodo la blanca luz de la mañana Derrama sus caricias en el prado. due indigno es de la plegaria soberana, Q,uien siendo libre para alear el vuelo, Al ensayar el vuelo se amilana. Y tú, que alientas ese noble anhelo; Mal harás si hasta el cíelo no te elevas Para arrancar una corona al cielo * Álzate, pues si en tu interior aún llevas £1 germen de ese afán que pensar te hace En nuevos goces y delicias nuevas. Sueña ya que BOñar te satisface Y que es para tu pecho una alegría Cada ilusión que en tu cerebro nace. 60 Forja UD mundo en tu ardiente fantasm Ya que encuentras placer y te recreas En vivir delirando noche y día. Alcanza hasta la cima que desea» Mas cuando hajes de esa cima al muado* Refiérenos al menos lo que vea^'. Pues será un egoísmo sin segundo, due quien sabe sentir oomo tu sientes 3e envuelva en un silencio tan profundo. Has inclinar ante tu voz las frentes, Y que resuene á tu canción unido El general aplauso de las gentes « due tu nombre do quiera repetido, Resplandeciente en sus laureles sea Quien salve tu memoria del olvido*^ Y que la tierra en tus pupilas lea La leyenda de una alma consagrada Al sacerdocio augusta de la idea. Sí, Laura... que tus labios de inspirada Nos repitan U queja mÍHteriosa due te dice la alondra enaraoradn; Que tu lira tranquila y armoniosa Nos haga conocer lo que murmura Cuando entreabre sus pétalos la rosa^ 61 Q,ue oigamos eu tu acento la tristura De la paloma que se oculta y canta Desde el fondo sin lus de la espesura; O bien el gdto que en su ardor levanta El soldado del pueblo, que a la muerte Envuelto en su bandera se adelanta^ « Si, . . Laura que tu espíritu despierte Paracuuiplir con su misión sublime, Y que hallemos en ti á la mujer fuerte Que del oscurantismo se redime. EL HOMBRE. AL SEÍÍOB DON IGNACIO M, ALTAMIRANO- HOMENAJE ..Oíi vá Thome sur terre? Allá va como un átomo perdido due se alza, que se mece, due luce y que después desvanecido Se pierde entre lo negro y desparece. Allá va en su mirada Quién sabe que fulgura de profundo, De grande y de terrible Allá va sin destino y vagabundo Tocando con su frente lo invisible. Con 6UB plantas el mundo .... ¿De dónde vino ? Preguntadlo al caos Que dio forma á los seres De potente voz al ''levantaos^;'* Decidselo á la Dada, Que ella, tal vez, nabrá cuál fué la cuna De ese arcángel vestido con harapos Tan grande y tan mezquino. ¿Del lodo? puede ser, pero su frente Está demasiado alta paia el lod< ; /Del cielo? puede ser; pero la tumba Donde concluye todo, No dista de sus plantas, más que un paso^ 63 Y bí fuera del cielo, debería Ya que tiene nn ocaso, Tener también su oriente como el día, ♦ Aborto incomprensible de la nada Que lo lanzo, destello de su abismo, Esperad, esperad, á que las Fombras Entre sus negros pliegues os cobijen, Qué allí tal vez, escrito entre eso» pliegues Encontraréis pu origen Esperad el momento en que se os abra Negro y aterrador ante los ojos, Ese libro de sangre donde labra La triste muerte en caracteres rojos De sus calladas víctimas el nombre, Y allí veréis, acaso, la palabra Que 08 ayude ü saber quién es el hombre. Y entre tanto. . . ^allá vá solo en el mundo. . . . Que tiembla con su peso de gusanos Y que al mirarle se estiemece y duda; Sobre la tierra inmenna, Que le siente su fryy le saluda, Que le siente su dios y que le inciensa. Allá vá soberano cuya frente Circunda por diadema el infinito, Monarca cuyo trono omnipotente Es el trono de mármol y granito Tallado por los buitres de la roca; Y que marcha, y que marcha dominando Lo mismo en lo que ve y en lo que toca, Desnudo y mendigando Uo pedazj de pan para su bcci. 64 Potjuelo de eae cóndor de lo o&curo Que se llama el misterio, Y que sin alas y sin luz se lanza Por et supremo espacio de la idea En pos de una esperanza Poliuelo que adormido entre la noche Sueña ver una estrella, Y enamorado de ella y atrevido, Se escapa de su nido Creyéndose capaz de ir hasta ella, duién sabe anoche en su delirio blando Qué luz ó qué ilusión distinguiría, En medio de esas nubes caprichosas due pueblan, al soñar, la fantasía; (duién sabe lo que en su alma Durante la embriaguez germinarla; Pero capullo que despierta rosa Con los halagos de la brisa amante; El, creciendo de formas en el sueño. Durmió pequeño y despertó gigante. Y ^'El Universo es mío" Clamó al sentirse poderoso y fuerte, Y agitando su cráneo en el vacío, Sin escuchar la luda carcajada due como eco á su voz daba la muerte "Adelante!"^— se dijo — lEl mundo es poco Para encerrar mi espíritu hasta el cíelol Y sin mirar siquiera por donde iba. Se lanzó despeñ-ido como un loco, Con la mirada arriba. . • . . .siempre arriba* 65 Sonámbulo que duerme y deja el lecha Al supremo mandato De yo no sé qué voz grande y divina , Que alzándose en su pecho Le sorprende y le grita poderoBfi: "¡Levántate y camina I" Piteando aqui \m^ espina y una rosa, Y más allá una rosa y una espina, El hombre con un cielo de esperanzas Germinando en montón en su cerebro, 8igue á tientas y a obscuras por la senda Desde antes á sus pasos señalada, Soñando y en los ojos una venda Que con sus pliegues lóbregos y espesos Le impide que comprenda Su marcha ehtre sepulcros y entre huesos. * Y allá va pobre niño que aún suspira Como en los dulces tiempos de la infancia! Mas dejadle seguir, y será el hombre Que haga nacer la vida del OFario, £1 apóstol, sin nombre^ Que dios admire y que mortal asombre Lo mismo en el Tabor que en el Calvario Dejadle caminar, dejad que niga El vuelo de su genio por los mares, Y mañana ese niño Será el anciano pálido y fecundo, Que moderno criador haga que brote Del seno de las olas otro mundo. €♦) Alá va., , . . .con un tronco por apoyo Y un girón naiserable por abrigo, Valiente y ambicioso y soberano, Bajo fu mismo harapo de gitano Y 8U corteza suciá^de mendigo, ¿dué buflcalf ni aun él sabe Lo que busca en su loco devaneo. . • • . . Ni aim él acierta á definir ese a!go Clu8 \e hace encontrar HÍempre su deseo; Pero titán del sueño que en la sombra Forja un espacio y á escalarlo sube. El, mientras pU&. en el inmundo cieno, Se duerme con el pie sobre la nube. Soñar es la vida, ese es el puente Que entre la cuna y el sepulcro media, El papel miserable del viviente De la existencia vil en la comedia; Soñar un cielo en que revueltos vagan Hermosos y magníficos vapores, La esperanza, la dicha, La gloria y el placer y los amore«, jOndinas que se tienden por el aire, Al despuntar la vida allá á lo lejos Y que con ella crecen y con ella Mueren entre los últimos reflejos Y, hermoso cisne que en el limpio lago Agitando las alas con su pluma. Ve brotar de su juego al dulce halago Mil copos blancos de Hzada espuma, Y arroja un canto dolorido y vago 67 Al mirarlos perderse entre la bruma; Al hombre efí su tristeza Al ver rodar sus blancas ilufiioneí»; Sin colores, sin luz j sin belleza De la noche qne endpieza Por yo no sé qué lóbrej^as regiones Suspirando y en lájjjrimas denhecho Ante la triste realidad que asoma. Arranca un ¡«y! terrible de su pecho, Y luego, al dar un paso, se desploma. Atleta, del dolor de nuevo emprende La lucha formidable -Con ese gladiador de las tinieblas * Que se llama el destino; Y cantando y sonriendo Para insultar la palpitante pena Que la destroza el corazón niezquÍMo, Lanza un grito feroz y entra á la lucha.. , . . Pero vencido al fin, rueda en la arena Que su alma es poca y su amargura es mucha. ♦ Y entonces cuando hambriento de pla- (cerps Soñándolos n\ presa, Se mira débil y abatido y solo Sobre el oscuro borde de la huesa. Recuerda el dios á quien por darle culto El se fingiera omnipotente y bueno; Pero al sentir dentro del alma oculto Del pesar y el'dolor todo el veYíenp, Eq 8u miseria misiqa 6a Lo ve pequeña, pobre^ Y cogiendo del cieno en que se arrastra Miserable reptil con sn congoja, Burlándose de su íílolo, á la frente Como un supremo insulto se lo arroja^ * Después el aire de la muerte zumba Con su bramar inquieto El átomo vacila,. . . .y se derrumba La tierra es una tumba. . . . , . £1 hombre un esqueleto. * Todo acabó la noche de la nada Confundiendo en sus pliegues Todo eso grande que la mente forma Y que en el cráneo encierra, Solo dejó, al pasar, como un recuerdo, Un pedazo de tierra. ..... Y allí ¿qué hay más allá? ,1 ¿GLué encuentra el hombre / Tras de ese velo negro que separa La luz de las tinieblas ? Es en la tumba, aca^o, donde toca, Viéndola cara á cara Esa ilusión que en su carrera loca. Convertida en vapor se le escapara? ¿Es allí donde encuenüran los perfumes Y las notas dulcísimas y suaves, Que no pudieron darle en sus encantos Las flores ni las aves? O luminoso punto que camina Partiendo de la nada, 69 Por un círculo estrecho, y que termina Su existencia mezquina Allí donde ha empe^^ido la jornada, |Concíuye en el sepulcro due suif despojos ultimes recibe? ¿Es allí donde muere para siempre? ¿E? allí para siempre donde vive? ¡Q.uién sabe. . . . ¡Nuestra mente No alcanza á descifrar esos arcanos Escritos entre huesos y mortajas Por yo no 8é qué fétido» gusanos Remueve y hueca en el inmundo hueoo Donde ha visto rodar un ser inerme, Y sin hallar á sus preguntas eco, 80I0 ve un cráneo seco due entre sus antros asquerosos duerme. Y entre tanto allá vá luz tenebrosa Cuyo destino y cuyo ser esconde La impenetrable niebla del abismo , Allá vá tropezando y caminando, Sin comprender adonde, jSin comprenderse el mismo I ft^^ i &/i^ (Imitación) — Goza, goza, niña pnra, Mientras en la infancia estás; Goza, goza esa ventura Que dura lo que una rosa — ^dué ¿tan poco es lo que dura? -^Ya verás niña graciosa, Ya verás. Hoy 63 un vergel risueño La senda por donde vas; Pero naañana, mi duefio. Verás abrojos en ella. — Pues que ¿sus flores son sueño? Sueño nada oiás, mí bella Ya verás Hoy el carmín y la grana Coloran tu linda faz; Pero ya vp as mañana Que el llanto sobre ella corra. . . , — Qué, ¿los borra cuando mana? —Ya verás como los borra. Ya verás. Y goza, mi tierna Elmira, Mientras di^^frutas de paz; Delira, niña delira, Con un amor que no existe, --Pues qué, ¿el amor es mentira? rr-Y una mentira muy triste, 21 Ya veráfl. Hoy ves la dicha adelante Y ves la dicha detrápr; Pero esa estrolla brillante Vive y dura lo que el viento, — Clué» ^nada más un instante! — Sí, nada máfl un momento, Ya verás. Y así, no llores, mi encanto^ iQue más tarde lloraráír; Mira que el pesaras tanto, «4iue hasta el llanto ^ura poco. —^Tampoco es eterno el liante^ ' — Tampoco, niña, tampoco Ya verá^^ EL REO BE MUERTE- AL SMII^EIITE AGTOIt DON JOSÉ YALEEQ . . . ,Esa noche, ardiendo el pueblo De animación y entusiasmo Bajo el influjo sublime De tu genio soberano, Todo era bravos y dianas, Todo era vivas y aplausos Todo cariño en los ojos, Todo cariño en los labios, y todo flores, laureles. Admiración...... y entretanto AUá muy lejos, muy. lejos, Soñando lento y pausado, Se aldaba entre las tinieblas y entre el silencio un cadalso, Sin otro eco que el latido Del pecho del condenado, due en diálogo con la muerte Velal^a en un subterráneo. Aquel cadalso se alzaba Cada vez más y más alto, Como un espectro sombrío, Como un vampiro, callado, Como una tumba, implacable Y como un monstruo inhumano; Se alzaba y sin que ninguno Oyera aquel ruido amargo r 78 Por los sollozos de un hombre Solamente acompañado. La humanidad impasible Bajo su mudo letargo, Mirabí crecer y alzarse Las formas de aquel cadaiso^ Cuando tu, tá que escuchaste Sus ecos tristes y vagos Te levantaste por ella Oon la voe del entusiasmo Y en presencia de aquel pueble Y en trente de aquel tablado Ceñida con tus laureles La hiciste hablar por tus labios, Salvando al sol de aquel día Del rubor de aquel cadalso. Yo no sé 81 ya habrá muef to Aquel que en su desamparo, Aun más que unos pocos dia^, Y aun más que unos pocos años; Pudo gozar la dulzura De ver á su hijo en los brazos, Libre del infame nombre De hijo del ajusticiado; Pero yo que desde niño -Aprendí lleno de espanto A aborrecer los verdugos Y á maldecir los cadalsos, Dejo á la gloria á que entone 7á Para ensalmarte su canto, Y del condenado a muerte Bajo los recuerdos gratos, En nombre suyo, las gracias De la humanidad te mapdo, STBOi ANTE UN CADÁVER Y bíenl aquí estás ya» sobre la plancha Donde el ^ran horizonte de la ciencia La extennón de sus límites ensancha. A4UÍ donde la rígida experiencia Viene á dictar las leyes superiores A que está sometida la existencia. Aquí donde derrama sus falgofes Ese astro á cuya luz desaparece La distinción de esclavos y señores. Aquí donde la fábula enmudece Y la voz de los hechos se levanta Y la superstición se desvanece. Aquí donde la ciencia se adelanta ^ A leer la solución de ese problema Cuyo solo enuciando nos espanta. Ella que tiene la razón por lema Y que en tus labios escuchar ansia La augusta voz de la verdad suprema. Aquí estás ya. . . . tras de la lucha impía En que romper al cabo conseguiste La cárcel que al dolor te retenia. La luz de tus pupilas ya no existe Tu mñquirm vital descansa inerte Y á cumplir con su objeto se resiste. ¡Miseria y nada más! dirán al verte Los que creen que el imperio de la vida 76 Acaba donde empieza el de la muerie, Y suponiendo tu misión cumplida Se acercarán a tí, y en su mirada Te mandarán la eterna despedida. Pero, not. . . . tu misión no está acabada, Clue ni es la nada el punto en que nacemos Ni el punto en que morimos es la dada. Círculo es la existencia, y mal hacemos Cuando al querer medirla k asignamo» , La cuna y el sepulcro por extremos. La madre es solo el molde en que tomanao» Nuestra forma, la forma pasajera Con que la ingrata vida atravesamos^ Pero ni es esa forma la primera Que nuestro ser reviste, ni tampoea Será su última forma cuando muera. Tú sin aliento ya, dentro de poco Volverás á la tierra y á su seno Q¿ie es de la vida universal el foco. Y allí, á la vida en apariencia ajeno, E\ poder de la lluvia y del verano Fecundará de gérmenes tu cieno. Y al ascender de la raí^ al grano. Irás del vegetal á ser testigo En el laboratorio soberano. Tal vez para volver cambiado en tiígo Al triste hogar donde la triste esposa Sin encontrar tin pan sueña contigo» En tanto que las grietas de tu fosa Verán alzarse de su fondo abierto La larva convertida en mariposa. Que en los ensayos de su vuelo incierto,. 77 irá al lecho infeliz de tos amorei A llevarle tas ósculos de maerto. Y en medio de esos cambios interiores Ta cráneo lleno de nna nueva vida, £n vez de pensamientos dará flores. En cnyo cáliz brillará escondida La lágrima, tal vez, con que tu amada Acompañó el adiós de ta partida. La tamba es el final de la jomada, Porque en la tamba es donde queda muerta La llama en nuestro espíritu encerrada. Pero en esa mansión á cuja puerta Se extingue nuestro aliento, hay otro aliento Que de nuevo á la vida nos despierta. Allí acaba la fuerza y el talento, Allí acaban los goces y los males, Allí acaban la fe y el ssntimiento, Allí acaban los lazos terrenales, Y mezclados el sabio y el idiota Se hunden en la región de los iguales. Pero allí donde el ánioio se agota Y perece la máquina, allí mismo £1 ser que muere es otro ser que brota. El poderoso y fecundante abismo Del antiguo organismo se apodera Y forma y hace de él otro organismo. Abandona á la hi«toria justiciera Un nombre sin' cuidarse, iadiferente, De qae ese nombre se eternice ó muera. El recojo la masa únicamente, Y cambiando las formas y el objeto Se encarga de que viva eternamente. 78 La tumba solo guarda un esqueleto^. Mas la vida en su boreda mortuoria Prosigue alitftentándose en secreto. due al ñn de esta exíscencia transitoria A la que tauto nuestro afán se adhiere, La materia, inmortal como la gloria, Cambia de fbrmaí»: pero nunca muere.- RESÍGÍÍACÍON Sin lágrimas, sin queja», Sin decirlas adiós, sin un sollozo! Cunaplamos hasta lo 61 timo. ... la suerte Nos trajo aquí con el objeto mÍ8mo, Lofl dos venimos á enterrar e| alma Bajo la losa du\ escepticismo. Sin lágrimas. ... las lágrimas no pneden Devolverá un cadáver la existencia; Q,ue caigan nuestras flores y que rueden, Pero al rodar, siquiera que nos queden Seca la vista y firme la conciencia. Ya lo ves! para tu alma y pira mi alma Los espacios y el mundo e^tán desiertos. . . . Los dos hemos concluido, Y de tristeza y aflicción cubiertos, Ya no somos al fin si no dos muertos Que buscan la mortaja del olvido. Niños y soñadores cuando apenas De dejar acabábamos la cuna, Y nuestras vidas al dolor ajenas Se deslizaban dulces y serenas Como el ala de un cisne en !a laguna;.^ Cuando la aurora del primer cariño Aun no asomaba á recojer el velo Que la ignorancia virginal dtl niño 80 Extiende entre eus párpados y el cíela, Tu alma como la mía, En su relo] adelantando la hora Y en BUS tinieblas encendiendo el día, Vieron un panorama que se habría Bajo el beso y la luz de nquel la aurora; Y sintiendo al mirar ese paisaje Las alas de un esfueizo soberano, Temprano las abrimos, y temprano Nos trajeron al término del viaje. LtC dimos á la tierra Los tintes del amor y de la rosa; A nuestro huerto nidos y cantares A nuestro cielo pájaros y estrellas; Agotamos las flores del camino Para formar con ellas ^ Una corona al ángel del destino. , . . , . Y hoy en medio del triste desacuerdo De tanta flor agonizante 6 muerta, Ya sólo se alza pálida y desierta La flor envenenada del recuerdo. Del libro de la vida La que escribimos hoy es la última hoja. . Cerrémoslo en seguida, Y en el sepulcro de 1^ fe>^)erdida Enterremos también nuestra congoja. Y ya que el cielo nos concede que este De nuestros males el postrero sea Para que el alma a descansar se apreste, Aunque la ultima lágrima nos cueste Cumplamos hasta el fin con la tarea. Y después cuando al ángel del olvido 81 Hayamos entregado estas cenizas Que guardan el recuerdo adolorida, De tantas ilusiones hechas trizas Y de tanto placer desvanecido, Dejemos los espacios y volvamos A la tranquila vida de la tierra, Ta «) ue la noche del dolor temprana »Se avanz>i hasta nosotros y nos cierra Los dulces horizontes del mañapa. Dejemos los espacios, ó si quieres Que hagamos, ensayando nuestro alienta, Un nuevo viaje a esa región bendita Cuyo eolo recuerdo resucita Al cadáver del alma al sentimiento, Lancémonos entonces á ese mundo En dond^ todo es sombras y vacio. Hagamos una luna del recuerdo Si el sol de nuestro amor está ya frío; Volemos si tu quieres, Al fondo de esas mágicas regiones, Y fingiendo ilusiones y placeres, Y fingiendo esperanzas é ilusiones, Rompamos el sepulcro, y levantando Nuestro atrevido y poderoso vuelo, Formaremos un cielo entre las sombia» Y seremos los duendes de ese cielo. EPITALAMIO. A MI QUERIDO AMIBO J. M. BANDERA'. Pues que ea tu cielo aun brilla. la luz de la esperanza, - Pues que en tu mundo aun vierte Ir» fe BU resplandor. Poeta, duerme y sueña mientras que .tu alma avanza Por esa blanca huella que te abre en lontananza La encarnación bendita del ángel de tu amor. Embriágate la copa de sueños y ventura due acerca hasta tus labios su mano virginal, La misma que en tus horas inmensas de amargura, Rasgaba de tu noche la negra vestidura Para encender en ella la luz de ]o inmortal, due lance tu arpa al aire su acento enamorado; 83 Que tieipble entre bus cuerdwi tu ardiente corw^ón, Tu afán e^tá cumplido, tu ensueño reaüzadi.; Ya tiene una ave el nido que estaba abandonado, Ya vuelve al culto el templí cenado ala ilusión, Peí viBJe que á los cieloH tu noble fe emprendiera liuscando loque el mundo jamás te pudo dar, Ceñida de ilusiones ha vuelto la viajera, Trayéndote en tus brazos la dulce compañera tlue tanto reclamaban los ecos de tu hogar. Piadosa de tu luto piadosa de tu duelo. Tendió ^\ oir tus quejas sus alas hacia aquí |Poeta(dale gracias y fírmale en 1u anhelo, Un mundo donde acabe por olvidar el cielo, * El cielo venturoso que abandonó por tí. Despiértate á la aurora dichosa de ebte día JEn que por fin acaban tusnophes de dolor; 84 Y en brazos de la vircren que tu ilusión te envía, Elévate á ése espacio donde alza su armonía La voz del infinito, del alma y del amoV« ADIÓS A MÉXICO Escrita para la Señora (^ayron y leída por ella en su fnnción de despedida. Pues qu6 del destino en pos Débil contra su cadena, Frente al deber que lo ordena Tengo que decirte adiós; Antes que mi boca se abra Para dar paso a ese acento, , La voz de mi sentimiento Cluiere h iblarte tina palabra. Que muy bien pudiera ser £tue cuando de aquí me aleje, Al decitte adios^ te deje Para no volverte a ver. Y así entre el mal con que lucho Y que en el dolor me abisma, Yo anhelo que por mí misma Sepas que te quiero mucho. Que enamorada de ti Desde antes de conocerte, Yo vine solo por verte, Y al verte te fvse aquí. 86 • tí.ue mi alma reconocida Te adora con loco enapeño, Porque tu amor era el saeSo Más herntoKode mi ¥ÍHa. Cine del libro de mi historia Te dejo la hoja n\ás bella. , Porque en eea hoja destella ' Tu gloria más que en mí gloria Que soñaba en no dejarte 6i no hasta el postrar momento PaitiendoTin pensamiento Entre tu amor y el del arte Y que hoy ante esa ilusión Clue se borra y se deshace Siento i^y de mi que se hace Piídazos mi corazón Tal vez ya nunca en mi anhelo Podré endulznr mi tristeza Oon ver sobre mi cabeza El esplendor de tu cielo^ Tal vez ya tíunca á mi oído Resonará en la mañana, La voz de la ave temprana ftue canta desde su nido. Y tal vez en los amores Con que te adoro y te adojiro, 87 EfUe flores qae yo aspiro Serán tus últimas Jlores, Pero 6¡ afectos tan tiersos Qoiere el destino qne deje, Y que me aparte y me aleje Para no volver á vernof»; Bajo la Inz de este día De encanto inefable y poro Al darte mi adiós te jaro, )0h dulce México mial dae si él con sas fuerzas trunca Todos los humanos lazos, Te arrancará de mis brazos, Pero de mi pecho,. nerncd/ A LA PATKIA. Composición recitada por una nifia en Tacubaya de los Mártires, el 16 de Septiembre de 1873. Ante el recuerdo bendito Dd aquella noche sagrada En que la patria aherrojada Rompió al fin su esclavitud; Aote la dulce memoria Dd aquella hora y de aquel día, Yo siento que en la alma mía Canta algo como no laúd. Yo siento que brota en flores El huerto de mi ternura^ Que tiembla entre su espesura • La estrofa de una canción; Y al sonoro y ardiente Murmurar de cada nota« Siento aleo grande que brota Dentro de mi corozóo. Bdndica noche de gloria Üue asi mi espíritu agitan, Bendita entre las benditas Noche de la libertad. Honra de triunfo en que el pueblo Al sol de la independencia Caminó con gran vehemencia. Rompiendo la obscuridad. 89 Yo te amo. . . .y al acercarme Ante este altar de victoria Donde la patria y la historia Contemplan nuestro placer, Yo vengo á unir al tributo due en darte el pueblo se afana, Mi canto de mexicana. Ui coraeon de mnjer. AL MOiO DE XEEGED. Me oaeotan que ibas corriendo Como una BÍlfíle alada, Caa»do de tas blond^is trenzas Te lo robaron las auras, No sé yo de tal historia Si es cierta ó es inventada; Pero lo qae sé es que ardiendo De amor y de dicha el alma, Traigo tu moño en la bolsa Desde ayer por la mañana: CLxxQ le he hecho mil caricias Y pienso hicerle otras tanteis, Q.ue por ser color de rosa Y por ser tuyo me encanta, Y que por toda la vida Lo guardaré donde se halla, Reunido con un billete Q.ue compré 4e La Esperanza, Con cosa de diez poesías. De dos vales y una caita Q.ne me escribió hace dos meses Laque m<^ dio calabaza?. Aquí lo tengrr, y á menos Que di- je ef)ta viia amarga, 91 No abandonaré tu moño, Dnlce cariño del alma, Ni por lo QDO dí por lo otro, Ni por esto, ni p<;r nada; dae dé 6f a prenda querida Pienso, Merced adorada, Ti: Hacer el h armóse emblema De todas mis espeíanzas. AL RUISElOR lEXICARO. Htibo una Bel va y un nido • Y en ese nido un jilj^nero Qne alegre y estremecido, Tr^B de un sueño querido Cíuzo por el mundo entero. Que de su paso en las haellas Sembró sus notas m^'jores, Y qae recogió con ellas AI ir por el cielo, estrella», Y al ir por él mando, flores. Del nido y de la enramada Ninguno la historia sabe; Porque la tierra admirada Dejó Cía historia olvidada Por escribir la del ave. La historia de la que nn día, Y al remontarse en su vaelo. Fué para la patrii^ mía La estrella de más valía De todas las de su cielo, 93 L% de aq4e1la á quien el hombre Robara el nombre galano Q.ue no baya á qnien no le asombreí Para cambiailo en el nombie Dd Rois^ñor mexicano. Y de la qne al ver perdido 8a nido de flores hecho. Halló en tu sael'^ querido £n vez de las de sa nido Las flores de nuestro pecho. Sa histeria. . . .qae el paebio ardiente Eq sq homenaje uras jasto Viene á adorar reverente Con el laurel esplendente Qae hoy cifie sobre tu busto; Sobre esa piedra bendita dae grande entre las piimera^, Es la página en que escrita Leerán tu gleiia ii finita Las edades venideras; Y que unida & la memoria l>d tus hechos soberanos, S^ aleará como una historia Hablándoles de tu gloria A todos los mexicanos. Porque al mirar sus destellos Resplandecer de este modo, Bien puede decirse entre qIIos Q,ue el nombre tuyo es de aquelloe due nunca mueren del todo. HOJAS SECAS. I. Mañana que ya no puedan Eooontrarse nuestros ojos, Y que vivamos ausentes, Muy lejos uno del otro, due te bable de mi este libro Como de ti Diie*habla todo. II. Cada hoja es un recuerdo tan triste como tierno De que hubo sobre ese 4rbol un cielo 7 un amor; Reunidas forman todas el canto del invierno; La estrofa de las nieves y el himno del dolor. III. Mañana á la misma hora En que el sol te befó por vez primera, Sobre tu frente pura y hechicera Caerá otra vez el beso de la aurora; Pero ese beso que en aquel oriente Ca>ó sobre tu frente sólo y frío, 96 Mafiaoa bajura dulce y ardieDt.e, Porque el beso del sol sobre tu freote Bajara acooipbfiado con el oiio. m IV En DÍ08 le ex* jes á oii fé que crea, Y que le alce un altnr dentro de mí, ¡Ah! Si baeta no máe con que te vea Para que yo ame á Diop, creyendo en ti. V. Si hay algún césped blando cubierto de rocío En donde siempre se alct- dormida alguna flor,* Y en donde siempre pnedas hallar, dulpe bien mfe, Tií^letas y jazmines muñéndose de amor; Yo quiero ser el césped Florido y matizado Donde se asienten, ni fia, L%s huellas de tus pie»; Yo quiero ser la biiea Tranquila de ese prado, Para besar tus labios Y" agonizar después. Si hay algún pecho amante que de ternura lleno S3 agite y se estremezca no más para el ampr, 96 Yo quiero ser, mi vida, yo quiero ser el seno ^ Donde tu frente iocHoes para dormir mejor. Yo quiero oir latiendo Tu pecho junto al mío. Yo quiero oir qué dicen Los dos en su latir, Y luego darte un beso Dd ardiente desvarío, Y luego. . . .arrodillarme Mirándote dormir. VI. — Las doce...^diafi... ! Es fuerza que me vaya y que te diga adiós .... Td lámpara está ya por extinguirse, y es necesario. — Aun no. — L'is sombras son traidoras, y no quiero que al asomar el sol, Sa ddntengan los rayos á su entrada de nuestro corazón .... — Y j^ué importan las sombras cuando entre ellas queda velando Dios. . . .! — Dio8? y que puede Dios entre las sombras al lado del amoi? — Cuando te duermas me enviarás un beso? — Y mi alma! — Adiós. . • .! — Adiós. .. .1 97 Vil. Lo qae siente el árbol seoo Por el pájaro qae crnza Onando plegando las alas Bija basta sos ramas mastias, Y coD sus cantos alegra Las boras de su amargara; Lo qae siente por el díft, I^a deeolacion noctnrDa Que en medio de sns pesares Y en medio de sas angustias, Ve asomar con la mañana Dd sus esperanzas ana; Lo qae sienten los sepulcros Por la mano baena y pura dae solamcDte obligada Por la piedad que la impulsa, Riega de flores y de boj as La blanca lápida muda, Eso es al amarte mi alma Lo que siente por la tuya. Que has bajido'basta mi invierno, Que bas surgido entre mi angustia Y que has regado de flores La soledad de mi tamba^ Mi bo jarabea con mis erencias, Mis tinieblas son la duda^ Mí esperanza es el cadáver, Y el mundo mi sepultura. . . . Y como de entre de esas bojis Jamás retofia ninguna; 98 CoTio Id dada^eá el cielo De uoa ñocha siempre obscura, y como la té es un muerto due no resucira nunca, Yo nó puedo darte un* nido D)nde recojas tu^ plumas, Ni puedo darte un espacio Donde enciendas tu lu» pnra, Ni h*icer que mi alma de muerto Palpite unida á la tuya: Pero si gozar contigo No ha de serjpobibid Lunca, Cuando estés triste, y en la alma SieBtas alguna amargara^ Yo te ayudaré á que llores, Yo te ayudaré á que sufras, Y te prestaré mis lágrimas Cuando se acaben las tuyas4 VIII. Aun más que con los lábids Hablamos con los oj^s, Con los labioii hablamos de la tierra, Con los ojos del cielo y de nosotros. II. Cuando volví á mi casa Da tanta dicha loco. Fué caando comprendí muy lejos de ella Clue no hay oosa más triste que estar sólo. 99 III. Rddiafite de ventura, Frenético de gozo, Coj{ noa ploma, le escribí á mi madre, Y al escribirle se lo dij«> todo. IV. D spué'i, á la fatiga Cediendo poco á poco, IVI<) dormí, y al dormirme sentí eu suefioA Qae ella me Jaba no beso y mi madre otro. V. ¡Oh sueño, el de mi vid»I Más santo y más hermoso, dné du)o6 bas de haber sido cuando aun maerto Gozo con tu recuerdo de este modf I IX. Cuando yo comprendí que te quería Con teda la lealtad del corazón, Fué aquella noche en que al abrirme tu alma Miré hasta su interior. Rotas estaban tus virgíneas alas due ocultaba en bus pliegues nn crespón, Y un ángel enlutado cerca de ellas Lloraba como yo. Otro tal vez, te hubiera aborrecido Pelante de aquel cuadro aterrador; Pero yo no miré en aquel métante Más que mi corazón. iüO Y te qaifle, tal vez por tas tiniebUsí y te adoré tal vez por tu dolor, Qoe es moy bello peder dicir que el alma Ha servido de sol. L&s lágrimas del niño la madre las ei jaga, Las lágrimas del hombre las seca la mnjer. . . • {Qué tristes las que brotan y bajan por la &rii;gi, Del hombre que está eólo, del hijo que está ausente Del ser abandonado que llora y que no siente Ni el beso de la cuno, ni el beso del placeil XI. Cómo quieres que tan pronto Olvide el mal que me has hecho, Si cuando me toco el pecho La herida me duele mátl Sntre el perdón y el olvido Hay una distancia inmensa; Yo perdonaré la ofensa; Pero olvidarla. . . .jamábl 101 . XII ''Te amo— dijiste — y jamás á otro hombre Le eotregaié mi amor y mialbediío,^' Y al quererme llamar bateaste un nombre, Y el nombre que dijiste no era el mío. XIII Ah, glcria! de qué me sirve Tu laurel mfigico y santo, Luanda ella no enjuga el llanto Que entoy vertiendo Fobre él. ^ Ue'i|ué me siive el reflt-jo De tu sofiada corona, Cuando ella no me perdona Ni en nombre de ese laureil La que á la luz de sus ojos Despertó mi pensamiento, h% que al amor de su aceato Eocendió en mí la pasión , Maeita para el mundo entero Y aun para ella mi»ma muetta, Solamente está despierta Ddutro de mi corazón. XIY. El cielo está mny negro, y como un velo Lo envnelve en su crespón la obscuridad; Con una sombra m48 sobre eee cielo El rayo puede desatar su vuelo Y la nube cambiarse en tempestjkd. 102 V XY Oye, ven á ver las nayeí, JSstAD vestidas de lato, Y eo vez de las golondrioas Están graznando los bdhos. . . . El órg^DO está callado, El templo sólo y obscuro. Sobre el altar. . , ,|y la virgen Por qué tiene el rostro oculto? ¿7es?. . . .en aquellas paredes Están cavando un sepulcro, Y parece conao que alguien Solloza alli, junto al muro. _ ¿Por qaé me miras y tiemblas? ¿Por qué tienes tanto susto? ¿Tu sabes quién es el muerto? ¿Tú sabes quién faé el verdugo? AL POETA MÁRTIR JUAN DB DIOS COBARRÜBIAS. Hoy qóe de cada land Se eleva uq canto á tu maerte, Con la que supiste hacerte Uo altar del ataúd; Unido á esa juventud Q,ue tu historia viene á hojear, Mientias ella alsa el cantar Que en su pecho haces nacer^ Yo también quiero poner Mi ofrenda sobre tu altar. II. J!n la tunaba donde flota Tu sombra augusta j querida, Descansa muda y dormida La lira de tu alma, rota. . , . De SÜ8 cuerdas ya no brota Ni la Patria ni el amor; Pero en medio del dolor due sobre tu losa gime. Ese silencio sublime. Ese es tu canto mejor. 104 IIL Ese es tíl que ^e levauta De la arpa del patriotiétmo; Ese silencio es lo mi»mo Que la libe>tad que cnota^ Pues en esa tu(h'i santa En que te hirió el retroceso, Al sucumbir bajo el pego De la que nada respeta, Sobre el cadáver del poeta Se a^zó cantando el progreso, IV. «I (Jo moDStrno cuya memoria Casi eo lo espantoso ray», £1 que subi6 en Tacubaya Al cadalso de la historia, Gacrificando tu gloria, Creyó »-n triunfo más cif fko, Sin ver en su desacierto Y en su ciueldai olvidando Que un labio abierto y cantando Habla menos que el de un muerto. Da tu existencia temprana Tronchó la fl)r en capullo, Matando en ella al orgullo De la lira americana. 105 Tq inepiracióti soberao a Rodo^ante sa iofamia vil: Pero tn pinma ^eotil Antes de romper su vnelo Tomó por págioa el cielo Y escribió el ovee de ^briL VI. La Patria á quien en tributo Tn 8t*Dta vida of/eciste, La Patria llora j se viste Por tu meiDoría, de luto. ... Y arrancando el mejor fruto De 8U gloriopo vergel, Te erige un altar y eo él CoronH tu aliento Doble Con la recompensa doble De la Pblma y el laurel- VII. Si tu afán era subir Y a'zarte h*»Fta el iofinito. Ansiardo dejar escrito Tu nombre en el porveoir: Bien puf'des en ppz dormir ' B»jo tu sepulcro ioertf : Mientras que la Patria al verte Oonteropla enorgullecida, Que si fué hermosa la vi'la, Fué más hermosa la muerte. Después ^e que el destino me ha bandido en Uh coDg)j%^. Dül árlol que se muere crnjiendo de dolor, TroDch*i«^4o una por una lae fl »r€fl y la»' h? Yo, á lo menos p'Sr mí, protesto y juro Que si al irme trepando en la escalera Que á la gloria encamina, La gloria me dijer»: — Sube, que aquí te espera La que tanto te halaga y te fascina, no Y á la vea una chica me j^ritar»: — Baje usted, que lo agu^irdo aquí en la ftquina Lo j'iro, lo protesto y lo repito, Si suot^dinra semejaut»^ historia, A riesgo de pasar por uo bendito, Primero iba á la etfquina que á la gloria. Porque será muy tonto Ganíbiar una corona por un beso; Mas c^mo yo de sabio no presumo, Me atengo á lo que soy, de carne y hueso, Y prefiero l*s besos y no el humo, Que al fin, al fio, la gloria no es más que eso. Por lo demás, s^ fiores, ¿duién será aquel que aí ir para la escuela Con su libro de tt^xto bajo ei braao, No se olvido de Lucio 6 de Robredo Por sf guir paso á paso, A alguna que nos hizo con el dedo Una sefia de amor, a*>i! .... al acaso? ¿O bien que aprovechando la sordera De la obesa mamá que la acompaña. Nos dice:— No me sigasl Porque mamá me pega y me regsHH? ¿Y quién no ha consentido En separarse del objeto amado Con tal de no mirarlo contundido? ¿dnién será aquel, en fin^ que no \iSk sentido Latir su corazón enamorado. 111 Y á qoien más que el cafe, lo ha desvelado El café de no ser oorrespondido? h\ aire pws» «efeoree, Liaocemoa nnestras horcas por las bellas, Por sus graiñas, sos ohisles, sos amores, Saa perros, y sos galos y sos flores Y coanto tiene relación con ellas, Al aire noestrss horras De las erialoras ppr el ser di^niOi Por la mitad del hcmilNre, Por el ctéoero homaoQ femenino. EN EL TERCER ANIVERSARIO DE LA Sociedad Filoiátriea y de BeoefieeDeia. Falange de eoñadorefl Que de ta delirio en po8, Marchas entre lo« DegrcNces De la vida, á loa falgores Qqo en ta alma refleja Dios. Javeutud grande y ardiente dae á la luz qae centellea Ta porvenir e^^plendente Maestras ceñida la fVente Con el laurel de la ¡dea. Tú, qae llevando cooti^ó Cuanto hay de noble y humano, Al que miras sin abrigo, En vez del nombre de amisto Le das el Dombre de hermano. Tú que siguiendo la huella Que á tu conciencia se ajusta, Has atesorado en ella La virtud que te hace bella Y el saber que te hace augusta. 113 No c^jeB «D ID camioo Aaoqne el destíoo te mnode Lato y peoMB de oootíou ', Ciae si ei» luuy fuerte el dtetioo Tu tismbieu ereí» muy graode. Y 81 en tu alm« d*3 iospírada Hay faerzi y valor de Bobra Para oouctnir la jornada, Ya que ta obra eBtá empezada, Juventud, completa tu obra. Sigue, BÍgne tras el vuelo De e^a virgen cuyo encanto Forma tu vida y tu anhelo; Sigue turmarchi hacia el cielo De tus delirioB, y en tanto, Recibe de quien te admira Proclamando tus victoriag, LoBacentoBde una lira Que con tus gloriaR se inspira Porque hace euyBB tuB glorias. •^ ANtE EL CAJ3AVER DEL Dr. IoSÉ B. DE ViLLAGRAN. Si la vida eg an cíelo, y si la maerte fia la noche máft negra de es^ délo, Caandv) el hombree al morir deja eDcendida La Iqz iomaoolada de t as haellaa. Cuando ignal á la tarde. Sucumbe coronándoee de eetrellaa - Yhaciendo en su caida De un astro na evo apareser la cuna, Entonces esa sombra maldecida Que se alza del abismo de la nad^ ^ Si es la noefae eñ el cielo de la vida, Eq el cielo del trianfu es la alborada La tamba se convierte En el primer peldaño de esa escala Qae los J^icob del genio saefian tanto, La lira de la muerte En lugar de un gemido ensaya an canto; T la cripta mortuoria Se cambia ante la losa que la cieña, En la ultima jornada de la tierra Y en la primer jornada^de la gloria. 115 Allí es donde comiasia e^e paisaje C >n qa^í á sa fé y á tu destino fieles, Deliran en su afán Im soñadores; Donde está la partida de ese vinje dne tiene por bellísimo minije Todo un mundo de palmas y de flores. . , . Allí es doní^ el Colón inteli^eocia Divisando en la playa de su anhelo La santa realidad de su creencia, Se alza en todo el vigor de su conciencia Gritando al verla y al tocarla. . . . cielo! La muerte no es la nada Sino para la chispa transitoria Cuya luz ignorada Pasa, sin aleaülir una mirada De la pupila augusta de la historia; Pero la flor que muere y que se inclina Falta de aliento y de vigor al suelo, Signe viviendo aún en el misnao ocaso due de sus ricas galas la despoja, Cuando al rodar del vaso U últim» hoja dueda su esencia perfumando el vaso. Tú sucumbiste así; y aunque el abismo Al mundo robe con tu cuerpo un hombre Tu para el mundo seguirás el mism«» Mientras^vivaiel perfume de lu nombre Por eso el sentimiento due en torno á este atsu I n s ha reun No es el dolor hipócrita que hI viento Lat'Z* la inútil queja de un gemido; 116 No es el pesfir qoe Apaga so lamento Bd el rileorio ÍDcrtau> del olTÍdo, Sino el placer qoe brota y ae levaott Sobre la i^teroa matea de toa baellaa, Y del himoo iomottal con que te caota. Yetiio CB a oñír sobre tn freDts La corooa de loz qne tfi queiía» ; A reoojer para tu fé Daciente La llama qoe i^n to eepirito efcondiaa. . . Y al mondo triste y de dolor cobíeito Ctue aeoarda á qoe la tamba te devore, Veoimos á decirle qoe do llore, YeDÍmos á decirle qne no has maerto. . . Q^ne hoy es coando fu naces A la loz de la gloria y de la vida, Y hoy cuando te despiertas y enando haces To entrada por la tierra prometida; doe en v«^z de ser testigos De un crepúsculo débil que se a(«ga, Loa que hoy venimos 4 entregar nn hombre Al antro de las nombras eternales, Venimos á encender en »n desiVrto £1 sol qne se alza de ese libro abierto Donde qnedan tos hechos inmortales. Roffl&Detro de la gaerra de Indeptndeneia. I. Medio oculta entre la selva Como un nido entre las lanaas, Y medio hundida en el fondo Tranquilo de nnacafiídn: Allá por eqnellos tieoapoé Hubo en Landio (1) una ca^a Que no por aer tan BeooirHa Ni de una fecb^ tan laiga, Era menos pintoresca Ni tan poco menos blanca, Sombreaba pu puerta un olmo De h jopas y ve^d^ ramap, Punto de cittis de todas Las'aVes de las montafias. Y en uno de sos cobtAdop, Brotando límpida y clara, Saltaba entié los terrones Y entre las yerbas el agua. (1) Estado de auanajuiftto, entre Santa Cruz y Chamacuero. 118 De noche siempre trarqnila Y eternameote calladH. Apenas el sol tiaoiente Filtraba por tas veolaDas, Cuando estremeciendo el airoi Sonbba'n dulces y claias, La yoz de ana cuna hablando De cuanto los niños habrán, L^i yoz do Hoa' noadre, rica. De f*entia)ÍHnto8 y de alma,. Y la voz de on hombre que era La eterna yoz de Im Patria, Sofiaqdo ya con sus glorias Y ya con sus esperanzas. Tez cobiiza como aquellos Primero» hijos de Anáhu&c, due tantas yeces hicieron Temblar de miedo á la E#pafíai Cuando la Espafia atreyida Al ¡dio con ellos soa armas; Fuerte y ágil como todoa Los h>jos de las montaftaa, Como un labriego, robuaio; Como un patriota, entasia^ta| Como un yaliente, atreyido, Y como un ¡oyen, todo alma, El hombre de aquellas selvas, El hombre de aquella casa, E't el eterno modelo De esas figuras sagradas Q;ne en el altar de los siglos Hacen un Dios de una eittatoa. 119 VeÍDlioiDOO aftos apenas Por ese tiempo coDtab%, Y de flUB Dobles heridas La sama aao era tao lar^, dae DO hubo por el B Jío Nioguo combate bí hasafia Donde ra ardor no estuviera, Donde faltara su lanza, Ni donde al grito de mnerte Sos huellas no seftalara Con el licor de sas venas O el de las venas extrafias. Y abí tranquilo y oculto Su triste vida pasaba. Lamentando en sn impotencia La esclavitud de la Patria Que renunciando á la lucha Renunciaba á la esperanz^^: Cuando una mafiana, á la hora doe el fi'timo suefio marcaí Despertó, y oyó á lo lejos Ruido confuso de armas, Y adivinando al instante La suerte que le amaji^ba. Bajó del lecho al influj > De una decisión ex^rafta; Besa en los labios S su hijo. Basa en la frente S su amada. Clava los ojos ardientes Entre la abierta ventaba, Y al ver por sus enemigos Ta casi envuelta su casa. 120 Salta á las rocas y entre ellos Se escapa por la moDtaña. II Aao no se alzaba del todo La DÍebla de la maftaaa, Y aao po acertabao a- darse Caeota de tama&^ audacia . Los sitiadoies furiosos dae sorpreoderle esperabao, Cuando al galope y baj^iodo * Camino de la Chñida, YieroD venir á lo lejos Un grupo de gente armada, OoiupQesto de ocho ginetes Y el hombre qne loS mandaba. En mayor n amero de ellos Y con superiores armas Segaros de la yictoria Fácil qué se les aguarda. Todos empalkan las riendae. Todos afirman la lanza, Todos ven al enemigo, Todos miden la distancia, Y en silencio y todos ellos Prontos á ponerse en marcha. Solo eaperan á qae llf'gae La hora de entrar en batalla. Loa insuritentea en tanto Tiendo las huestes contrarias^ Más de coraje se encienden 121 Y m(0 de amor se entasiafimaDi Y aDBÍ0808 de dar su saogre Por la salad de la Patria, Sobre el caballo se incliDaD, La floja rijpnda adelantan Y fijos los barboquejos Y el sombrero hicia )a espalda, Kntre la niebla y el polvo Corren; y vuelan y avaozan, Siguieodo entre loe peñascos Al hombre de la cañada. Y ]aloB de Bastamante (*) Su primer paso adelantan, Anhelando en su impaciencia Como acortar la distancia due la interpuesta coHna Con un recodo aumentaba; Cuando de pié en lo más alto Da las rocas escarpadas, Yieron alearse un gigante Q^ue con vrz sonora y clara, **Yo soy el Giro-*-les dijo, — Si al Giro es á quien aftoardan, Y el que lo basque que venga Si tiene honor y tieoe alma, Q^ue á todos espera el Giro • Frente á frente y cara á ci^a.'^ Dijo: y los fieros dragones (*) El general D. Anastasio Bastamante, presiden- te de la Eepública, y que en su jurentud militó en el ejército realista. 123 Al grito de *^|viva España!" Como no solo hombre treparon Hasta donde el Giro estaba Dispuesto como los suyos A sacnmbir por la Patria. . . . Y fué la lach«, y terribles Al dar la espantosa carga, iDsargeotes y realiibtas . , Ardiendo en colera y rábia^ Se entremezclaron sedientos De victoria y de matanzi. . . . daiso la triste fortnta Favorecer á la B^paña. . £1 brillo de san fulgores Negándole á nuestras armias, Q.QO ya de los insni gentes Uno tan solo quedaba A caballo todavía, Pero ya herido y sin armas. Era el Giro, qne entre doce- Dragones qae le rodeaban, Sin rendirse al desaliento T4i indinarse á la desgracia, Luchaba y arremetía Contra el que más se acercaba Con virtiendo á su c^ballo A nn tiempo en escudo y arma. Por fin nn brazo atrevido Clavó en sn pecho una lanza, Perder haciéndole el poco Aliento que le quedaba; Pero él aunque ya en el suelo, 123 Con faerza siempre y ooo alma, Ceje la laoza, del pecho Gin vacÜHr Be la arranca. Y eatremf ci lo y al grito Dd Indepecdencia y de Patria, De pié sobre lot peñasooa A ñtxB contrario» p guarda; Y deapués de herir á todos hcm qae acercársele en» ayan, Hace huir á los restantes dne abte heroicidad tamafia Se alejan, y desde lejos Lo rematan á pediadas. III- Mártir, que toda tu sangre Supiste dar por la Patria; Tá, de los desconocidos Q,ne muñeron por salvarla, Gracias por*tu fortaleza, Por tu sacricio, gracias. A LÁ SOCIEDAD FILOIATRICA EN SU INSTALACIO^Í. iHasta Cuándo llegar6 el día en qne se aprecie más- al hombre qne ensefia qne al hombre qne mata? M. Oca mpo. Sombras gigantes de Soipióo y Ciro, De César y Alejandro, No 08 alcéis do la tamba á mis acento» ; Cine si es verdad que vaeetra gloria admiro; Me espanta yaesíra gloria resonando Entre ayes de dolor y entre lamentos. Yo no canto á yosotros, cuyos lauros En la sangre crecidos Respiran con el aire de la muerte; Yo no canto á vosotros los temidos, Los que formáis las leyes con la espada, Sin tener raás derechos que el del fuerte. Vuestros nombres sublimes No hacen arder la sangre de mis venas; Yo canto á los Atenas enseñando á Roma, No canto á Roma conquistando á Atenas. Como el ígQÜa audaz que surca el viento 125 Eq poB de espacio qae bastante sea Para dar á sos alas movimieoto, Lo mismo mi alma oaando hallar desea La luz db la poeBÍa, No ba^ca sus raudales eo la Doche, Siao en la aarora al detipnotar el día; Y al encontrar la llama indeficiente De la verdad sagrada, Mi pecho entonces se electriza f, siente, Y de mi lira tosca j olvidada, Brotan cantares que sonar qniaieran Desde el nnevo h'ista el viejo continente. Era la sombra: entre su ne^ro manto Vegetaban los hombres, Nutriéndose con penas y con llanto., Sin otra cienoia qae sufrir hamildes Del infortnnio las amargas leyes, 'Y HQ otros señores que verdngos Con el pomposo titulo de reyt^s. Esqueletos del caerpo Y esqueletos del alma, ^ Los héroes como Dios, no eran entonces El Adán pensador del primer día. Sino siervos que ato con mano airaéa A su carro triunfal la tiranía. Momias vivientes que $\ dejar el mondo Para volver al eco del osario, Legaban á sus hijos en recuerdo La cicuta de Sócrates profundo Y la sangre del Cristo del Calvario. Y así pasaron siglos y más siglos Q.ue de su inmensa huella en la distancia 126 Solo df jibao sombras y vestigios, yogando éntrelas nieblas Dd la noche sin fio de la igrorancia. Mas de pronto la luz del pensamiento Ilaminó vivífica y radiaot^ De la santa R8z5n el firmamento, Y Dios apareció, bello y gigante. Haciendo despefiarse en el abismo Al soplo de sus labios soberanos * El sangriento pnñal de los tiranos Y la mancara vil del fanatismo. Entonces fué cuando la Europa vía, Trémula y espantada, La náansion ignorada, due la voz de Colón le predecía, Y á Frenklin elevándose al espacio De su genio atrevido tras la huella. Para robar á la roj za nube ^ El fuego aterrador de la centella. Entonces fué cuando se a'zó la ciencia, Disipando las sombras due huyeron en tropel á su presencia; Y entonces cuando México miraba En la mansión maldita Del crimen y del miedo, En vez de la cadena y del levita La figura grandiosa de Escobedo. Y no tembléis al recordar la historia Del lugar maldecido. Donde el buitre feroz de la ignorancia Ocultó Dus polloetos y m nido; No tembltis á la tétrica niemorig 127 Del calabozo iomondo, R-pitiendo loa uitimoa lameoton Del mártir moribondo. Ya eatá layada de »u impora manifai La gaaiida del criaieD, dae hasta la miaiña luf-imia defip'^iece Donde las haellas del naber He impiiraeo. Eq Tez de loa verdugos, Y del hirvieote plomo y el veoeoo. La Médicioa que oonsuola y ^ana, Y los hijos del Hc$rófilo y iSaleDO. Sablime redenciÓD, mirióo sublime Lre8 tan dulcemente. Coando las bef»a el anabiente Sobie fia aromada tez? — Ya lo sabrás más delante, Ni&a amante, T.a contesté yo. . . .despué.^I Y más tarde, una mañana. La niña pura y hermosa, Al eotrebbnrt^e iioa rosa. Me dVjx ¡ Ya sé por qué es! Blanca y pura Se ruborizó . . .y después. Ligera como las ave ei due cruzan por la campiña, Corrió hacía el bosque la niña Diciendo: / Ya sé por qué es! Y yo la seguí jadeante. Palpitante IH3 De terDura y de ioteréa, Y. . . o! up beso dolce y blando, T Qoa Toz detpuéa del tiefio, Clae faé á perderse en lo eepesOí Diciendo: / Ya sé por qué esí Er9k muy joven Maií-i, Todavía, Cuando me dijo una vi z: —Oye, ¿Por qoé la azucena Se abate y llora marchita Cnandv) el an a no la agita Ni be^a sa blanca tez? — Ya lo «abráfi máfl delante, Niñna. Me dij y, ¡ Ya sé por qué es! Y ahogando an «aspiro aidiente, LD que la oegra neefae te importaos; Yo sé qae al permitirme la coofiacza De qae á abanar oantáodote me atrevo, Antes qae hablarte de otra cosa Aeho Darte aaa e2tplicaei6n de mi tardanza; Pero sabiendo, porque eií lo he visto, No recaerdo en qaé parte, Q^ae tü eres Doble y geoerofa 7 baesa Con todos los prosélitos del arte, ünire los qoe me inscribo al protestarte Q^ne nada hay qae sin tí valga la pena, Dejo los camplimientos Y las f zcasas fútiles y vanas A fin de aprovechar estos momentos; Qae tú a! ver qoe en mis labios Se agita el aitro y mi silencio tranca, Recordarás qae el valgo y aan los sábioa Dicen qae vale más tárele que nunca. No, y mira tu, desde hace macho tiempo (^enseba yo en venir á saludarte^ 146 Y hasta recuerdo qoe salí aoa noche Sin más objeto qae ese; Peroaacque el lany iliiBtre AycRita aliento Me hizo creer que eo el cielo te hallaría, Ta, qae probablemente estabas mala, Te ocultaste y me diste una anteóla Clue me pesa en el cuerpo todavía. Esto no te lo digo v Por lanzarte una pulla ni un reproche, Pero este negro bosque me e^ testigo De que no más que por hablar contigo Me anduve por aqui toda la noche. Lo mismo que otra vez, ya no recuerdo Si fué eo Abril ó en Mayo« • • tsuspirando Por verte frente á frente Y á tu lado pasar la noche entera. De modo y de manera De estar solos y lejos de i* gente. Vengo, y tú que sin duda me crei^te Algún gemidor de esos Cine poique está desesperado y triste, Ya quiere que le des un par de besos, No bien tras de estos átomos me viste, Que escondiéndote en medio de las nubet Cerraste tu bdlcon y te metiste. Y la verdad que si esta fué tu idea Ante mi aparicidón inoportuna, Por mi vida ce juro y te respondo Q,ae te llevaste el chasco más redondo Clue te has llevado desde que eres luna, Pues auoque ya á mis años Se usa entre los humanos corazones 147 Contar los safrimieotos 4 moDtooes, Y á moDtoDes también l,oa deseDganoi», Yo que ú algo ho sufrido Dd mí existeDcia en la carrera corta, Tengo laoonficctdo intima ygiaode De qae á nadie le importa, Porque si süfro no hij quien me lo mande; Si al pisar de la vida los abrcjos A Terter una lágrima me atrevo, La dfjo que se escape de mis ojos Y al llegar á mis labios me la bebo. i^'Oü que ya verás lú si yo feria Cl4Íen fuera á muUstarte á tales boras, Para llamarte solitaria 6 fría, Y cometer aiíi una grosetfa Dd esas qoo no perdonan las sefiora»; Aparte de qtie á ti, si no me ergnfio, Te debe de importar muy peca cosa dae en la vida enojosa Camine el goce junto con el dallo,, Asi como que al tiempo de las ñores Siga el invierno nebuloso y frió, O que en las tibias nocbes del estío Disminuyan de fuerza los calores. Cosa que á muchos saca de su m^ Por teper de decir telo el orgullo, Coaodo todo eso en realidad no pasa De ser ana verdad de Peto Oruyn, Y sin menfíir personas, Por alli anda la ilustre Avellaneda, Q,ae en paz duerma en su lecho de coronas, Que sin mirar que tu, rueda que rueda, 148 Maldito el caso que del tiempo hacías. Ella al BOD de sos mfif^cos bordonea Te delataba i ese ladrón nefando Cine tantos g ees oon pai'ar nos robaí Sin oir qne bu espoFO despertando Le llamaba en nn tono no mny blando Después de registrar toda la alcoba. . Y el sin igual Zoriilla, £1 qae nos regalo aquel mamarracho Cine yo ai miraba tanto de muchacho Orejéodolo la octava maravilla, El que con una calma ' Cayo molde es difícil que se encuentre. Hizo aqní entre otros dramas el del vientrOi T hasta allá foé á acordarse del del alma. Y Carpio/el que de turco ditfmzado Sofrió tan hobda pena Clue por poco se arroja al n^ar salado; Pero que al fin se fué prr otro lado Arrastrando ti qlfange por la a^ena. T Table, el que te hablaba allá en los tiempos De discordins civiles, En que Rocha aun no andaba por el mundo Y en que aun eran de chispa los fusiles, Pues éstos y otros más, si no tan buenos. Sí tan desocupados, Han emprendido de entuswsmo Ij^nos La imitación de sus antepasados. Por et placer de repetirte alguna De esas necias insulsas tonterías, O porque hechos los tomos de poesías No falta-i en el índice— <'A la luna." 149 Y 81 á lo menos faeran pasaderas Las tantas qae en tu elogio se han escrito Y coyas firmas por prudencia callo, Paes S€fior» con trescientos dé á caballo, Bluy puesto en su legar y mny bonito; Pero nada. . . .qae entre esas qae no cito Porque no sd me diga impertinente, Hay machas (oo agraTÍo la presente) Qoe son un verdadero gregorito. Ijo digo y lo repito, Si sefior, que esta no es una indirecta, Poes aunque salte algano Que deseando escapar á este reproche. Reclame la palabra y maoifiieste Cárgalo de razones y veneno, Qae no se puede hacer nada de bueno Sobre un terreno tan vulgar como é te. No habiendo obligación chica ni grande De escribir sobre tal 6 cual materia, , Se comprende y se ve mny á las claras, Aunque hable de éata con tan poco aprecio, Qae el cnlpable no es ella sino el necio Que se mete en camisa de once vatas. . ¿Quién obliga á nmgnna l)e las vivientes almas á que escriba, Ni menos á qne suba tan arriba Que tenga que escribir sobre la luna. . . .? Yo mismo, si mañana A algún critico ocioso y exigente Se le diera la gana J)a turrar á esta silva la pavana Y de hacerlo delante de la gente, m Paos yo mismOi auDqne faera á mi despecho, (No podiendo olvidarme de que es mía) Mirando la justicia no tendría Mas que decir á toáol'mvy bien hecho. Y es tan cierto que lo eocoentro justo Y qae me teme mncho una descarga Por haberme salido de mi gasto^ dne con obj«^to de qae el sabio adasto No halle e^ta silva demasiado Id^'ga, Uoa Vf z qae ifi« lana. No me h»i8 de consolar si tal sacede^ Lo caal (nqní en coüfiaDza) moy bien puede' Por on capricho crael de la fortuna, Bien convencido de qae en todo caso F ancos y leales segniremos siendo Tan amigos como antes, Te dejo preparándole Ü la aurora El daloe néctar de los nnevos broches Y sin más qoe decirte por ahora, Con el alma, tu humilde servidora, Me alégrate que pases buenas noches. «td» SoH^^ ttitil^» Poesía leída en la velada litevaxia q.ue oelebró la Sociedad SI Porvenir laao^ixe del 3 de Mayo de 1&78. Pues 8e&or« dije yo, ya qm es piWMO Paeato qoe aaí lo han dicho eo el progranmi Qae rompa yo la bendecida proia dae prepaiado paia el caso había, Y qae escriba eo vez de ella alguna cosa , Adf qne le parezca á ana poesía^ ^ PoDgámonoi al ponto , Ya que es forzoso y necesario en obrUi Sin preocupamos mucho del asunto, Porque al fia el asunto es lo que sobra. ; ^ Asi dije, y tomando No el arpa ni lá lira, ,\ , Cine la lira y el arpa . .^ No pasan hoy de ser una mentira, i Sino una pluma de ave { t7on la que escribo yo generalmente, \ Violenté las arrugas de mi frente .j^ Hasta ponerla cejijunta y grave, , » Y pensando en mi novia, en la adorada : ^ , i Por quien suspiro y lloro sin sociego, j 11 . > 152 Mojé mi ploma en el tintero, y li e^o Puse estas ocho letras: A mi atnada. Sa retiato, xm retrato Firmado por Valleto y compafifa. Se alzaba janto á mi plácido y grato, Mostráfidimie las gracias y recato Ojo» tanto adornan á la amada mis; Y como el verlo solo Basta para qae mi alma se emocione. Cine Apolo me perdone Si dije aqni qne me sentí un Apolo. Ella no es noa rosa, Ni un ser ideal ni cosa qne lo valga Pero en verso 6 eo prosa No seré yo el estúpido que salga Con qne mi novia es fea, Cuando puedo decir qne es muy hermosa Por aifis que ni elb miama me lo crea; Asi es que en mi pintura Hecha en rangos por cierto no muy üelet, Aumenté de tal modo sn hermosura 0,09 casi resultaba una figora ^ Digna de ser pintada por Apeles. Después de dibojarla como he didio Faltando á la verdad por el capricho. Iba yo á colocar el fondo negro De su alma inexorable y deedefiosa, Coando al hacerlo me ocurrió una cssa Oue hufidió mi plan y de lo cual me alegroj Porque en último caso, Gamo pensaba yo entre las paredes 1S3 De mi cttwf o sombrío^ iQaé lea importa á lutodes Que mi amada me niegae ana meroedaa Ni qae yo teoga el coraaón vado! Si mi vida vt j(^ta eo U tríciteBa Y «el yugo del dolor ya no aoporta, iCaeré de referirlo en la aimpUn Para que alguien me diga en ^n hanqoeía: Si viera usted que d mi nada me imparta. . . ada volumen de poesías, En versos unos malos y otros buenos Hay diea odas y media por lo menoS| Sobre templos, santuarios y abadías? Para entonar sobre esto mis cantares, A mas de que el asunto vale poco, iQaé entiendo 3ro de claustros ni de altares. Ni qué sé yo de racristán tampoco? Nó, en la naturaleza Hay asuntos mis dignos y mejores Y más llenoe de encanto y de bellena, 154 Y ya qae he de esotibir, haré una pieza Cine fie llame: Los prados y las flores, Hablaié áe la incauta mariposii Qae eo incesaote y atrevido vuelo. Ya abandona la roea por el cielo Y ya abandona «1 cielo por la roea; Del insecto piotedo y sorprendente ttae da eiopiidérse entre las yerbas trata, jaf No, seüor, que aunque estudio medicina 156 Y pertenezco á ena importante c-a^e dae no haj pueblo y log^r en ^ne no pase Por ser la mia bDrrible y asesina, Aparte de qae en esto nay poco cierto I .^omo lo prueba y mocho la experiencia. Yo á lo menos basta boy, me bailo i cubierto De que se alce la sombra de algún muerto A turbar la quietud de mi conciencia. Sobre los libros santos, pe podría Con meditar y con plagiar un poco, Arreglar ó escribir una poesía; Pero ni esto es mny fícil en un día Ni para bablar sobre esto e^^oy tampooo; ^ Porque en fiestas como esta Donde el placar está como en un templo, Salir con el Diluvio, por ejemplo, Fuera casi querer aguar la fief»ta; Y como yo no quiero que se diga Que be venido á tal cosa, Ya que en mi numen ac^otado no hallo Ni el asunto ni el plan á que yo HS^jro, Rompo mi humilde cítara, me callo, Y con perdón de ustedes me retiro. «s^H^^j^ or>A I eida por José Zamora, á nombre de 80 aotór, en el beni^fioio de liaría Servio. Poeblu: tá que prormoipes en f^^gaotes HioiDoa de fidaniriioiÓQ y de rata^Usmo Ante el arte y lo bello; Tu, de caya alma toma La vestal ¿e la gloria y de la fama Faego par^ enoeoder á sa destello Da sa lamia a mutica la llama; Tá. que eres sofiador y eres artista Lo mismo entre la peí qae entre la lucha, Prepara una goiroalda d» tus flores Más queridas y. . .-. escucha, £ra ana cuDa^ no lecho eutreti^jído Da ga^as y jazmmés ,. Pequefio, vtiporotfo, recogido, . . i . • . • Una forma de DÍdo tJomo esos que se ven en los jaidines. Y en ese nido colomoiado al aire Con el vaivén árrnllaaor del viento/ 168 Era ana nifia hermasa qae soñaba Con yo no sé qae blanco pensamiento; Uoa nifia inocente que dormía Eolra loa ehalea da sa tíbia enna, Como ana de esas badas misteriosas Qae fíogen las tinieblas y la lana Entre el húmedo calis de lan rosai»; Virgen de amor en oaya lotfsta frente El sol4e lo inmortal.resplaodeda Majestaoso y ardiente. Con sa raTO dé laz grabando en ella Esa chispa radiosa qae, más tarde. Ante el sepalcro abierto se alza estrella Y en la via-^lmciea de los g^ios arde, Y la noche era negra, era ara nfH^be Qae fllotaba impalpable como un ralo Prendido en las montsfiap, Sin la laz de un zig c^, QaedÁudoaqaella nifia en el Tacto ^ De las tinieblas, escondida y sola,. Oomo qaeda la gota de rocío Caando vierra la brisa ana corola * • Mas de pronto la carva de los cielos Recogió sa gigante vestidaia, Y libre de los pálidos fantasmas Qae rodaban informes en la altara, El aire se oabri6 de resplandores ÍSO Que Be'ararefirofi tibios j temblantes, Uironyeodo la frente de la niña Como an laurel inmenso de diamantea; Y eotonces una vos coja cadencia ' > Sonaba arrailadora Oomo e^ canto de amores de la rirgen, Se oyó qt/é n^peifa Eosn dulce casoadtf' de gbfg^ósr ' — Doérmetto '^al.mía. ^ Gozando riin WlúHjlñ fioésia De la región cftiñ p^^Hú tas deseos. ...•..; Daérmetefl r del arte^ A la que el beso de las auras mece. ..... Duérmete « • ^ « - • ? cuando Tenga á despertarte Ié% TOS de tu destino, Yo^ el argel de tu cuna. Regaré de peifome^) y de ga^ai iiS Sapera cumbre que tu genio adora, Y á donde tiendan las inmensas alas Tu ambición j.tu {é de so&adora. Diji la ▼Qzi.y la corona ardiente ISnsanchando su cerco laminoso De estrellas inmortales* . Se perdió en loa lej^ános horízontesi MeacUda con él fuego d/e Ja i^urora due asomaba sa Inz^ tras de los montes. Despué4iy.iu}i^la n>ñ i Despertó de su mágico letargo, Y emprendiendo el camino De la jornada que á la gtóriá lli^va 160 Eotre el dolor y el defialiento amargo, El mando la miró sobre el prosceiiio ArmncaDdo ao laurel á au dentino Y eacolpiendo ea basto peregrino Sobre el Bugatto ped^tal del genio. Blanca y ti^-roa paloma Qae htsta el templo del arte alió lap alas Para robar al arte ao4 ntcretoa, Descendiendo después sonriente ; bella Entre el apUaso aijÍT«^8al de on nuindo Lleno de amor j admiíacioñ por ella*. Por ella, que eres tfi, la qae boj rec j 4 El ideal de tas saefios infantiles Entre el incienso embriagador del triunfo.. . Por ti qae haces latir entasiapmado El corazón del pueblo qne boy arranca La cadencia más dulce y más sentida Del arpa de sa gloria, '^ Para arrojarla con fu ior más blanca ' Sobre el gigante altar de tu victoria. Por ella, qae éfps tá, la más querida ' Esperanza de México, n virgen A quien el porvenir deede Ta caira Prometiera su espléndida g;iñrnalda, Y que hoy vierre al rumor de 1m onqni^s Que tu celeste fnppirsción abona A eefiir en tu frente esa corona Que h^ce iguales á Dio^ y & los artistas. OfiliRCIOfl i los BoertR de h Swieilail Filtiátríe». CcuuMlA/a Aororfi eooieode las montafi^*, Y el ágaila que daorme He «¡ente acariciada («r tas besoa, El águüa se egita,pptre,laa rocas De sn Milv>«je y solitario DÍdO| Tiende la vi^ta al cielo DomÍDio de bq etnpi'je aobemao, Y deeataado ^1 podeiMSo vuelo, i;ra8a la eelvaí «I lUfUS Del llano ae levaj^ta beata laa cumbres Que la «^xtauaÍQia eoioiis Y allí fueite y. rehujita, Eq pie sobre la oiave j el granito/ 8e alza de nueyo j sube hasta que incrusta Sus foroias de gigaif té en lo.infioito* Cuando el sol de la gloria, 102 f^nrtiendo en el eepa^io-ioteligencia Bnña á un niño en sa loz, el niño se alzi 8obre el desierto oscuro de la vida; Y guiado pt>r\nt$ que «n^ ao condi#D|ia Lleva como uña lampara encéodida-, -^' Destorrado del cielo sobre ei muodo Y entrevif^odo su patria A través de la bruma de su ensueño Se laDZa de. su ept-ueño por la via, Dejando al con fandfjrae con la nada^ ' : í)e su carrera de astros como huefta", Las letras de f»a nombre, Que Fon como las ma y i oa s eelrellas Que brillao al crepuaculo del hombre. Letras que al proyectar sobce la tutnba' Sus luces iomort.ales^ i Son la más grande blstdiia * ^ Q,ne pudiera gravaren sué aiiaHss La virgen soberana de lá gloria. ' Eo la cuna de aquellos doe boy tienen nuéstraÉ alma« por iianttmTio Y por incienso, el de las rOM» blauOM Que nacen en los bordíes dét dsarió; También surgió con su f»fget4e^atirota La chispa de la idea, tamb^éa éltós- Sintieron palpitar Fobre su frente ' Los ósculos de ese ángel ^ue en la iferHe Bija á inspirar sua'stteños a! erf^entK . . ; . ': « SueñoB blandos j dulces como todos , Los que €u ánfora enmera Y qae al fundirse cm el hambre, lo haoeo La encarnación de Dios sobre la tierra. El ideal de flot almas, el que en ellos I' filtraba la los de sos oarioias^ £'8 el amor bajóla doble forma Dal espacio y del mundo, Del mnndo, en la expreeidii de soe dolores Marcados por la fes de no moríboado, Y del espacio, eomo la hoetí» blafca En donde ooolta su divina esencia, Rse cristo del pobre j del que sufre, Que se llama la ciencia. Y esa fué su visite, esa la doble Senda en que dividieron el eamittb, Sefialado eti*Éii áCSn supremo j noble Por la sonrisa dráTigel dét destibo, £ea la ardiente ciñía en qne se ala^ron Pensadoreey ápSstoles á ud tiempo, Buscando la verdad mientras vertían L% mftrT de stis virtuosos corazones la^uales l^#wi Bttbee qiae sq laAzaii Tras la huella del «ol por al vacio. Derramando í \a ve» eobre la tierra Las caricias do amor de eu X(háo. Y asi fueron en tanto que la vida Latid bajo de sna cráneos; Fé y co]^«^ estrellas j perfumes; Sublime diialidad de OQ^ al^ma misma (due en distinta región alzando el vuelo, . 164 Arriba, era la forma de la idea,- Y nhuji)^ era la fuima del ooDsaek! Af>í faeron* • . • • « coDStaote M^Gftficia Sobre el altar del bien, m^^rtires prootoa Á morir por BUé oreeDCÍaa en el ara De la impiadada suerte; Grupo de caridad qae aparecía Fiel en cumplir ea aui^afito peEMamÍM»fco« Donde quiera que hallaba uo •ufrimieoio O el buitre de la moette ae meeíni.. ..< Y onaudollenoa de eee santo orgullo due la virtud derrama en la conciencia Tocaban ya la ounabre biilladoia De su yisión quarida^ La vida los dejóU ..... peco íaa fiasea Que al dolor ariMcaroa ooo au mae^tei ' Fueron bajo el. destello ^acrocapta . Ctoe irradiaba al fulgor de su memoria, L Es qae desda él ^'HoBsa^: .. . .- /, .; ;: -j O Sin contarvá'Fiay »iitU0 y á Oaroilaso . ,.' i > No hay poe^é fue m^ hable 6 oa^a pasa, r, Y PeiJÉjvidá deloaoipo y de sM eosae;- )í) t^U Y tanto de piigDffico»yidetbttetiio s - ^ -it. ^ Nos di«eit4e esa vid^v > - - "X^ .- ?//[ Y tanto no8:re|Mte^ h ¿ác^i«9^ii&r ^* r g>»V Senda fflmfmta del urcad^agenffy'^ r 'Hl Qae {juanas dan de veras / De comprar nnas buenas diaparreras De abandonar el fieltro por el ABohO| . -- iro El bastón por la reata, Y adioa dioieodo á la ciadad ingrata, A caballo 6 é pié lanzarse á un raocho. Y como esos sefiores Saben decirlo y presentarlo todo Con ese momodeodo Exolasivo á los bnenos escritores. De aqai resalta en oonsécnencia clara cine «nte caadros tan bellos y felices, Más de cnatro lectores Se qaedan con nn palmo de narices Y so&^ndo en rediles y pastores. De estos caatro entusiastas, el qué menea Es segura que exclama: # **Ohl la vida del caropol Oaán herm so Debe de tar en la abrasada siesta Oosar de la frescura ? del reposo. Cabe la margen del riachuelo undose Que corre serpenteando eo la floresUí.** O bien si se halla oeroa la^ seliora Con la que pieasa dar en el busüU, Y que ttoD9 por fuerza que ser Pilíf Deade el momento en que entre i labradmrK, Le diré; 'Tor la tarde, Pilis mSa, Noa iremoa al monte, y deade el mooto Veráf enán gibtoea al morir el día SI cuadra que préaeute el horisótit0«^ Y esto, que ciertamente Es de uua grande y poética belleía, he parece al seftor tan oonvinoenta 171 0,06 lio andarse en chicas Ñí penaarlo primero, 8e mete de raockero en la confiania De que el dolor no poede aer nmehero, Ahí ii yo refiriera ana por ana Laa vfolimaa q«ie debe Eite error qae en el eigto diea y noere Ya haciéndote tan mro por fortanal Sin caminar más lejos, To que oonmigo aun no me reconcilio For haberme boscado esa desgracia; * Yo soy el más completo Terbi-gracia Da nn mártir de sn amor por el idilio. Dióme h(ice tiempo ya por la manía De leer y releer cuanto á mis manos Sobre la vida pastoril caía Y tanto di en pensar noche y día Sobre los bienes rúiticos y urbanos, Ctoe convencido al fin de que la corte Solo ee del mal y del dolor la senda, ' Exclamé: que el demonio te só{k)rte . , I Y después de pedir mi pasaporte Me puse en dirección para una hacienda. Aun no asomaba el rubicundo Febo Poniendo al universo como nuevo,. Y el saltador y alegré jüguerillo Aon no alaaba su canto entre las brefias Cruando yo y mi tordillo, Un animal muy bruto por más sefias, ira Atravesando cerros y amistando Aqoí á QD conejo y máa allá á asa liebr9f . íbamos yaeo^Tcreda y caminando ^ ^ - Yo eabttscaáeü&bc^y étd&aiiimflebi9«''^ Después 4^ pnf^ hoja ^afg^ i idÁ De correr y correr á Ia^ Después de una h-^ra impía * i. De correr y de andar inatümente, Sin poder distingair ni aun vagamente L<%s sefiales de alguna ranchería Dimos por fin con una Doode cansados ya de c^rc^^r tanto. Mi animal se alao y dijo: quefortunaí Y yo me buje y dije: aqui me planM Hacerlo y qae tres perros Sa me echaran eocíipai fué todo uoo^ Pero á la voz de alarma Salieron de la cbosa unos pastores, Y cogiendo anas piedras, que son la arma Do que se valen eiempre esos señores, A sa sola presencia fué acabando Del canino fnror hasta el resídno, Y yo pade por fin en eco blando Cantar la instalación de mi individuo* — (Oh habitantes felices 173 De esta comarca rústica y traoqaila» ..»,.! Les dije yo tan luego Qae vi á los caDCS en logar leguro, •^ Yo TODgo eqoi tras del feliz aocíegp Que en la alma del labriego Derrama este aire embalsamado y pnro, Cansado de la rida Qae se lleva en la corte aborrecida: Yo vengo con el mal qne me destroza, Y qae gimiendo mi zampofia exbala, A qne me deis an sitio en voestrax^hosa, Media torta de pao. . . .y ana zagala — Atí iaé) sobro poco más 6 menos. El pequefio y trigtieimo diecarso Que improvisé al mirarme entre el oonoarsd D^ aquellos hombres fustioos y baenos; Y m^dia borá d^spué», una pastora, No Flérida ni Arminda, Pero, eso f^í, tan linda Cine casi era una chica encantadora. Sé presentó á mi vista completando Oon un trozo de pan que me trufa Las tres cosas aquellas y haciéndome gozar oon todas ellas, . De modo que yo dije: aqui e« la miaJ Nunca )o hubiera dicho O por mej >r decir, no lo hubiera haóbo,^ Paes apenas sintió ella sobre sti hombro Un beso que 1^ df en mi desvarío, 174 Oaando eon triste aiombro, Cajo de mi ílnsioD sobre el escombra Ud bofetdD de Dios y Señor mío i Después de que comí aquel pan amarga Al qQ<^ hizo más amargo este detalle, De mi iS y de mi creencias en descargo PronoDcié suspirando un sin embargo^ Y me puse en camino para el valle... . . .f Allí, pensaba yo, mtentiras seguía £1 mejor y m^s cómodo sendero, Allí bajo de un olmo Bncontrare un consuelo en mi tristeza,, Yaqu9 la péifidí epa A mi pena y dolor ha puesto colmo. Baj^sus verdes y brillantas bojas Ir6 á florar U pena que me mala; Y si la muy ingrata Va á reírse aún allí de mis congojas, Pues que en mi tierno y ardoroso ahinco Ni una sonrisa de su amor merezco, Ó le hago comprender lo que padezco, O le hago comprender c?¿ai|/a^ son cincof Pero, sefior, en el bendito valle, Como la alma de un poeta de veinte aftos, Todo estaba 1»n seeo y tan marchita Como ella á los primeros desengafios, Los árboles sin ramas y sin hojas, La yerba macilenta y amarilla, Y en medio de este coadro y á lo tejos^ ITn arroyo estancado á cnya orilla . irs RamiabaD ooD aíin dos toros riejof, Ante (al panorama, To que ñafiaba corooar mi frento Uon las flores cogidas á uoa rama De Us verdes y mochas de la faente; Yo que sofiaba recrear mi oído Con la canción dalcisiica y sabrosa De) tordo filarmónico escondido Cabe las ranaas de la selva umbrosa, Me senté sobre el tronco de nn encino Y me pope f llorar cdn tantas ganas, Que los cielos al verme y al oirme Llorar con un dolor tan verdadero, Empezaron también recio y de fiíme A gemir y á llorar nn aguacero. Ají como,, y cómo entonces Eztrafié Io8 simones de la plaza, Y cómo fué aqoél líquiío elemento Que entraba hasta mis huesos poco á poco^ Jfil mejor y más sólido argomento Hará obligaros á ver que estaba loco. Cuando llegué á la choza, las estrellas Brillaban ya en el éter indeciso, Y en derredor del fuego Que alumbraba mtiy poco ciertamente. Me hallé con que á la ley de un nso afiejo, Pero para ellos bueno y neoeivario. Bajo la Voz de un^virjo, un peco viejo, Rezaban todos juntos el rosario. Esto si no es conmigo. Me dije yo al primer Santa Sfari^^ Tiendo que no era sqneila la más propia, 176 Ocasión de salvante del iofierno, Y eacontrando eo la fa que mi alma acopia Que aquella copia era may mala copia Para darle el valor de un Padre EterDo! Y como el eaeño, gente que no reza, Me estaba yo doblando la cabeza Y yo enipezabaya á sentaren mi alma Sus primeras y dale«>e vaguedades. Me decidí i dormir ^n santa calma Para aoabar con tantas necedades. . . • — El sneño por. lo meóos Me hará gozar de la ilasion qoe ansio—' Pensaba yo temblaodo Y estremecido todo por el triol — Y como ellos me ban paesto en este brete dad peor no paede ser, según barrunto, Evocaré á Fray Luis y a Navarrete Y les diré lo que hay sobre el asunto, , . .1— Y me dormí. . * . pe ro una santa gota (aloe cayendo, del. techo Con una precisión constante y rara, ! Bajaba desde el techo hasta la cara Para seguir después por todo el pecho, Me obligo á despertar en el instante En qoe soñaba yo, lleno de galas, Bailar bajo la luz do un sol J^riHante. Eo^re un grupo magnífivX) y radiante De blancas y bellisimas ásgalas. Ahí y lo qoe roncan esas buenas gentes due á los más fuertes árboles destreocan^ 177 Y qae haceo tanto raido oon los dieetes Ctoe parece mentira lo qne roncaDl Nanra me hubiera yo ni sospechado Ver por aqoel loa. mondos, Reunidos y darmiendo lado á lado Tontos bajos profundos. ... Ari 68 qoe hallando aqoello peor qae et -t^O^i Paes era una calomnia contra el arte, Le di graQias a Dies^y después de eso^ Meiarffué con Ja mdsia é otra parie. Metido entre un tri^l y decidido A terminar con él lo que era fácil No estando muy crecido, Me eocjntré al animal de mi caballo Tan'dado y atareado en su faena, une i no ser por tin medio Muy usado y común eotre animales. Probablemente no hallo otro remedio Desacarlo de aquellos andurriales. Y aun no asomaba ilaminando al mundo La dulce claridad del rabieando, Y la pastora aqaella Aun no se alzaba á ver la ultima estrella, Cuando caneado ya de sartan k>ca Y de sofiar en la qn» ya no pasa, Rompí de la ilusión l¿i duloea redes Y me volví á la corte y á mi casa Donde estoy á las órdenes de ascedei, Á X^HfiMORlA DEL £MIN£NT£ NATURALIsT £L DOCTOR Si eso fuera verdad, ei faera cierto, CIqa la filtima palabra de la vida Efl la palabra débil y no oída OoD qae del mando se despide qq manto, Si la f xif'tencia humana Solo durara lo que dora el soplo Que alienta } lá empnja en su camino, Y si el límite negro de las tumbas Fuera el limite impuesto á su destino; La majestad que su misión encierra Con su aliento vital se perdería, A el cadáver de un sabio no seria Sino un cadáver más sobre la tidrra« • . «I Pero, nol que si el golpe de la muerte Es bastante á doMar bajo su peso Lo mismo que al idiota al varón fuerte, Jamás podiá la tumba Prestarles á los dos la misma talla Como el destino ciego Jamás podrá bajo tu golpe injusto 179 Igualar á la eociná y al atbasto Que inedan bajael baoba del labríega Los bombres pop igaales ^nte el abierto fondo de an sepnicro, Poqae del hombre en el cadáver fiío * La cceacióo inmortal do ve ni encaentra, Sino QDa eelataa qae al perder la forma Para otra forma en sos talleres ebtra; Pero allí donde se hnnde Todo pié, 7 bnmedece todo labio, Allí donde se pierde y se confaode La huella del idiota y la del sabio, Si la tamba entreabierta Cabré á los Hos b<)jo la misma calmai Y si al cruzar la inmensidad desierta Los dos encaentran la misma puerta Copfondidndo en el cielo á una y otra alma, La justiciera hiotoria Dejando al uno vejetar perdido, Alza a! otro un altar en SQ memoria, Marcando entre los dos la diferencia Clue la, tierra y el cielo Borran ante la vida y la creencia, Y haciendo en el logar aborrecido Donde acaba esta vida transitoria, Algo como otro cielo de la gloria, Y algo como otro infierno, del olvido t Podrá el cinoel hebreo Dar á Josué una estáte a en sus tallerei Y negar esta estatua á Qalileo; 180 Pero DO podrá hacer qae olvide el mnudo El robneto y divino é pur si muove De en credo profondo; Q.Qe á peear del fanático sombrío Que en el silencio del dolor lo encierra, Su grito sonará sobre la tierra Mientras rnedo la tierra en el vacío. . , . . .! Podrá el tempío cristiano Desdeñar para su aire otro perfume, Que el del incienso que eó columnas blaticis Sobre el dorado v^so se consume; Pero el santuario augusto de la ciencia Jamás tuvo en su altar mejor aroma, due en aquel santo día En que era un mundo entero el incensario Y un loco, un pensador, un temerario, Quien aquel incensario le ofrecía. La ciencia como el cielo Tiene también sus himnos y sus cantos, Y lo mismo que Dios, tiene su culto, Y lo mismo (jüe Dios, tiene sus santos . . . , En vez de Itis suntuosas catedrales Que el suelo cubren con su inmensa táole, * Ella tiene la esou'ela, donde unidos * Por el amor sagrado de la idea, Sobre el arpa l^todita del santuario Levantan la oración del pensamiento, El sacHO contemplando el firmamento Y el niño deletreando el silabario. Y allí es donde la gloria Tiene un altar y un busto Para oada escogido de laVistoria, 181 Allí es doDde la oiencia Ya á repetir entre el clamor del mando, La palabra de luz del moribundo dae BOCümbe en la fé de sn conciencia, T allí es donde ik vives, varón josto, A\ que ahora bendice en sqb altares La santa vos del porvenir angosto; El qoe tn ciencia y tos virtudes premia, üonsag^rando á tu ciencia y tus virtqdes Las canciones de todos sus laúdes En el templo inmortal de la Academia Allí será donde tu boca, el libro, Nos seguirí ensebando las verdades Que al Universo te arrancó tu aliento; Y allí donde el progreso agradecido Cuando la historia de tus hechos abra, Llegará con tu nombre bendecido A tocar á las puertas del olvido Para hacerte brotar de su palabra. ^í;^^^^ Leída en la sesión qne el Ueraeiado Hidalgo celebró en nonor de Dofia Gertrudis Gómez de Avellaneda. De los tres oieloa que reoorre el hombre De la exietencia en la medida impía Caaodo la gloria me eoseAó ta nombre Yo estaba en el primero todavía. La pena qne del pecho Hasta el abismo lóbrego desciende, Y del cadáver de un amor defihecho FÍDge flotando en derredor del leobo La aparieión bellísima de nn duende; La sombra á cuyo peso aborrecido Mnere el placer y el alma se acobarda, Tratando de evocar en el olvido El recuerdo dulcísimo y querido . De los besos del ii^j^el de la guarda; Todo eso que en la frente Deja un sello de loto y desconsuelo, Cuando en el alma pálida y doliente No queda ni la fé que es del creyente La ultima golondrina qne alaa el vuelo. Todo eso qne de noche 183 Baja hasta el corazón como una sombra, Y qne terrible y síd piedad ninguna SoB ilusiones todas despedaza, Aun oaertt sobre. el cielo de mi cuna Ni la pálida nube que importuna 8e levanta enseñando la amenaza I Dichoso con la dulce indiferencia Del qne al amor de su callado asilo Ha ?ivido á la luz de la inocencia, Acostumbrado á ver en la t^xistencia La imagen de lín azul siempre tranquilo, Yo entonces ignoraba Q,ne, más allá de aquel humilde techo Qne BUS caricias y su amor me daba, Clamando al cielo y ft>to SoDsroD pobre mí alma eFtfemf>cida, Como si riendo ud ppjero la vida Quisieran d^^spertarlo al sentimiento. . , ,r Tq nombre va ligado en mi cariño Con los recuerdos sao tos y amorosos De mis tiempo^e nifto, Con los placeres dnlces y sabroeos De eFa época sonriente En la qne es cada instante una promesa^ Y en la qne el ángel de la fé sao no be«» Las primeras arrugaf» de ^e^frente; Tn nombre es la mem<»iiifc Del pneblo y del hogar á donde nn dia Fué á estremecerse el eco de tn gloria T el trino arrnllador de tn poesía; La evocación de todo lo más santo En medio de mis noches desmayadas, Qne aun tiemblan á las dulcen campanadas De aquellas ho^as en que amaba tanto. . . . Y asi, cuando yo supe due abandonada á tu dolor monas Y que en tu muda y lánguida trietei» Renunciabas á ver junto á tu lecho 185 QaieD, al rodar ein vida to cabeasa, Recogiera>l laurél¡de¡tu grandeza Y el último eollozo de ta pecho; Caando yo sope qae en la huesa iosana. Te ioclinabas por fio pálida y sola, 8ÍQ qae al aiios de ta alma soberana Se enlatara la cítal*li¡ca batía, K¡ gimiera la cítara española; Al darte mis adioses, los adioses De la eterna y postrera despedida, Sentí qae algo de triste sollozaba De mi dolor en el oscuro abismo, T que tu sombra que flotaba arriba, Al extinguirse y al borrarse se iba . Llevándose un pedazo de mi mismo. Y entonces al poder de los recaerdo's Borrando la distancia, Tendi mis alas hacia el nido blando De los primeros suefios de la infancia; Llegué al rincón modesto Donde tus dulces páginaalleía A la fé y al amor siempre dif>pnesto, Y allí, de pié frente á la blanca cuna. Donde en sus flores me ei volvió el destino, Basqué en su¡fondo alguna Que aun no cerrara su oloroso broche, Y en él hallé adormida Esta con la que el alma agradecida Viene á aromar las sombras de esta noche. Deuda que en mi cariño Contraje desde niño con tu nombre, Esta flor es el cántico del niño. Mezclado 000 las lágrimas del hombre^ Esta flor es el trato de aquel germen €lae derramaste en mi ni fie z dichosa, Y qaé al rodar sobre la humilde f sa Donde tas restos daermen, Entre sas piedras ásperas se arraiga Recogiendo ta jago en tus cenizas, Y esparando en eu cáliz á qae caiga Lh gota de los cielos qve le traiga La esencia j el amor de tus sonrisas^ CINERARIA ANTB el 0ADÁ7EK PE LA SBA. LUZ PBBSA. Jamás pensé al venir á estas regiones Que mis palabras ultimas serian Para hablar á nn cadáver. ... Ni nanea que las notas de mi canto Al perderse en los aires sonarían Mezcladas con el eco de mi llanto, Coando yo vine aquí, casi acababa De sentir y extrechar entre mis brazos Al buen amigo que en sa noble empefiOi Sí ftftba en nn laarel para la frente De la qne hoy duerme en el sepulcro el suelo Ctae dura y se prolonga etei Rímente. T ese hermano me hablaba del cariño £1 :nás puro entre todos los amores. Sin penas, sin temores, Casi volviéndose al hablarme un niño; Y le enviaba conmigo sus recuerdos, Y le enviaba conmigo sus abrazos, Y alegre-en el amor en que se ardía, Ni siquiera pensaba en ese instante. Que su madre distante, muy distante, pa9i en esa hora se moría. 188 Yo también tuve an padre que á la toB% Rodó flio que tnÍ4 labios lo besarüo, Y 8Ó lo qoe es ese dolor profundo Q,ae h^so una noche eterna de Ioa días Y uo dem^rt ) tústíaimo del mundo, Yo (é qué horiz inte es el que se cierra Delante del espíritu aterrado, Cuando eleva sus alas de la ti&rr^ La que en su pecho maternal encierra Canto se a^za de bueno á nnestio lado. Yo adivino e^a per a, y porque casi Siento la misma arguttia (|ue deyora Al huérfano infeliz que en su aislamiento Busca á su madre y por sú madre llora, Yo le traigo en su nombre mi gemido, Y la eterna promesa de que nunca Caerá sobre esa lápida el olvido. Yo le traigo en su nombre mi lamento, Yo le traigo el canto de una lira Que cuando se habla de la madre tiembla, Y cuando se habla de su amorte inspira, El adiós que sut labios no lograron Dejar caer sobre sus ojo:^ yertos Cuando á la luz del mundo se cerraron Para abrirse á la sombra de los muertos, Mi adiós que en momentáneo regocijo l^a agitará volviéndola á la vid^. Para que pueda oir la despedida CiiU que la vengQ á saludar por su hijo.' 15 DE SEPTIEMBRE Despees de aquella página sombría Eq que trazo la historia los detalles De ftqu«l hurrible día, Oaando )a triste Méxtitli veía Seaibrala.de<3adáveres sus calles; Ddspné* de aqaella paginado dneio Por CaaDkcemoc eso ita ante la historia Cuando sintió lo inútil de su anhelo; Despoés de aquella pCgina, la gloria Borrando nuestro oielo en bu memoria No volyíS á aparecer en nuestro cielo. La santa, la querida Madre de aquellos muertofl, vencedores £q su misma caída, Fué hallada eatre ellos, trémula y herida For el mayor dolor de los dolores. . . . £a su semblante pulido aun brillaba De su llanto tristísimo una gota A su lado se alzaba Junto á un laurel una macana nata. , . . Y abandonada y sola como estaba Vencido ya hasta el ultimo patriota, Al ver sus ojos sin mirada fijos, Los espafioles la creyeron muerta, 190 Y del iDcendio entro la llAina incierta La echaron en la tumba oon sos hijos , Y pagaron cien afios y trescientos Sin qne á ningún oido Llegaran los trististmos acentos De su apagado y lúgubre gemido, Gnando una noche no homlre qae velaba Sofiando en no cé qné grande y aagqsto Como la misma fé qne le inspiraba, Oyó nn inmenso grito qné le hab aba Desde su alma de jasto . • , » — Yo soy— le repetía, I>escendiente de aquellos que en la lucha Sellaron su derrota con la muerte. . . . Yo soy la queja que nirguno escucha. Yo soy el llanto que ninguno advierte!...., Mi fé me ha dicho que tn fuerza es muchai Que es grande tu virtnd y vengo á verte' Que en el eterno y rudo sufrimiento Con qne hace siglos »in cesar batallo. Yo Fé que tú b^a de darme lo que no hallo; Mi madre que está aquí porque la siento.-!^ Dijo la vos y al santo regocijo Que el anciano sintió en su omni(K)tencia^ — Si el indio llora por su madre— dijo, Yo encontraré una madre para ese hijo, Y encontró aqella madre en su conciencia A esta hora, y en un día Oomo é8te,en que Incensamos $u memoria. Fué cuando aquel anciano le decía, Y desde ese momento, fatria mía, Tú sahQs bien que el astro de tu gloria 191 Gla«rado sobre el libro de tn bistoria. No te ha paesto en tus oielo8 todavía^ A esta hora fué cuando rodó en pedazoi La piedra que sellaba aquel sepulcro Donde estuviéte como Cristo, muerta Para ref^ncitar al tercer día; A esa hora fué cuando se abrió la puerto De tu hogar que en su seno te veía Con un supremo miedo en su alegría De que tua parición no fuera cierta; Ydesdet ese momento, y desde esa hora, Tranquila y sin temeré* en tu pecho, Tu suefio se cobija bajo un techo Donde el placer ea lo único que llor». » . , Tus h'J 18 ya no gimen Como antes al recuerdo de tu ausencia Ni cadenas hay ya que loa lastimen , • » , En sus ferooes campos ya no corre La sargre de la lochi y la matanza, Y de la paz entre los gocea suaves B jo un cielo sin sombras ni vapores, Ni se avergü^nzrin de nacer tus flores. Ni se avergüenzan de cantar tus aves, Qrande eres y á tu paso Tienes abierto un porvenir de gloria Con la dulce promesa de la historia De que para tu sol nunca habrá ocaso..,.,. Por él camina y sigue De tu lección de ayer con la experiencia; Trabaja y lucba hasta acabar esa obra 192 Qaeempeza te al volver á la rxisteDCÍa, Que hay algo en tus cárceles que sobra, Y hay uo aigo que el vuelo do recobra, Y hay algo de É»paña en tn coDcieucia. Yo te vengo á decir que es necesario Matar ya epe recuerdo de los reyes Ciae eacondido tras de nn contenonario, daiere darte otras leyen qub tos Iryes... . Que Dios no vive ahí donde tas hijos Reniegan de tu amor y de tus be^o*, Cine DO es él que perdona en el cadabo, dae no e3 el del altar y el de los rezop; due Dios es el que vive en tas cafoafias, due Dios esel^ue vive en tus talleres j Y el que se alza presente y encarnado Allí donde sin odio á los deberes Se come por la noche un pan honrado. Yo te vengo á decir que no es preciso dne DQuera á hierro el que con hierro mate, dae no es con sangre como el siglo quiere due el pueblo aprenda las lecciones tuyas; dae el siglo qniereque en lagar de templos Le desercuelas y le des ejemplos, Le des un techo y bajo de él lo instruyas. Así es como en tu frente Podras al fio ceñirte la corona dae el porvenir te tiene destinada; El, que conoce tu alma, que adivina £o tí á la santa madre del progreso, 193 V qae hojr ante t\ recuerdo de aqaella hora Ed que ano de eas besos fué la anror Lh alma al dormir y al despertar las manos.*, Y pensando en todo esto due por haber pagado le parece Mis bonito y más triste por supuesto, S^ aflige, languidece. Y parece hacer más rápido y más pronto El término qne taita £ su carrera. Se levaota, y de^pué?* de — Soy uo tonto— C( je el libro ) estudia uua hora eotera. Y eKtndta. • • • y d^n las dos de la mañana due loeDcnentran despierto, Y dan las tres y coo el libro abierto Lrt sorprende la Iue por la rentana. « • . Pues aaoqne Pablo sabe Ufie DO hay futáis i 6 vtgor que no se acabe Cuando se bkoi&mss de lo df bidi\ Ve que su aU^^nto juvenil se ago»!^. Y arrojan J& ea« máxima al olTÍdo> • biRne siempre lo roiítno, decidido A «er QD b mbre sabio i teda cost». Mas ro yaya á promm qne etto m «odw. Lo qne b«ce qne él trab^j^ de ente modo, Poe8 qaeda y f*lta por dfcir qae Elena, «oe en muy herniosa y .^eméa muy baeaa, •'6 dijo fcl otro día ' ^ ft'ie le Kostab» laadko la poe» h, Y qae m nmarle más pofible fnera AuD más- de b que le ama le amarí» 81 el sapiPra deok b 4)a» sentía ■Ue la misma manera Q'ie nn poeta onalqniera Tratando áe detiifo b díií»- Y como Pobló, eo cuanto á E»er« tco» Nunca ha sabido desplegar la boca Mas qne para rendirse A sos aot jos. «a visto en la mírala de sua t jos «ene do tbí en sda'atite Si ha de d-eirles á sus labios-.Tt^jo«— 1 endrá para en-ontrar el consooaate •lae ponerse de Kinoj<>8, Y queriendo agradarla á ca<»lqnier precia^ Aucque Daoca- j-imás h» esorito ana od*. ^ur no hacerse acreedor á su denprecio *'«os6 en nna oda y escribió tan recio «toe «o méooe «n» U» di^ U biao t«d«¿ 20t Líi cx?á no etJi may bu^oa C4>mo es fécil pensarlo; p^ro Elena, d'ie 86 ou llamar la más hermosa D^ todo el uDÍ\rerso Y esto no eo simple prosa sino en verao^ Lo ooal como se ve ya es otra oosa^ RnáUnte de alegría Prop'180 qae la prosa Abolida por siempre quedaría Bq cufiDtaA cartas él la escribí rfa: Y Pablo, qne do hay molo de qqe paeda Resistir á nn caprích > de so amada, Tras de — la prof« qneda desterrada—* No supo más qae contestar-^paes queda. Y asi con la alma henchida De ternura y pa ion por su querida, La escribió diariamente Usa carta de dos ó de más h jas, Donde forzosamente Hay muchas ímñe^ débiles y fl ji», Pero ea cambio tambié i y de repente Algnoa que por nueva y por valiente Rrcuerda á los Quiotaoasy loa Rroj^s, PuAfi Pablo en fu rz» de escribir cuartetas Y de educar el gusto y ú oí Jo, Hü conseguido ser aplaudido Y al nombre y 8pel>ido de otro^ poetas Ver agregar su nombre y apellido. »yi ▼I T esto qm el pobre ínoz(\ Se eocoDtró coq grandieinio alborota Cierta vas^que ün periéJico lel»| Se lo eost fWS ft íq amada Con macho del rabor y I» alegiSa Dril qne por Vkz prrmeta Mira una co.^a ouya {mblioad^ GitHDda h^ BÜo, ademas, ac>mpafiada* Dd una lisor J4 ó de uoa ñjt cual<)uierflii' Cüáo cierto es-qae ia fisiona Brotaodo de la cosa mas «eoeílla - T. ma las forraai de lo real y b illa De la ambioiéo eo ia éptVca iladoria, Eo dos liaeiiB ó tres de g'io^tikl» €tue a U en la aoledal de n^n bobardillft Se apreodeft muchis veces de memoria^ TU Lleoa de re^'^cíjíi Por la pruebjk de amorcpie !e prepentav dnedd Sleoa coo e^la tao e crteata due qoerieDdo httb'ar miichi) Dad»i d'p^ Mas si napiidi h^bW poique su boca No estaba eo aqael pnoto p^ra eao El cambio le abrazS cjmo noa lce« Y le dtó de so dicb» eo un exceso due casi ca«i en la demencia toca, Uo baso de esa espf^cie qne provoc» A b'Ocr mtermkabk eaJa b^ao. 203 VIH Pb(>Io, <¡\ye en U pasión en ^ne ce ardfa Puf )a Kreck)8a Eleua Al pecflHT en el beeo de e<]nel dia^ No Boertaba á erCwOtrar dí oompreodía Qie pudiera esistirooca aiág bneoa. Henchido de eBperarcan y rieQfrfio ijvmo 8qi)ét que do lleva eo 8U meroorta Ni ano la «ombra del duelo toáe peqüisfio, ; A^ entregarse aquella Docbe al ^utfiío No » fió eo otra cení que en la gloria. Sobre í»n a4t¡va frente Brillaba ioDMrceitible 7 refulgente Ln que pu nombre Dicho i^iempre entre muciiora en elJaájuuneditandp 204 Con on placer inroeD^Oy Eo que si la áobia Dible qne leap^o» • Llegase al fio á realizara» an dn. Al corazón que ha coDsagrade á Kleim Sa corazón de poeta agregaría, X Y Pablo, á qaien le aobra Faerza y valor porqne le aobra afee^Oi O€»D0Íbe en aa interior no gran proyecto Y ain pensar en máa lo pone en obia; Llegando á tal ex^^remo en en demeoois Y i tal pnnto llegando en en arrebato, due ha olvidado loa libios y la oienct» Sin ver qne eatá enfermándose de ausencia Sq poltra madre qne le dice — ingratof XI « Y es qne annqne Pablo qniere á 8a familia (von el afecto de nn amor g^giblar de machftS cosaá .Siempre olridaban al partir alguna; Al dar la media noche, vuelve aquella Que pur primera vez lo b)ll6 con ella, Y tropemudo at delirar en eso CoB aquel lindo beso de aquel dfa Tan dulcemente) en su memoria impreso, Ni puede resistirse á enviarla un besO| Ni puede aborrecerla, todavía. • • J «I T->"Hacer, y b^cer lo que biz^^ '* Saltaba él sollozando de improviso, — *'Blla qae era tan pura y cuya frente Un cielo hermoso de virtudes era, Tener que huir del üiuodo y de la gente Como la infamia ó la.(;i¿iMKlio jMCÚMftl .* < MAlar «1 iol fNum toa rjo« bélica B jo la Doohe ep qaa el dolor la abisma, Y atotieodo laa* Ugriinaa eo elloa ICnvolverae la fas eo ana cabellos C)o la vergüaDE% faorribie da ai nuisnoía; BnecHr en otro pecbo laa dnlzaras De qoe mi peeho rebosaba lieon, Sid dejar é mi aiiHir aaivar del cieno Sqb ahto" Un bhncaa j tao purea. A}l oimodo yo |x>r alfombrar su huella Si para alsarse al cielo bobieía aHO| ^ OoD ^ la paloma ddi-hacieado el oide Ifol^ra dado el ooraaeo por ellt . . » / Y PaUo i^Q el dolor que le devora De aa vida ante «i p¿ramo deaiertO| Se ioclÍDa y g*me y largnideoe y llora Como deben llorar ea la ñltima hora Los iomó^dile^ parpadea de qd muerto. IV has veoea, TMo soek 'on la ilusión Me que ef to le consuele B uc«r el trabajo y la lectura Olvidando las penaa de aqní abpj^, Eaa tregua al dolor que la amargura £ icuentra en la Ipctura y el trabf»jo. . . . O* jo loa librea que en mi^jorea días Formaban de au afatt laa alegiiaa, Y abdéodolt a por fin con el denuedo De una reaolución bien meditada Des pu éi d ft muaho lat y ju> ki qéd#^ C« nclaye al cn\h por ésmr«-^no pocA f Bates j toma en fiegnida La miema ploma aqaeila dae de manoB de Elena recibida. Le ayodó ood locfiUffioBde ra vida- A escribir laotas páginas para «lia. . . • La clava eo el papel ftbricitanta atihfecho Con un inmenso júbilo ^p el pecho Dando forma a una idea Qae en su amorosa sencillez abona, llxclamó contemplando la coronti: -*¡Qaé dichosa va 6 ser quando la ve»I 31w Vil T en Unto, nqnella madre, aquélla aoseots Fin consuelo i^i al¡vio en en corf^^ja L^oiaba »o1a y ho teoer ni ana h he cido Parodiar con feros desenvoltura Una frase muy vie|a, de' este modo: — iVo se ha p fdido nada cuando todé Se haya per4ide menee la hermosura^ La i' grata Elena como llevo dicho, ^ Sin huir de las gentes y del día, Ni lloro como Pablo suponía Ni ha tenido jimás ese capricho* Elena va al paseo De lucir y briFar en el deseo; Tiene palco en el teatro y no hay vebáa» ni Teitolia. tmiXt^ aoivenario 6 fietti»^ A qae oportaoaaiente eoDvidaHa Ho «e eooaentire á asistir siempre dispaeit».^ 8i ül^uDa vez lloró en ddfTaiio Reoordsodo so falta y suédtberea^ DdepQ^s, y o >3io todas las mujares Kq casos semefiDtes, Hi olvídalo %u falta y so extravío^ Trataodb 4 sos amantes ooo desvio T aprendiendo á olvidar i sos amantes^ 1% De manera qna Pablo qae en sn anhela Ksperaba soflándo con el cielo, Que sa amante po? lio le volverla Todo el oariñ) y la pasión de no diSi Con el cerebro ardit-nte Y an raoútÓQ de osperansas en la frente^ Ansiando ana respuesta j^ y el talento; Tu Bhbee bien | h glori«l .; iet^e DO lo hice por mf «ino por ella; íVIhb ya que ella tao dura como bella H^ ioBu-tado mi fé y aun mi memoria^ Que acibeo mi laurel 7 el regocyo 113 8paés tranquilo ya^.baj ) la calosa De otro cielo mf'jor j diferente, Piil4'>, pefMmdo en la que estaba auseote^ « Xfl lugar de un laurel le mandó el alan»! A LA SOCIEDAD FILOIATEICA COBO. Boy c8 tinestro cnmp1eañc8| hoy es la Inz <1el día» La mÍBiDá de aquel día, que no« sintió viv'r, Cuando era nuestra gloria la niña qn« nacÍM, Cuando era el tal de la oÍ4»ncia» y el oielo el porveuir. Viajeros de la Ríoria, qne en fé de vtiestra cfeenola Buscáis donde la ciencia rendir HdoraCidn, ÍSi os hace falta un ti^mplo teniendo la oonciencifti Ñi oi hace falta tin arpa * teniendo el corazón, n Que llbi-es y tranquilo» ae me^cah en el viento 215 La timida violtta y el pálido «Zihar; • Ti9nÍ6Ddo en vuefitras almas las flores del taleoto Nio^anafi son más propias ni digo^g de sa altar • ni. Para eaa nnevaVesía x)oe exTJd del que la ama Velar ooDstaotemeDte de su ara junto al pié, Ni antorchas ni peí f ames. . . .! soplad sobre 'a llama, Y que jamás se (xtirgi la luz de vaestra fé IV. A^í es como a la ciencia se deben los cantare^; Asi es como á la ciencia seMebe la ovación; Cambiando para el culto del mundo en sus altares, Al hombre eo r acordóte, y al libro en oración. IMPROVISACIÓN EN LA IGLESIA: DE J&ETLEMITAS. Iiíleíi a y Biblioteca Hjf r y ahord Q,né gnnde difereiicift entre loi do»: Ayer f ra I»* luz, hoy es la euror», Hf*y ee el pr venir el qne se adora ¡Sa ad al na^vo D¡o¿! índice E^pemoasa. • . ^ 1 Noctarno 3 Por eso. .•..;.* # 4 . . é 7 Misterio ^ , • . 9 ^ Soneto II ' A noa flor • < . . < « 12 Esta hoja,., ^.... Vó *< A üD arroyo 14 ' EotoDces y hiy .<•... 15 Lá felieidad « ,.... 18 - La aué^encia y el olvido. .,».... • , 19 ^ Mentiras de la existencia. • . . . , 21 La Ramera. . .% 24 U¿o y qoinientos. '. ,.. 28 A Josefina Pérez...... 29 ; A la eeainente aelris Salvadora Gairon .... 30 Ligrimas* 31 Sooeto 38 Soneto:......... 89 Hidalgo 40, A Asunción 41 Las rainas 43 Letrilla.............. 44 , La brisa.... ....... i 50 Salve ......... 52 INDIOB. PÁGNS. 6 de Mayo • 54 A Laura * ,.•• ^8 El Hombre v» ¿t*-» •> '^ ^^ Ya verás , .• • 70 fl RjBo de Muerte 72 Dte'uo cadáver.;,... . ..,.••. 7ñ Refiígoaqidp,.^.... , ••••.•• • • • • ^^ i Epitalamio .^. ;. ^2 Adiós á Mé:sicQ, ^ 1 1 > « » * ^^ A hi Patria .;..,....*..;..• S8 , Al moño de Merced ... .•^•. V •?••• V • ^^ Al Ruiseñor m^jcicano., ,,,,.<•.., 92 ; Hojas Qecíis ¿» í ^ • • • 94 Al poeta mártir. * lí»3 • Adiós. ,,,,,.,,.,,,,,,,,,,,,.,. ^ .,. . lOti Rasgo ^e buen bomor. ,..»».. , 109 ; Ed el tercer aniversario déla Sociedad Fí* i loiátrica j de Beoefíceiifiia,. ««. « 112 Oda ant#t el cadáver del Sr. Dr, D. J, B« i 'Villagrán,, . * '. 114 BrGirq ••. \ 117 £á )a tnstalaoión de la Sociid tardado tanto como yo lo esperaba. Y, á lo que parecf»> vienua muy ce atenta, ¿no es verdad? Divii. Y con razón: figúrate que al volver de T*- oubay«i me eocoutré en el cDidmo tren pti qneyo v^uía, con ao aotiguo cpiupa?ierbdtf colegio, á qnieo tu no coDOceii, pero del cual te he bablado muchan vec^s, oitandde como el mej )r y más querido de mis amigo9. Eng. ¿Manuel R mea? Ddvi 1. Si, Manuel Romea. May bn^o mu(haclr<: ya verás cuando lo trateti' Y yo lo quiero muihi; 00 no que es la personificación de rnis recuerdos d« estudiaite, época, tal vez, ]á más he?m )9a do mi vida, puesto que en* toncas fué cu «indo te conocí. Eag. Gracias Dvid. Y, dime: ¿ha^ vi^to y¿i íJt Slgh X/Xdeáyei? Divid. No. ¿Glué dice de importar.t ? Eng. T.ae un párrafo en que B^ debh%^<^ ^n elo- gios para tí, diciendo que. . . . (Ttíma un perió ¿ico y se lo enseña en el punto á que se rffiere ) mird, aquí está, David. ¡Veara>»'I (fjpypnd*,) ''Tenemos el gusto ' . (ií anunciar n nucrtrus lectorep que el cé- leb e arti:)ta de cuyos trint.tos hablamos en uno de nue^tros i umeros pasados, h^ vuel- to, después de cinco añ)s de aust^ncid, á la tierra que lo vio nacer. ^bemoA que este tiempi lo hi empleado estudiando en Ita-^ lii, y recorriendo las más hermosas ciuda- des del ant guo mu'ido; estamos seguros der que esto, unido á su talanto y á su genio^ hará que el joven artista se eduque ala altura de los más afamado^ pintoras mi ti- anopt IVo8)tro8 lo feliciUniOB 8ÍrCer-»f!i<»f>* te por B'i8 tríaof»», de»-eHD'io p*ref)ta en iiu o>iri- 'fío el poco mérito que tenfjnn uiU pinturas. Porque 4 la veidad la» pohree do mereoen taDto. Y ahota que recuerdo podría jn^nr que esta» líneas ban 8Ído e8crita8 pDr Mi- Duel. «^í, *»« lino de lo» redact irt 8 de El Siglo XIX. Ni sabe lo que se le espeta cuando venga. V< y á erg»t fiarle. Afcrtu* DadameLt-a estará fiqui dentro de poco. Eufr. ) Feliz d» ti, que tienes qnep te viaiti! DdVid. Si ay-r apenae herooa llegado, ¿crimo quie- res qiie veDgan á visitarte tus auiigai*? •Eug. íMsacnig*^? DdviJ. |V*raí'i"I todavía.no tiere* razóo para que- jarte. Ya ve« jí : DO he visto más que á • Maoue^ y e-^o por un»* caHnalidad, y, sin embargo, nadn digo. E itoy Hfguo de que nihñana van a acediarnoa to'loV i uestros roDí c'dos y {Kn fst momento^ Mnria que Vega, interrumpe á D^vid^ arrojándose á los brazos dt Eugeniu,) ESCENA 11. DICHOS MARÍA. Mar. ¡Eugeuitií DiviJ. Y con razón: fl^íSrate que al volver de Th- oubiAy«i me eocoutré en el cDÍdDio tren pn qne yo veoía^ con ao aotiguo compañero de coleí(ío, á qnien tu no conoceii, pero del cual te he hablado muchan vec's, oitáDdde como el mej ir y más qnerido de mis amigo9. Rng« ¿Maouel R mea? Ddvi 1. Si, Manuel Romea. May bn^o mn(haclr>« ya verás cuando lo trateb' Y yo lo quiero mo«hi; 00 no que es la personificacióo de mis recuerdos d'^ estudiaite, época, tal vez, ]á méfl he?m t^a do mi vida, puesto que en* toncfs fué ciundo te conocí. B»jg. Gracias D vid. Y, dime: ¿ha^ vhto y^i Pt Sigh XIX Ae ¿yei^ Divid. No. ¿Glué dice de importar.t ? Eiig. T.ae un párrafo eu que sí debh«i'»« í*n elo- gios para tí, diciendo que. . . . {IVmfi vn perid ¿ico y se h e^seíJa en (4 ptado á ywe se rtfiere) mira^ íiqní ej?tíí, ÜAvid. ¡Vearai»'! (Lpyf^nd'.) '^Tenemos jl gusta • di anunciar á Düer-lri^g leurrírpí* r^^*¡ c^- ^ leb e arii.sta de criyos triat toí* k Aíb en uno de nue^troB i ámerna pR^Hm ^^BrueU to, después de cinco añ ís d| tierra que lo vio patjwr* tiempi lo hi em\}\^tiiU V\\ y recorriendo Uñ mii ítes del acfc guo hju idi ; gue esto, unido á m l h«rá qoeel jóv^u ha\ altura de los mía arat 1^ m ¿» DaviJ Cinop, ^ío8)tro8 lo felicilániOB 8ÍrCer-«f!i<»f>* te por BHs tríaof»», de^enD'io p^r<^ bu freo^ tn todas U8 coroDas que merece/* ¿Ya lo ve? Estas son picirdías d^ al^iln bnen amijco que roe quiere, y qne ann>efjt>a en im o>iri- ^p e) poco iDérito que tengan toM pinturas. Porque 4 la veidad las pobres do merecen taDto. Y ahoia que recuerdo podría jn^nr qne esta» líneas ban 8Ído escritas por Mi- Duel. Sí. p« uno de log redact ires de El Siglü XIX Ni sabe lo que se le e^pem ciiaoífo Vtíikgfl. y* y 6 ergHÜarle, Aftrtu* nadamf^Lt^ fsifttá «qat dantro de poco, i^^tsliz d^ tí, que tieneí* q non te víeít*! £3i ay-r apenan hemoft llt^^£*do, ¿c^rao quie- T^R q'ie vepgfto á Yttiíarte tus amigat^ "*! toíiaví'i^Ti© tifre-* rBZÓn para qíi6- Ya VGA jí : Dc^e víiato mña que á argo^ Da(ÍH ana vao tíf c doR y o ¡endose. y Hf j^fi' o d« qiie i to^o-* 1 iiewtrníí fie fCtíjí^/uw.) Divii. Y on razón: figúrate que al volver de Th- oubay«i me eocoutré en el oiidmo tren pti qne yo v^üía, con ao aotiguo compaT^ero de colegio, á qnien tu no conoceii, pero del cual te he hablado muchan vec^s, oitándde como el mej )r y más querido de mis amigo9. Rng« ¿Maouel R mea? Ddvi 1. Si, Manuel Romea. May bn^o muchacb : ya verás cuando lo trateti' Y yo lo quiero muihi; oono que es ia personificacióo de mis recuerdos d« estudiaite, época, tal vess, la méfl hepm t^a do mi vida, puesto que en* toDces fué cu «iodo te conocí. Eag. Gracias Dvid. Y, dime: ¿ha^ vi^to y¿i íJt Slgfo XIX de ¿ye\7 Divid. No. ¿Glué dice de importar.t ? Eng. T.ae un párrafo eo que s^ debhv»*» <*n elo- gios para tí, diciendo que. . . . (Ttítna un perió tico y se lo enseña en el punto á que se rf ñere ) mird, aquí está, David. \WQñm^A [[jpypnd^,) **Tenemo8 el gusto ' • (l4 anunciar n nuertrus lectoren que el cé- leb e arti:)ta de cuyos trint.tos hablamos en uno de nue^tros i úraeros pasados, \\^ vueU to, después de cinco añis de ausi^ncia, á la tierra que lo vio nacer, abemos que este tiempi lo hi empleado estudiando en Ita- lii, y recorriendo las más hermosas ciuda-- des del ant guo mU'ido; estamos seguros der que esto, unido á su tabnto y á su genio^ hará que el joven artiga se cdoqne ala altura de los más afamado^ pintoras mi ti* mnopt ¡Vo8)tro8 lo feliciUnioB 8ircer-«ftiar>. te por B'i8 triaof»», de^eHO^io p*rei)ta en 8u o>iri- ^p e) poco mérito que tengan uiU pinturaf>« Porque 4 la veidad la» pobres do mereoen taDto. Y ahoia que recuerdo podría jn^nr que esta» líneas ban sido escritas pDr Mi- Duel. f^K ^fl lino dtf los redact irt^s de El Siglo XIX. Ni sabe lo que se le espeta cuando venga. V< y á ergnfiarle. Afcrtu* DadameLt-a estará squi dentro de poco. Kufr. ) Feliz d» ti, que tienes qiiep te visiti! Ddvid. ¡Si ay-r apenas faenóos lleg^ido, ¿cómo qnie« reí) qiie vengan á visitarte tus amigah? ■E»fir. íMsamig*»? DdviJ. iVimf*!*! todavi»i.no tiere^ razón para que- jarte. Ya ve« jí : no he visto más que á • Manue^, y e-^o por un»* caHnaüdad, y, sin embargo, nadn digo. E »toy «f gao de que nihfíana van a acediarnoa to^oV i uestros mnc c'dos y {lín fst momento^ Mfiria que Vega, interrumpe á D^vid^ arrojándose á los brazos dt Rugeniu,) ESCEiNAlL DICHOS MARÍA. Mar. ¡Eugeuitil lü Cn((. ¡Vl^rial Mar. )TcíI. . . .}'úi. . . .de«paéd de tanto tiem^^ pul. . . .dame otro abrazo . . .déjame qae te.leg* ! ¿Y n&ted, David, bneDc? (Tin- riéndole la mane.) David. Como siempre, Maiia; anrqno do, oo como siempre, bído mfr j )r. . ' Mnr. Pues q<>é, ¿ha estado mted eofermt? David. De^de el momeoto eo qae deje ias playas de Veracrnz. . . .Ei tao hermoso e^te pnis d^ flores y de volcnnes, tao puM este cielo baj) cayo azlamiento. Mar. Sin duda alguna, Eugenia, y puedes creer que^si antes ro he venido á veite, ha sido porque h sta'hoy en la mañana me (artici* paron la noticia de tu vneha. David. Conque, Fefíontas, ustedes dt^ben tener muchas co^as que decirse, y yo las dejo para qne puedan hacerlo más libremente. Eng. jTe tas? ^ David. Sí, querida; tengo un poco de quehacer p»í*eH iHn arifstipos como la ítalirt, nos llenan de * orgullo y sarisfacoíón. j9i vte a^ cuanto ^océ en mi pftbre casita de Plorenoia, el día que sup»* por ün periódico qne un cua* dro de David había obtenido el primer pre- miol . . . jOlil en aquéllo^jTiniapntos. no me habría cambiado por nadie; ab^iólutamen-» te per nadi**. D.-j;mJo á. un lado el senti- miento m cional, haciendo abstraí^ción del mexicano, el autor era mi esporo, y ya tú podrás fíg^urrtiie que la cosa er* para voU verme loca. Los diariOvS no hablaban n\i\A que ífel pintor de El tormento (U Cuahuie^ nwtzín. que era el agunto del cuíulro, elo- friííndole y a8efi:n»'á4idole un porvenir de gloria y celebn'ilad. Mar. Justarías luuy a'*'gre ... Kug. ¡Y sin embarj^ol..,. Mar. ¿Y sin embargo, qué?. . . .concluye. Eug. María: tú. más que ni¡ ami^^a, eres mi hef^ mana, y te lo puedo decir iodo. Onaiido 3^0 considerab^i que era la mujer d^-l artista X quien to'loa adnn*ral>an y á quien toilós an- sí ib in conocer; cuando yo oonfiideraba que era indigna de ll«*var su nombre, su nom^ . bre que era ün título de glori-», y qti© yo manchaba con el mío, se áneara dejarle libre. Mar.' ¡P«»bre Eugenia! Üug. Cuando en el paseo, cocida de fu brszo, veía yo que alguno se fijaba en nosotros y babhiba al oído de su compañero, me paro- 13 . cía que íiquel homlne estaba al tanto de lui MiuHción, y qne liasia se volvería A mí • para acusarme resentado por sus obreros, y por otro se dirige á iMabilie, á divertirse, representado por una compar- za de estudiantes y grisetat^. Mao. Hombre, á propódito^ ¿«e baila allí mucho CaD- Can? David Mucho; el entusiasmo que ha producido ese baile casi taya en frenesí: aquello es uoa turba de furiosos, de salvajes» que se olvidan de todo para iosimísmarse on saa pierna^ y en sus pies, y que saltio, se re- tuercen y se agitan. Allí, en Mabiüe, más 17 que no fiitio de recreo, le parece á udo eo- coDtrarse en el infierno, rodéalo por los es- píritus del vértigo. Man. ¿Y por sa pne8to qae el Can-Cdn está ad* mitido en todas las clat es de la sociedad? Divid £o to4a«: no temo ex gerarte, si te digo que de las tres caartas partea déHa pob u* ci^D apenas 4)abrá uno qae fio lo faaya en**- fiayado algaca Vf z. Lo qae yo siefito cf quo * México está «"Cnt^^gi ándese de tal noanera en ese puntp, que va á.fer otro Paii^ des- tro de poco. Man. No; aquí el i^an Caá está ¡redi cido al t^ea- tro, y nada más: anas coantas bailarinas, de piernas más ó menos afrodiciacas, y he aquí todo. £1 público lo aplaude, pero no lo apppta por fortuna. D*v¡d Yo me alegro porqtie el tal bailecito no es de lo más moral, ni de lo más decente que digamos*. {Eúgetiia y María aparecen 1 ^ puen (a izquierda.) Eatas señoras, por lo menos, estoy seguro de qoe participan en todo de Duestiaof^ii nión. ESCENA VI. DICHOS, BÜOENIA Y MÁAIA Mar. Seguramente qne ^í ¿Oomo VdrmOí Ma- uuelí Divii. Y oon razón: figúrate que »l volver de Tü- Gub(iy^ me eocoutré en el micuno tren pn qneyo veuía^ con ao aotígao compañero de coledlo, á qnieo tu no coDOceg, pero del cual te he bablado muchaR vec's, citándde como el mej )r y más qnerido de mis amigo?. ICog. ¿Manuel R mea? Davi 1. Sí, M^innel Romea. May bn«o mudiach : ya verás cuando lo trateb* Y yo lo quiero muihi; cono que es )a personifícación de rnis recuerdos de estudiaite, época, tal vez, ]á roéfl he?m i^a do mi vida, puesto que en* toncífs fué ciundo te conocí. Eag. Gracia», D vid. Y, díme: ¿ha^ visto yd í¡l Sigh X/Xdeáyei? Divid. No. ¿dué dice'de ¡mportar.t ? Eiig. T.ae un párrafo eü que sí defeh»»*»*» <*n elo- gios para tí, diciendo que. . . , (Ttana un perió líco y se lo evseña en el punta á que se n fkre ) mira, aquí está, David. jVeamii'I [Lpypnd»,) "Tenemos el gusto ' • d'» anunciar á nuertrus lectores qne el cé- leb é arii^ta de cuyos trinr.tos hablamos en uno de nue^troB i úraeros pa^ad )8, ha vuel- to, despuéi de cinco añ)8 de aiis^^ncia, á la tierra que lo vio nacer, ^bemofi que este tiempi lo ht empleado estudiando en Ita^ I i i, y recorriendo las más hermosas oiuda* des del ant guo mu^^do; estamos seguros d^ que esto, unido á su tabnto y á su genio^ hará que el joven artista se cdoque á la altura de lo8 más afamado^ {ñntoriis mi xt- Cino#4 IVo8)tro8 lo feliciUruo» 8ircer-n o^ri- 'fío el poco mérito que tenj^an mU pinturaf*. Porque 4 la veidad las pobres do mereoen taoto. Y ahora que recuerdo podría jn^ar que esta» líneas ban «ido escritas pDr M*i- Dnel. í'í. *»« nno de loa redact ires de El Siglo XIX. Ni sabe lo que se le espeta cuando ver)ga. V« y á ergn fiarle. Afcrtu* nadameiít-i f scsrá ftqaí dentro de poco. Ku^. ) Feliz de tí, que tienes q^iien te visite! Ddvid. 8i ay-r apenas heoKm Hedido, ¿cómo quie- ren q>ie vengan á vibitarte tos amigah? Eug. ¿M 8 amig-i»? Ddvii. {Vim^'^l todavía. no tieret.oy Nfgao de que mhñaria van a aceditirnoa to^lo^ t ue»tros roDíC'dos y (En (H momeftto^ Mfiria que Vega, interrumpe á DaviU^ arrojándose á los d rozos dt Rugeniu,) ESCENA II. DICHOS MARÍA. Mar. ¡Eügeüibl 30 JVlao. Graoíaf». Mar. CoDqu*^ ha ta la noche. David H^sta la noche. Eug. jCJaballeroi (Saludando á Sfanuel) Man, jSeftorital Hiuta San Cosme. (Manuel y David las acompañan hasta la puerta del foro) ESCENA VIL. PAVID y UÍANÜKL, Man. (luoridó: |cdmo eg que en %w cartas no me cfiítaste qae te h&ibias casado? Al día BÍ^aiente de ta panií^a se supo aquí qae ce habías llevado una machacha; pero eso lo tomé yo por una simple locura ía?enil y ' nada más. Yo igooraba, aunque ahora nie lo supongo; que esa compañera de viaje era ta esposa. David J!n efecto, Manuel, era mi asposa. Man. P ermítetue que te diga que no entiendo una palabra. En aquel tiempo yo era tu más intimo amigo, el que te acompañiba á to- das partes, y entre tus novias no recuetdo haber oenoddo ningnna Engeni», La ulti* ma de qqe me hablaste, faé Margarits, la querida dé D. Raoiiro; pero á esa ni la cuento» porque para habarle dado tu nom« hre, era preciso que antes hubieras perdido larai6o, 21 David Segán eso ¿tú no (e habrÍAs enlazado con ella? MttD. ¡Hombre, doI David ¿Y por qnét Man. En primer logar por mf, y en segoDdo la* gar por Iob demás, David No te comprendo. Mfin. ¿Tú crées'en la reabilitacién de la mujer . cafdaf David Sí: jo sostenga que la mujer es rfabilita- ble, cuando su alma se ha conservado pu- ra, y, sobre todo, cuando eu falta h% teni- do per móvil, no la vanidad ni los placeres, Mnonn sentimiento noble y generoso, el de salvar la vida de ana madre* como en ese caao. Man/ El fin no jaEtífíoa los medios, y el mund^) jamás olvida ese refrán. Cuando ve uno de eus miembros gan^i^retado, teme corrom- perse, y, sin preguntar la causa, se conten- ' ta simplemente con cortarlo. Por lo demás no hace í^ino lo que tü mismo haii ib en circunstancias semejantes. David éYt? Mac. Eií c^aro, y te lo voy á probar en dr s pala- b as. Un día, por ejemplo^» ves á un asesi- no que me ataca puñal en mano, y te in- terponep', de esto resulta que me salvas, peio á costa de tu brato que ha recibido todos los golpes er la lucha; pues bien, si á c nsecueGcia de esto ee te gangrena, ¿te 22 deti n<*8 en cortarlo porqne haya tMo el salvador de un Bmi^o tuyt? David Si pnfde panar, lo dejo. Man. El hecho ffl qne eso es iropoítiblp, 6 porl^ meiíoH mny difícil. Mientras el medico So cifffad po se convenza de qoe un miembro i.odiidoes ftisceptible de cararse, no ha d i prepciñdir de su f istema. D vid Minuel, veo que eres muy severo en tus ap^ecÍHCi( nes Man. E toy 8f guro de que tú piensas como y ; HefieDdea el caso y no rae extraña, porque M-vrgarita está comprendida en é!; peroren ti f Ado, tú me conced«>8 la ruzóo. Dévi.l {Con entusiasmo crecie^tt^.) Te ergafia^: yo no dtfiendo el c^fto por Margarita, co- mo dices, sino porque es mi convicción^ po que es mi creencia, que cualquier cul- pab e puede rehabilitarse de sus faltas. {Yo no condeno como la acciedad al prei^i- diario que ha robado un pedazo de pao pa^ ra sus hijos, yo no condeno á la pobre mu- jer »ÍQ educación y abandonada, que eldia qne ^e muí^re de himb^e se vende en el vértigo de la miseria, por unaa mig*«jas.de Toen^rrgol . , . jAl que no educa á lá ran- j« L . . . *iAl que la comi)rhI ,Yo á quien condeno e^ á la «ociedad qué se enfanga y des^uéA se asunta de pí misma!, . . . |A pf^a madre que arroji sus h'j )6 en el alba- fml.y que den pues no quiere reconocerles! Ma-". ¿Y qué lo Taraos á Lace:? Yo q^áero ccn- 23 venir oo&tigo en que sea una injudticU im- perdonable qae Ice hambr<^8 oaeiigaen fal» tas, de Ia9 qae tal vez son cómplices; pero está deniaeiado arraigada para que iü, ó- jo, abrignemotf la esperanza de destratrla. David No: yo tengo mis ideas j mí manera de Ver las cosas; pero sin la pretensión de hacér- selas admitir á la sociedad. Ella puede se g»¡r el camino que le caadxí yo, por mi parto, lo que nunca haré s^^rá saír ficar, en aras de sus cñpiichos y de sus necedades, ni mis sentiimieiitos, ni mi cor» zór. 94 an. Pues serSs un mártin David Mártir es mejor que necio» Man. Sin embargo. , , . David Dime, Manuel: un hombre que pitusa y siente y obra por é\ mismo sin consultar con la muHitud, tú, porejemp'o^ hí un día te enoQñtrarHS con unamnjer, á&gel en el fondo y m retriz en la 8upe]fi)Je, que per la primera v z despertara en tí ese anacro- nismo del sentimiento qqe se llama amor; si al lado de ef>a mujer divisaras un hori eonte de cielos y un porvenir de felicidad, ¿enunciarías á todo etto por el mundo? Man.* francamente, sü David ¡Mentira! Min. ¿Mentira? Ddvid Tá no eres tan miserable para d^jirtí venoer por la preocupación. M'in. Prescindo del Qué dirán. D^vid Ent nc3B. 24 . . ■ Man. Pero do prescindo de mí mismos David ¿Ctué quieres decir con esc? NfaD, Suporgftoroe por ud motneoto qne tú fap" ras exposo de Marga ita. I)ime: ¿no es ver* dad qae eo medio de tus efasiones iotimae non ella, cuando fí^bricitaute y eí)r¡o la tu- Tieras en tus brazos ftcariciándola,. ¿no es verdad que sentiiías algo como e\ infierno' aote el recujerdo de qne aquello^ labios es^ talan manchados por el ósculo de la ira-* purezb? ^aponiendo que td fueras esporo de MargArita, si mañana te diera' un hijo, ¿no es verdad que ese hijo tendría derecho i' roaldeciite por haberle dado una maíre, cnya mancha bq reflejará sobre su freuttf Pero. . . . jjál j}ál ¡já! eetamos tomando esta apunto tan á lo serio, que no parece sino que RQÍ^ suposición es verdadera, según el seño que me estás pooieodo. ¡VamosI que- rido David, espero haberte convencido por completo, y me retiro contando' con que et*- ta nrc he rae referirás entre dos pooches to- das IhS circunstancias y todos lot* pormcT* ñores de tu entacer Yo te conoz<5o, y deben Fer interesantes porque tfi tienes muj buéd gnsto en materia de aventuras. (Toma au sombrero.) Onrqne arreglarse y hasta la vistaí (Tendiéndole la mano) David (Secamente.) Adiós. 28 MaD. {Desde la puerta ] IVI i •! Balados* para Eugeniál^ ES )ENA VIÍI. DáViD 80LO, Apopado en un sillón permanece algunos wstan^ tes con la mirada Jija y como anonadado. En sus palabras como en su acción se hará notar la lucha gne sostiene» Expresiones pafa EogeDÍa. .... .Sí, para Marficarita! i Y yo que noDca me oa- bía fijíido en ell< í Manuel tiene ra* 2ón! Sos ptinneros Vepos, sus priDoeras oa- ficias. . .¡Óh! en éste momento es cuando eptoy sintfpiido e^e torcedor de los recuer* ' dos, ese infernal suplicio del pasadol. . . , ¡Es verda'íl Yo creía tenpr valor para ven* cer esa prpocu pación á fuerza de cariffo¡ ppro. desde hoy, ya no podré veri a sin. . . . iB^to es borribM Y luego, si yo tuviera un b»jo. . . . jDios mío! ¿qué be hecho para qn*> loe ca^ht¿u^s de í»8to modc? (Pa'Ksa.) |Nad^ I mi porvenir destruido, . . . ¡mié ¡la* hiones trom badas; . . .! D^ boy más, no »#- Té sino la befa de la sociedad, que me e^* rnpirá á la cara e«»e nombre de Iodo, ..... ¡Mrirgarit» f ¡Ahí Manuel no sabe lo que sus palabras han hf'cbo germinar en mi cera- í&ón. . . .1 jY el baile. <. .| |Es preciso que 26 Eugenia vaya al bUle ! | Exploraré el teneoo, así teodróalgo á qoé atenermtt ESCENA IX. DAVID Y ÍUQENIA. KoR. lAmÍRO míol David iMargarita Eagenia! Exig. (ÜonaTnargura,) David, ¿por qué pronuncias e8« nombre? ¿Tienes algún naotivo de qneja contra mí? David Yo Eug. ¿Juzgas acaso que no es suficiente lo que sufro, lo que el oiundo me hará sufrir ma* ñaña para expiar una f^lta que -David (Como temiendo ser oido) ^ iSilencio! Eug. Y añades tú también tu insulto. . . .? P^vid Eugenia. , . . Eug. . ¿Crees que sea necesario que oiga yo ese nombié para acordarme de aquel tíempo en que era la. . . . Divid iSileociüI Eiig. ¡ \h! yo pencaba que jarnos eROonirarfa nn tormento má» í^apantoso que el qae llevo ^n mí misma hace cinco hft:)P, y sin em- baiga. . . • DjkVid ¡Vanotl perdóname. .. .yoHe juro que que no tuve ningún objeto .al decirte e^a palabra. . . .broló de mis Ubios sin caber c6ajf>. .'. .JO te aseguro qoe jamás volveiá á Afn^r en tas oíaos!. . . .¿Estás contenta? E )g. ¡David! » Ddvid No ilorea. . . .rs la priDQera vez que ccme- to esiiaiveit ncia, y te ruego que me , d¡*culpehl. ... Me parece que tango de- recho para pedirte ese favor.. . • . Eu^ E*tá bien. ... David ¿Y ya ha^ arreglado todo lo necesario para iralbail»? Eog. ¿El bailt? No, todavía no. David {Pdrezosal pa*^s apresan te mientras yo voy a hactr lo Oiismo, porqae á las nueve pro> metiste estar en la casa de María» Eug. jEit ve dad! {David se retirrt volviendo la cara y déte* niéndose á cada paso pira mirar á Ev^e- nin, Al Ifegar ala 2^ pueita derecha^ termina la vacilación de que ha estado poseído, y cximo resolviéndose ^ retrocede apresuradamente hasta Eugenia^ cuya ca- bezo coge e*'tre sus manos para besarla^ sdtdndda brilsco mente én eV instante dé ir á hacerlo ) David jNo! {Váse precipitadamente.) E*»g, ¡Al! Cae desplomada en el billón ctr^^ cano ) Vm DEL ACTO P.UMERO. as ACTO SEaUNDO. Salón de d^eanso^ prúfusamente ituminadoj oon dos puertas alforo^ a través de las cuales se ve- rá un patio eon una fuente en el centro rodeada de tiestos con madreselvas y otras plantas irepa'^ doras. En el salón^ esptjosy cuadros^ columnas^ bustOSy sofás^ sütonesj consotas, alfombrad can- dil^ candelabros^ todo de lujo y coto<íado oon gusto. ESCENA I. D. BAMIRO. ♦ ¡Vaya aoa casaalidaál ^Ella aquí! Lo qae yo meóos me podía esperar en éste baile« Dfopués de oinco afios en qae casi h^bía acabalo por olvidarla, se me apa eoe dere- peo te Ov)D su verdulero nombre, y cacada Dada menos qne coo el pintorcíto de D4vid, qad tiene todo el defcaro soficionte para tiaerla a una tertalia y p'^sentaiía como 80 esp 8^. lY qué bien se habrán reído da 29 milosdofl palomofl . . . . Efl olaro, despuéa de la partida que me jo^aroo. • . .pero ya, ya les arreglaré las cneotaci. ESCENA II. D. RAMIRO T ANTONIO. Ant. Uuerido D Ramiro. Kam. Qaerido Aotooio ¿cómo vamo»? Aüt. ¿Qué diablos ee hace uoted por aquí tan gr- K ? (Precisamente como jo lo i^cesitaba.) Ram. Ya lo vé asted, fastidiarme. Ant. ¿Fastidiarse? Bam. ¡Sí, descansando de U fatiga y hayendo de ese alegre t( ibellino, donde tanto se btiila * y fe divierte. Ant. ¿Ha esta lo u**ted muy oont^into de la fiesta? Bam. ¡Hombre, sfl Ant. ¿Y qué tal de mncbach^e? ¿Habrá hecho usted alguna conquista, no es veidad? Ram. ¿Conquistas? Antr ¿Y por qué no? fiam. U§ted decididamente está de broma, por- que de otri^ manera ne puede comprender- se que quiera convertir en Cupido á on honüire >i|ue cuenta ya diea lustros bien completos. Ant. Pues, lo que soy yo, me h") encontrado con una muchacha. . , «¡y qué muchtch J ^am. ¿Qonitafehf 30 Aofc. Eocantador^ y Bobre t do Dovaleaca! Ram. ¿Novelesca? Ant. Ya lo creo, n es todo nn t'po, todo un per- Fonpj > d* comedia RitD. ¿Y esta n')Qhe es oaando u^ted la hi codo- cid( ? Ant. No, no, do «rñir, hice algún tiemp ; í»Mo qie estos ü timos nños la habu y > pt-rdido de vÍHta enteramente. Ram, ¡Ahí j^kl Ant. (Es precisp que e?te vi jo se poDg% de mí parte ) Ram. (Apojte) (A dónde irá a parar este mucbaoh ?) jOon- que decía usted que esa chica es una bis* toñfe! Ant. Puede usted juz^^nlo por sí mismo^por este pasaje de su vida. Ram. A ver, oiga 'nos. (Se sientan.) Ant. Figúrese usted que la joven á que me re- fiero vivía muy humildeDíiente cop su ma* dre enfeima en una cat*ita. de los arrabales, cuando un hambre, que probdbleme'íe era un gran íi!áutrapn^. le propuso una d« esas infaoiiafi que la generalidad de las mt^j^rcs na escuchan «in rub rrizirse y sin estrem*^- c^rse. La infeliz luchó p)r algua titipp^ entre el amor de su madre y el sentimiec» to de la virtud; pero una nothy la prbre se- ñora se moí-i por tdlta de un mendrug'^t '31 y.. ..el cariño filial venCióI* El viejo vio campl¡du0 sas deseop. Ram. {Es Margarita, n i me cabe dn la.) Ant. El Facnfijio fué ¡LÍjti!, porque \n depgra* ciada, a' acercar ei pan de la derhoóra á loa labios de 6U madre, ecojDtió que esta- ba muerda. Ram. ¡Pobre niñi. . . .! Pero, pro«íg* usted, que lah<^toria está f>09ir,i va mente iflterei^aQte. Ant, Pues bien; al verse sola y enteramente aban- donada, U joven, sin f xpariencia y arras^ trada por las circnostaLCias, &e dejo en^a- fiar por sa miserable protector, que en Vi z de egpjsa la h, y ella ocultando UQ cariü) que consuleraba una bcura. A. cada instancia d 1 amaote, ella contestaba que prescindiera de un amor qué j>imá8 podría pagarle, eludiendo la respuesta franca, tanto por no dar'e un golpe demasiado rudo, cj>mo por no t^ner 32 qae tODrojarse »&te bus ojos. Uoa üoahe, Din embar^^o, se lo dijo tcdo, esperando de esta manera diboadirlr; pero, por el contra- lio. ... Ram. Kl macbacbo persistió en su ¡dea. Ant. Y no solo eso, sino que teniendo que partir para Italia en psos días la víspera de ^n mar- cha se enlazó en secreto, y a la mañana si- guiente denH pareció con ella, d^jeindu bur- lado al viejo, que se hallaba postrado por la^otá, y al mi(>mo tiempo á un preren- diente que tenía el capricho de arrebatár- sela y hacerla su querida. Ram. ¡Hh! ¿Conque había otro además del afor- tunada ? Ant. Otro, á quien ella solo contestab^s con des- precios, sospechando tal vtz sus intencio- nes Ram. (Briiscamente y levantándose) ¿Y todo esto, en resumidas cuentas, á qné viene? . Ant. ¡Hombre! jVaya una pregunta! Ram. ¿Usted conoce á todos los personajes de su cuento? Ant. ¿Y usted conoce á todos los individuos de mi hittoria? Ram. Yo 6 todos. Aút. Y yo también á todita. Ram. EHa es JVlargrarita. Ant. Y él es D.* vid. Ram. Los otros dos. ... Ant. Somos usted y yo. 33 Ram. Teoemos la veoganzi en na&átras maoot* Aot. Eso es precisamente lo qne yo deseo. Ram. h% fiocioiad está de oiiestra parte. Aot. £$0 era lo que yo pensaba. Ram« David es uo artista que do saeña más que con sus pinceles y su Ea^^enia y. . . • Aüt. Perfectamente, comprendo el plan de us- ted, y es el mismo que yo*me babí^t torjado. Bim, jBíenl pues ef»ta misma noche es neoesario que reciba el golpe; y muy despreocupado y poco pundonoroso ha de ser, sibo se ec- earj^a él mismo de vendarnos. Ant. ^Seguro! (^Después ella Ferá mí»!) Ram. ¿Q.aé deci^ usted? Aot. {Nada! que lo demás de mi cuenta corrv; yo le aseguro á usted que será el golpe de gra- cia*. Ram. ¿Qaé es lo que piensa usted hacei? Aot. Ahorre usted preguntas^ y obremos cada cual por nuestro lado« Cualquier medio se- rá bueno, sí el resultado cof responde á nues- tros iotereses. Ram. Creo que nos hemos entendido, y* do sería malo. .^^ Aot^ Poner manos á la obra, ¿üo es rerdadf Pues hasta la viste. Ram. Sí, querido Aütonio, hasta la vista. (Antonio va á falir^ y al Ih^ar á una de las puertas delforOy se detiene per Evge- nia y Manuel que aparecen en elia ) Ant. |4^,ve/j/o«.) jAiil 34 ESCENA III. PICUOBf EUGENIA y láANUEl^. Man. ¿A dónde tan de prisa, Antonio? Señor Don Ramiro. . . . (Saludándoles.) Ant. Vine á orejar nai trente bafí^idade Fndor por el cansancio, y vuelvo nuevamente al bai- le, para aturdirm^ en bu bnllicio y en bus armonías. Si uetedes gustan .... Man. |6raciafel Eugenia euia un peco fati^da, y mientras. , . . Ant. Entonces, ustedes dispen.«arán que no loa acompañe; pero en Q^inbio D. Ramiro ha* rá mis veces. Ram. Con mucho gusto. Ant. (A Eugenia,) A los piéd de usted, {A ManueL) Adi^s! ESCENA IV. Jíicqos menos antonjo. Man, Vamos, Eugenia, tonoe usted asiento, y permítame qu^ la presente á D. Ramiro, uno de Ips admiradores de David, y que ha- ce itn momento me indicaba el deseo de co« ^' oocerla. Ram. "iSefiors! £ug. iCáfoalierol . Ram. U^ted me perdonará sí cfee un atrevimieB- 35 to la ¡DdioaoiÓD qoe hice á Manoel de que en la primera oportoDÍdad me pres^entara con la esposa ue udo de oaestros más céle- bres artistas; pero yo scy a^i: cuando me eocu^ntro con una nctabiUdad, idertifi^o con ella todo lo que se la rcflaciona, y me Bgra<^a conocerlo^ Mao. Y, má^i, cuando se trata de la CQmpofíera de trabajos y de e^tudioo, como en este ca« so, ¿Qo es verdad? Ram. Seguramente, basta con que á suf ojos se halla desarrollado y tomado vuelo el geoio artístico de nuestro amigo, {ara que sobre su frente irradie a^go de la.gjoria que á él le corresponde. Hug, iSe&ore»>!. . , . (jClué fitnacioi^ tan ei^pan- tosa!) Ram. Por lo demáo, Manuel^ contenga usted con- migo en que si la earr^ra del artiata es un calvrtfio, el calvario de David ha de h.^hHT sido muy dulce teniend'» á su lado uoa en- posa corpo Eugenia. Man. Sin duda ^Igun»; un artista de corazón co- mo David, necesitaba una joven virtuosa como Engenta. Eug. ({Dios miul) Man. Vo lo digo por mi partf ; en .el casó de to^ mar eftado, elegiría á cualquitíra meuos á «fi'i icüjer iodigi.a. Ram. {Con int. neón) ¿Q,ae Iti í'«ieie i D^ted^ Ei ¿;(H.iaí Eug. A n í . . y • 36 MaD« Eogeoia dice lo misaio que yo; y aunque 8tt esposo sea tan cofiador que defienda la rehabilitación y quién sabe cuántas otras utopías, yo me felicito de que ella se halla interpuesto en su oaminO| porque, así, le ha evitado una calaverada qne le habría costa* do muchíBis lágrimas. (Sis levanta con naturatidad d recorrer I09 cuadros del salón.) Eng. (|Ei no sabe. . . J |Q.ué suplicio! Man. Yo quisiera que se hallara «qui para pre«- guntarle si insiste todavía en sus opinionep; le pondría un paralelo para que juagara, 4 ver si entonces me decía lo mismo. (Durante lá diatracción de Manuel con un álbum que halla sobre una de las consolas^ Eugenia y D, Tiamiro sostienen apresa- radamentéel siguiente^ aparte) Ram. ¿Q.ué respondes á eso, Margarita? Bog« ¿Q'Uién le dá á usted derecho para insuU tarme, caballero? Bam. Nada de escenas teatrales, que pondrían tu situación en peor estado. Eug. Pero, en fld. ¿Qué es lo que usted qnieref Ram. Casi nada: hablarte á solas un momento so- bre ciertas materias que tenemos atrasadfiks. Bug. ilmposiblel Ram. |Oómo imposible? Eng. Yo no pudo ni debo acceder á un capricho semejante. Rom^ Te advierto que ai no lo haces por bien, lo ^ari0 por í\xe$M^. :*7 * . £ng: Sería difícil que usted lo coDBÍgaier&. Ram. Yo pienso que es muy fáciK Eug. Manuel es amigo de mi esposo. • • .7. • . « Ram. Manuel ignora la verdad, y tñ no serás tan necia que quieras descubrírsela» Eug. {Pero usted es un infamel Ram. Tul ▼« 2; más como esto se va haciendo de* masiado íargo, es preciso que termine* > Eug. {Por coiñpasiónl Ram. éNof Eug. Pues bien, no! Ram. |Perfectamente^ ¡Td quieres que Manuel, que te te como una mujer digna y honra- da, y que te llama Eogenia, te aplique lo que acaba de decir, y que reconozca á Mar- garita, que fué en un tiempo. mi sobrina! Muy bien'^ ahora verás como eso se arregla conforme á tu de«eo» {Yendo hacia Manuel) Éug. (Dttehiéndole.) ¡Piedad! ¡Por última vez, piedad! Ram. iVamos! Inventa oaa^qoíer pretexto para alejarle^ y acabemos. Eug. ¡Pero^ por Diosl Ram. Le suplicas que vaya á bucear á David, por ejemplo, y entretanto. ..... Hog; Manuel. (A éste.) Man^ Eugenia. Eug. Voy á tomarme la libertad de inferirle una molestia. 38 Man. Me.dará usted un pitcer m en algo puedo servirla. Eug. DeB68TÍa qne ^e toniAra Ufted el trahajo de lm.«car á Dnvid y decirle q^ie le empero aquí. Man. Será UBttd complacida en el instaote. Ecíg. Eotonces. ..... MaD* Con el permiso de usted, vuelfo. (Vdse) ESCIENA V. EUGENIA, D. BAMIBO. Eug |Y bif n, caballero, cónolMy.»moí'! Ram. Mac^arits, la casualidAd ha ht-cho que noa veamos al cabo de cinco años, y es fueiz^ aprovecharla paia })oner Ihr copas en su ver- di dero punto do vU\b^ Td creerás tal vez que al n^cogerte libiáodote de la miseria y del infortunio, no rae iropnisfiba otro een- timieoto que comprar de es^ maneta tus caricias; tu creerás que un viejo respecto de una joven no puede abríg^ir otra cosa * que un capricho, y, sin embargo, Margari- ta, »\ tu no lo adivinaste, la verdad era que yo, inconstante pnr natujalpz^, había sen- tido despertar en íq\ interior algo que tu presencia y tus miradas hicieron conmover y estremecerse. A fueiza de cariño, pensé hacerte olvidar mis afiof>; confiaba do qne tecidiias compadón del pobre viejo, y que 39 acabañas por amarle. . . .y me ^onrefa á solas, aoat ¡ciando en mi alma e^á ilasíÓR. Yo confieso que mi edad y les circnnstan- cias eo que me coDOcisie dtbieron obligar* me á desecharla; peio hay casos en que el hombte se empeña en una idea, y se eo- cuentr» capaz basta de escalar el cielo. Mi alma scñabí en que llegfiria á destruir la barrera ioterpueéta entre nosotros, y mien- tras, un extraño i^enía y me lo arrebataba todo, disolutamente todo. Tu medirás que un hambre puede comprarlo todo en una mnjpr raenoíi el alma; tú me dirás que el oro no te con^tituia en la obligación da amarme; que yo no tengo dereclio |5ara qne* jnrme contigo, ni para pedirte cuentas; más todavía, me dirás que en vez de ona deuda de gratitud, abrigabas hacia mí todo el aborrecimi<-nto de una mujer al que la ba^ perdido: norabue'f'R, Margarita, pero el ver- dadeu) amor es exigente, y si tu no me has perdonado tu depgracia, de la que yo te ha- bría salvado, amándome,* yo tampoco he po- dido ni } nedo perdonarte que de tin golpe mataras todos mis. delirios y mis esperan- zas. HáCe UD iLstánte me decías que era un infame; pues bien, fí, seré un infame, pero no 6s á mí á quien debes culpar de que lo Sea, sino á la fatalidad que ha he- cho neCer en mí esta pasión terrible y egois- ta. Por lo demás, ¿crees tú que pueda yo resignarme á que un hombre me arrebate 40 . . lo qae yo había divinizado, lo qoe yo ik^hía eoloeado en no altar para- adorarlo? No^ Margarita ncf Yo te he amado, te adoro todavía, y es oecesarío qae tñ me emea. Eog. ¡Imposible! Kam. ¿Y por qné ha de ser imposiblet £og. Porque mi alma es de DaTid, y mis^ebe- re8.... Ram. ¿Tas deberes?^ r , .¡Nof No son m ta amor ni tus deberes los que te retienen al lado de tu esposo; porque si tú le amaras, por él mismo, sin que tu propio interés tomar» parte, comprenderías les sufrimientos que . le torturarán mañana, cuando la sociedad te vea á so lado^ no con la frente altiva y orgullosa de la m^jer (in mam ha, sino con la frente humillada de la mujer que ha co- metido una taita; comprendeiías que él se ruborizara de tu vergüenza cuando el vela de tn pasado llegue á descorrerse, y que * acabará por maldecirte al ver encadenado su porvenir al poste de su deshonra. Tú quieres permanecer á su lado, no porque la obligación te lo prescriba, sino porque en la fiebre del carifio, te olvidas de nn deber . que exige que te apartes, que te alejes para dejarle libre y respetado. Eug. {Estallando ) ¡Dios míol Pero, ¿por qué me dice usted todo eso? ,Ram. Porque es preciso que veas la situación taf cual ella se presenta, porque es preciso que palpes 0se doble porvenir que se te aguar- 4Í flá: ^ el remcrdimiento y el hastío, titíeO' do con tu eppoB'^, ó el f«crificio y la 8&tf8- fncciÓD, bniepoDÍendo á tcdo ^n feliciJad^ Por otra parte, b¡ iú no puedes vivir 6Íd f-U9 carictae, ¿creea que terga rara tí caiicfasel -hombre que maf^ana te mire constituida en tfu verdugo ? ¡No, Ma^^aritbf {Aun es tiem" po dajalvar fi David y á tu eooclenciti! ITon f eparación puede hacernos dichoaos á loa tres. ...al que amas* . . .al que te ama, y á tí misma ' Eug. ¡Está bieu . . . .yo. . . . Ram. ¿Acceden? ¿Te 'tesuelvesf ¡Ab! iGraciss, {gracias! Eug. Ño, eso^ nuncaí Ram. ¿Ciué es lo qne dicesf R^cháais mi carifto y mis promesas? Eug. Sí. Ram. ¿Las rechazas? Eug. Las rechazo. Ram. Es decir que. ..«. . Eug. Hada puede haber de común entre not- otros. Ram. Por 6!tima veZ, piénsalo* Eug. . Ya lo he pensado. Ram. Más tarde tal vez uo haya remedio, miert- tras que ahoia una sola palabra tuya puede evitar mayores resultados. Eug. He dicho ya qne no; Ram. Enhorabuena: me retiro. « . .ya no volveré ^ molestarte oi con túi presencia. |Hasta luego, Eng^nial (Hasta lapgo, Margarita! 42 ESCENA Vi. EUGENIA ¡MÍ8«>Tab*eI jCómo pudo p^nBar qne yo coDPPDtiiíal Ahí Si ►ó!o el reco»darlo me da mied ! ... (Pavsa ) ¡Qué suplicio! |Da* ^idl, . . .Uiís (*eber al. . . . oii paeadol. , . . No, JO no tengo «lerecho á eppí^rar que la quietud y la calron vueWhn f tra vez á son- reírme. Aotep, y» do *ufría ináa que f n tnia hora 8 de recctjpentrHCÍón, cuando po- niéndome frente de mí míama, encontraba **n vez del sembb nte de la niña, un sem- blante que BU** ha xh bflJ4r los ojos de ver- í^ü^i Z-; I pro Pegaba David, y con Pua hfl- Íag08 me h'ieía olvidarlo tcd< ! ¡Sus cari- cias!. . . . ] Ay! ]Ya esta tarde bus labios han pron^inciado el nombre de Margaritx!. . . . Y . . . . mafiaoa. . . I Dios santo! yo no quie- ro que él me acuse de su def gracia . . . Su* frité yo sola; pero no manchaié su nombre con et mír; no le pagaré con un infierno el paraíso que me ha dado. Serian una vile- za y una suprema ingratitud, j Antes la muerte! ESCENA va ErOENlA, MAHÍA y ANTOÍIIO. Ant (fín la puerta) Manual dtcía bien, aquí estí Eugenia. 4.-] Mar. Ed efecto, Antonio. Gta<^ÍH#{ Ant. (¿Qté habTÁ eocfdido con D^d fíatiiin ?) Mar. Q.UB do 8< a yo cauca de (\ue uett-d d« H>, Mfhrífcl Yo soy la mancha que se ex- tiende, el pantano que lo infecta todo y qn^ )«> mata todo.,. , .sry la bija del infjrtui^0i que no puede dar más que infortunio. , , .' la pbbre criatuta qut no tiene derecho ni 44 lil amor, pi á la amidta)) dí á)a cotupafiléo^ qoe Dü Ueoe derecho más qne á la bnrla f al escarnio. ., .!• jVete, María, vetel.. .. Eo este momento eatamos nolas, pero si al gano te viera aqof conmigo, te compr^^nde- ría en sns desprecios y sns risas por habef tenido lástima de mi dolor y de mi llan- to. . . .|1)éJ4iiitl. . . .ana mujer como yo de- be ^star ab^ndur a *a, p^osciita de la socie- dad, en medio de ella, ¿in amparo, sio le- • fugio. .. «cnardo más con el consuelo de sus lágrimaKl En otro tiempo podia yo pre^ sentarte mi frente para qae la besaras; pe^ ro, ahoia, tergo miedo de qne hasta tá, mi- hermana, me d^sf precies al leer en ella este nombre maldito qi<^ U cubre. ]|Ayerll (Alta la cabeta cubiendose luego la cara con las manos ) Mar. lEujj^eDÍal £ag. jSí, basta tú, María lo único que me que» da ya sobre la tierral Mar. ¡Y Davidl. . . . ¿Por qné le olvidast Ettg. Ah! es cierto . . . Jú no sabes lo que e¿ta tarde ha sacedido. Mar. ¿(dué ha sacedidu? ACiba« Eog. David...... Mar. |Ooncluyel Eug. i Ha olvidado el nombre de m esposa para llamarla Margarital Mar. ¡Margarita! Kog. Sí, y después cuando comprendió todo el •mal que me había hecho, en un arrebatóle 45 pación, cajió mis sieneg entr^ sus manos coovaúas para bddarme, y cnando yo espé* raba sobre mis cabeUos el cootaoto de sas labios, le vi retroceder como ' horrarizado, deeistiendo de sn id^a. jAh! María Tii ni siqaiera puedas figararte lo horrible qae es UD desprecio qoe viene del qae se ama; tú dí siqaieía puedas figurarte cuánto 8«» en- cierra en eso de desgarrador y terrible* (Llora,) BfldF. |Vamo8) amiga mía! Cálmate, co llores ni te desespeiec); si sofres mucho, mi corazón, al menos, jamás te negará ni el cariño que te debe, ni una palabra de conduelo en tea pesares. £og. (Gracias, con el alma gracias!! Mar. QuizS no esté muy lejano el término ni el remedio...» ílng. Si, en la tumbal ESCENA rX. DICHAS, DAVID, MANUEL, ANTONIO, y después UN CRIADO. Man. |B^hI querido David, fuerza es que te oon- venzack No debes tomar á pechos un asun» to que en nada te concierne. P^vid {S!ombr{o) ¿Q,aé en nada m3 concierne? Mar. ¿tlué sucede, Antofcio? ^Uj. iManuel^ de qué se trata? (Con interés.) Ant. Caal(yi¡erii coi a, eeftortas; h} oído David^ eD OD. grupo, marmurar de una joven f|iió se halla en e^'te b^le^ y I a ^hü Jo a su de- feoM. Mar. ¿Y qué dfrhr ? ' Ei>fír« 8í, y cómo se I lama? Ant« Yo DO oí BU DO ubre, »t «e que lo dijeron- Nosotros (Señalando á Manuel) lI»gamofi cuando refíriéudosa 4 8U<» antecedentes, opi- naban que su esposa h<^ci% muy mal en traerla a tertnliai como ésta, de personas • honradas y de educación. Man. E^in ha sido todo; pero este DAvid, con su geoio quijotesco b a querido probarles que en alguoas circunstancias Ia.muJ9r es per» donable en sus debilidi^des y en sus extra- víos, y qne. , , . Criado {Kntrando ) Mt han dicho que traiga esta carta. Ant. (Ha llegado k hora.) Criado Es del amo de la casa. David ¿A qniéo te dijo que la dieras? Criado {Señalando á Eugenia ) ¿La señora s j lUma Margarita? David {Reprimiéndose.) La f)e&ora se llanas En- geoia. Criado Eso es, si, pues enlooces es {ara la sefi "- rs. {Se la da y se retíra}y>^ . Man. (Pues f^eflcv, no entiendo una palabra ) Eug. ¡Dios mÍ6! ' jdué contendrá esta carta? {La aire y la lee aparte,) *^Señ t. : tfu hombre y su repd'acióa corran 47 ya de boca en boca eoire los convidadoa; si usted quiere evitarse y evitar á su esposo una vergüenza, me atrevo á sap!icar>e que abanloDe mis salones, tal vez moy peligro- sos para usted.^* (Eugenia permanece . como petrificada, viendo á David qun le ftrrehata ta carta, sin que ella oponga resistencia David Te* corre el pají^el y se lanza sobre Eugenia^ ( eteniéndose en el momento casi de to- carla.) David Tul no!. . . .yo. . . .la fütalidndl (Stile precipitadamé te entre hs demás que le abrtn paso. Telan rápido ) Vm DEL ACTO SEGUNDO. 4«. AOTO TERCERO. (Decoracióu del acto primero,) ESCENA I. MANUBL, un CRIAD). Mad. ¿Es decir que no ha volito todavía? Cria. No, 8t ftor, qo bu vuelco. Vino ood la eefic- . FH, y salió iomediatamente, llevando aa ca- ja de pistolas. Mao. ¿Su*4;&JA de pistolab? ¿Y Eas^enia? Cria. EM;á eo su babitacioo. 8i uated quiere qua la llame Man. No^ bo, déjala. (Ni podiía yo verla írer te á freote! ¡Sin ioteocióo oae be convertido en un verdag> 1 ¡Pero cócbo babía de sospe- cbaime!. . • . Y David. . . .Cuánto le habri torturado lo que esta tarde le dije en el en- tusiasmo de la diécusión. |Si yo lo hubiera sabidol Hasta cierto punto yo tuve la cul- pa de todo esto. jQué diablo! Por lo pron- to lo que debo bacer ea evitarle otra dea- gricia, ya que esta es imposible remediar- Ja.) {Al criado ) Si viene tu amo, le dirás que rae espere, eb! que le neceaito* 49 • . C'ia. Eitá may bien, yo le avisaré. Man. A présarémoDoa aotas qae aaa iar Jé. {Váse) ESCENA II. EL CBÚDO y EUGENIA. Eng. ¿Ctaién hablaba aqoi coDÜgc? Cria. El Señor Romea. Eog. 4VÍP0 á boBcar á David? Cria. Sí, aefi ji ; le d>J8 que no estaba en oaaa* Eog. Baeoo, paedea retirarte. ( Váae el criado.) ESCENA III. ETjaBNiA aola^ ^ iQné día tan horrible! }A1 fio ee han reali- zado todos mis preseetimientosl Era fuer- za qae sucediera de este modo; era fuerza que 60 la caadpaoa del destino sonara la jbora de la expiación y del castigo. Ya 08- |;a noche se ha. forjado el primer eslabón |de la cadena que debe soletarme á loa do« lores. (Pausa.) ¡Pobre David' {Ouáoto ha- brá sufrido á causf^ de «a jiofeliz esposa! I Ahí todo el cariftu que uoa mujer puede encerrar dentro de su alma no aeríá .sufi- ciente para curar la heriAa,. par^i cerrar la llaga que ha abierto eo sa iXH»ifio el pu&al 50 de mi p^adol Ya minea debi ooDseotir eo «>8te enlace^ qae á él ootno á mí nos conde- na á an martirio eiempre palpitante y si ero* pr^ aegfo. (Ls aooiedad es may severa! |Juzg*i y sentencia nn ninguna compasión para el calpablel (Y si se con Formara nada más con eso, , . . Pero en sos fallos inda- ye hasta al inocente, al que co ba tenido otra filta que dieeniir de su opinión y des- preciarla. Porque David, ¿qué culpa tiene David de mi desgracia? ¡Y yo no iengo ni á quien acusar!. . . .imi midre!. . . .no, uof Mi santa y buena madre ni tiqoiefa-se fi- guraría en el instante de abandonar la tie- rra, que en ese mismo instante su ^pobre Eugenia se vendía para comprarle otras cuantas boras de e:(i8tencial ¡No, yo no ten- go derecho ni á su gratitud; «oaodo m&s á 3\x perdón. « . .6 que no me maldiga desde . eloieIo« , , , •• ESCENA IV. EU«B9IA, AHTONlO. Ant. (Oólocaiífh^ su Bomlnero en la silla próxi' ' maélapuwrta,) {M^gnífiool £t>tá sola; en- tremos. Buenas noohes, Eugenia, Stig. Anftonio, bueñas noches. |A qué debo ver '^'- ánsfted fiSfS^aa horas por mi oaaa? (Avio nio^sésh^tí^iiftiwvüación mniq de Eu- g9nící. 51 A Di Eu^eDia, después de lo que ba pasado en el laile de San Cosme, creí qae do era cod- veoiecte á mi dignidad, codqio verdadero amigo de u^ted y de sa esposo, permaoe- oer CD el salón un sólo instante. Mi carrua* je estaba á la puerta, y me resolví á. venir á acompañar Io0« • Erg* Gracias. Aot. Ubt^d me hará justicia en cteer que he sen tido coiño ninguno la desagradable ocn- > rrencia de que yo mismo fui testigo á mi pesar. £ug. Antonio. Ant. Porque, en fin, usted no merecía que la hu- bieran abochornado con un dei^aire tan gro- sero. Eog. |Ab! Ant. Peio usted no debía hfiber aceptado la in- vitación, considerando que. ^.. « . . Eug. (iBsto má^I) Ant. Ksas gentes sin educación y. • « . . . Eug, Caballero: podía usted haberme ahorrado ura visita cuyas intenciones se traslucen tan á las claras. Ant. ¿Por qué dice usted eso^ Eugeniaf Eug. Porque sus palabras, aparentemente de con- suelo, no son en el fondo sino un insulto cobarde y uiiserabtel Ant. Eugenia: permítaiue usted que le diga que me ha comprendido muy n^l, y que ignoro qué raines pueda usted tener pi^ra justifi- car lo que me ha dicho* 52 JEog. ¿Si? ¿Pieoza asted que desconosco el orí- gen de lo qne hoy ha sacedido? ¿Cree u^ ted qne yo do he' adivinada en qaé cabez s ha nacido el pensamiento de perderme, el pensamiento de despeitar y avivar la marmaraciÓD, para qne arrojara sobre mi frente lo asqueroso de sa insa-to? ¡Ab! Us- tedes los hombres de mando y de gr^n to- no sos asi. .. .infames y mezqoinosl, •• • Se figaran qne con el dinero pueJen alean* zarlo todo, y cuando se encaentrao cm ana - mnjer que s^be resistir á sus cipria his ori* minales, se vengan de ella, eomo asted, h% oienJo ana arma de sa debilidad y de sos faltas. Se llaman C'itólioos y filántropo», y entienden lá candad á en manera, perdien- do á una desgraciada que se muere de ham- bre, y siendo los prim'^ros en el cinismo para levantar la piedra y arrojársela. Ant, No sabía yo que tenía usted este otro mé- rito. Sabe usted disertar perfectamente. Eug. |Yo también ignoraba que á más de iirfa- me fuera usted cobardel Ant. PfjémoDos de insultos y acabemos, £1 ¡n cidente de ésta noche ha puesto la sitúa* ción de usted desesperante, su esposo la abandonará probablemente, no siendo posi* ble seguir viviendo anidos como hasta ah> ra, y usted, en el úitímof resaltado, se ha* liará sola y sin apoyo, reducida á la men« dieidad y á la miseria. Este porvenir se va tan olaro, que ni siquiera, se-puede poner ^u dada abiigando otra eeperaczaj lo D€€6* ►ario 68 evitailo en cnanto qu6p%< Si ofited quiere, mañana tendrá Ingar esa separa- ción, pero al naenos no le faltará con qaé vi vtr^ no digo en la comodidad» basta en la opnlencia. Ecg. . (Indignada.) {Cftballerol Att. Permítame asted coLoInir. £q otro tiem- po, caando le hnblera sido muy fácil hacer « feliz á un hombre que la amaba, aceptan- do sos promesas, m ted se moetrd iifieziblej^ inexorable; despreció sus rueges y sus lá- grimas, porque en el norisonte de la Trda^ divisaba uf>ted un mundo más risnefio, un poiyeriir más halagador y más querido. Pues bien, Eugenia; hoy que el amor da 6se hombre vive todavía, hoy que de rodi- llas viene á pedirle y á suplicarle nada máa que un poco de cariño; hoy. que David, eso porvenir soñada», se ha vuelto un imposible paia nstad, Eugenia, ¿no tendrá derecho BU pobre amante de há cinco ¿ ños para ofre- ceríd con su corazón y sus riquezas una ta- bla salvadora en su infortunio. ¿No tendrá derecho para decirla: huyamos en Europa nadie nos conoce, buscaremos un lugar ais* lado, oculto entre lañ flores, y allí^ unidos los dos por el cariño, obligaremos á la for« tuna á que vuelva á mostrarooi su sonrisft? Eug. |BastaI Attt. ¿Perro qué responde usted, Eugenia? • . 64 t Eog. Le perdono á aeted este qnevo ultraje, pe* ro puede evitar el continuarlo. Ant. Esquejo. Eug. De lo contrario me veré en la neof^sidad de llamar á mis criados para que lo arrojeo. Ant. ^Me amenaza usted ectonceh? Eng. Eñ eimpleiáente Tina adverteneb; . Ant. |Ah! Si; como la que recibió usted en la ter- tulia, |fio es verdad? Eug. iCaballero, salga netéd de aquí en el actol Ant. Una palabra nada más. Gi mafiana ovándc -usted Inya comprendido que en esta cara nada tiene qd^ esperar; que David será para usted un remordimiento y una acuiaeidñ constantes; si mañ'iDa, recordauíío loque, hoy le he prometido, <|utere usted arrojarse en los brezcs. • . • Eug. ¡Miserable! (Dirigiéndfíse á la campanil Ih) Ant. {Deteniéndola ) No ep preciso que usted Hr- me, me retiro. La amo á usted demasiado para desear que la clónica escandalosa de mafiana la tome por dos veces á su cuenta; Eug. Eq el instante salga UBted de aquí. Ant. Obedf zco . . . .está muy bien! (Tomando su sombrero ) Adiós, Margarita; y cuente coa una invitaciéu para mi próximo bailer * Eog; {Esto es ya demasiado. Dios mío! Aiit. ¡Vaja, vayttf Adioff {Váse.) ESCENA V. StJGBNIAj después MAETA» Eng. ]Vir^eD santa! ¿(daé he hecho yo para qne me atormente de esta manera mi destino? ¿Cloé heoho yo para no V6r en mí derredor más qne implacables verdati;08 que en sn craeldad hacen ana diversión de mis do- loreif IVTar. lEngenia! Eug. (Lé has visto? A ABt€>DÍ\[>. Mar.* Le vi pobir á su carruaje; jpor qii< me la pregnntfitl Eng. ¿Sabes á que vine? Mar. No, ni pndiera sospecharme. . . . Eug. A cebarse en su venganza y á ofrecerme «na limosna, á proponerme que abandona' ra á David fara marchar con él á' Europa. Mar. Pero ese hombre ea un icfame .... Ei)g, St, un infame que ha aprovechado la oca- sión de devolverme todo el odio qué le ten* go, y pagarme todo el aborrecimiento que me inspira. Mar. |Y tu esposo no ha vuelto todavía? Eug» No ha vaeito, se fué prohibiéndome qne le siguiera, 6 mandara seguirla, y yo me temo que le baya pasado nna defgracial Manuel vino á buscarle, y en este momento tal vea sea el ünFco que le acompañe. Su amigo 5Ó iotimo. . . .el primero qu^ me h^ aCafla^Io de mi falta, ignoraodo todo el mi llorar, y mia ojoa no han t<)nido ni una lágumaí..... la mueite. « . .me parece como e) último refugio que tt)e concede el cielo. Mar. Eugenia: no me hables de ese modo, ai no quieres que llore yo tambiéo oont¡s;o. ' Es verdad que tus quejas son muy justas, y qjie no tienes más seno que el mío» para depositarlas; pero 00 debes desesperarte^ ni pencar en eéas cosas. Tú no me harás el agravio de creerme indiferente a tus pesa'» res, soy tu hermana, y tengo derecho á compartirlos y á sufrir con ellos« Wg. ¡Perddnamel pero tú lo has dicho, no teng> máa amigíi que tú para decirle mis quejas y llorar con ella, tú, mi buena -María, que me hablaa de tu coiñtióñ J de tu carifio, en ^ ^ mei acarieiado taDtaf) vécenii^te deberá á lo menos el aacrificío de ta vid^ por so li- bertad y por 80 dicha! Te lo ordena tn va* Badi!. . . .mi pateado...» Sí, acaVmof-l (75) ína un pligo de papé* y estribe ) Ahora fí. . (Cierra la carta, extrae el retrato y lo be ^ sa repetí las veces ) jAdióhl ,Adí6tí ]Amad » de mis ensoeñoí»! (Toca ta cantpanilhi y aparece un criado,) ESCENA Vil. EUGENIA T UN CRIADO. C/ria. ^Llamaba ueted, señorita! Eog. Sí, acércate. David ha de volver dentro da poco, DO le-dijgas que he salido. Caando te líame le entregas esta cartas' Oria. E^tá muy «bieD. Así lo haré. Eng. No ftgregiiea ni onff sola-palabra máF^ Si Mftria, la joireD qoe est€ en mi habitecióp, ^ ' sale y te pregnnta á dónde ha ido, 'e di- , rís que no me has vibto, que no sabes, (efi* 69 tiei.Hi»!.? qne do lo 8abeí>4 Tcira. . (Le ifú mi MaíUo.) CiH. GraciB", señorita. Eug No olvides nada de Ip quA aoabo de de-* cirte. Oiia. Pierda nsted cnidado, no lo olvidaié. {Vase el criado y vuelve al mutis de fíu* eenia. Ka$a toma su abrigo, que eatorá s.bre una silla, se arrebuja *én él y sale apresuradamente •''in voHear la cara Aí llegar ú la puerta del fondo, ^e detiene como vacilando^ y resolviéndose al cabg dice:) Eng. j Adiós! | Adiós! (Vase,) ESCENA Vííl. EL CKIADO, SolOé Paes seftor, yo do sé qué cosas suceden es' tA noche en ea^at el porrón abierto basta las tres de la mafiana; visitas y carruBJesJ el amo entra por un lado y la sefiora satf por otrcl. . • . Aqoi debe h%ber algo grave necesariainente. ¡Nada! Yo voy á «rgairla y á acompañarla, aaoqoe sea de lejos, si» quiera para que no yaya 6 pasarle una des- gracia. Pero ¿y la carta? Cuando ella rae hísso tantas reoomendaotones, debe ser de mncba importancia que la entregue. {Su^* na dentrio un tampanillazo ) Apropdsit^^ 4)areoe que el amo llega, Te&taoiones ín^ 66 . . entán dando de def^írselo todo, )r de« . . « pero no, más Vdle hacer lo qae se me ha . ordenado. (Se- col oca tras de lapverta para gue no lo vean. David y ManutL que llegan, Después de un momento se va.J ESCENA IX. DAVID y MANtJBt Mar, Gracias á Dios que hemos II g do. Eotra y descansa para qae te acuestes én segii- da á ver si el sueño y la reflexión consigucD de tí lo que yo me he empeñado vanameo* te en alcanzar. Ddvid Es por demás que infistas; lo he pensado mucho, y mi resolución es invariable. íVIa* ñaña, 6 yo, ó ef>e hombre, quedaremos en el campo. Si él h^* querido tener el gusto de iü^ultftrme en plena sociedad, insuítaQ'' lio á mi esposa, yo se lo amargaré matan- •^ dolé, ftí,'maWndo!e! Ma^. ¿Y qoién te ha a egarado que D. Ramiro fué el que. •• .? David Ninguno otro puede haber sido más qne ese vi jo ridiculo y cobarde. ' Man. Suponiendo que él sea: (segáo tu maneía de ver te ha deshonrado? David Su Man. Y hablando raeoDablemí ute, ¿qué prove-* che erees tuque té resulté de ese duékt 61 David Ya te Jo he dicho: vesgarme. Mao. £eo si ^ú quedas veooedor en la . partida, pero 81, por el cootrario, á elle favorece la casualidad? David No seié la befa y el baldÓD de todo|, j ade- más htbré hecho cuanto pudiera exigirme mi cotcí noia da hombre hoorado. Man, No, tu] en vez de lavar esa de»boDra, lo úoicü que alcanzarás pera prestarle mayo- res proporciones y darle mas.pnbiicidHd; ta conciencia no puede ordenarte eso. David ¿liis decir que yo debo sufrir con los brazos cruzados este ultraje? O me aconsejarás que lleve e^te neg( cioá los tribicales. ... ?no es así, Mnouel? {Impaciente ) jVamos } David Para que mañoca todos me sefíaleú con el dedo, como un hombre sin dignidad y sin honoi! Para que mañana mi satisfacción sea imposíbin, porque para la murmura* ción y la calumnia uo hay espada. Han. Todo esto se habí ia evitado, sien ves de dejarte arrastrar por tus ideas, hubieras ' reflexionado un poco* en las terribles cense* cuencias á que habían de conducirte. David iManuell « Man, Una amistad de veintián afios, que tú no puedes poner en duda, me da derecho para decirte esto* Si^ David: si tu hubieras me ditado entonces seriamente; si ta hubieras sofocado el amor de Eugenia en sus prin- cipiofs; si 00 hubieras unido ta nombre con «I suyo, en este instante no estaría destruí- 62 do el edificio de gloria en qne hta tr baj i* do tanto tiempo, ni vetias mueito en tu tikl- ma basta el caúfío de esa mÍMna mnJHr per quien bicibte el Bacrifício de tu porvenir, olvidándote de ai bombre como tú, un ar* tifita, pertenece á la scciedad antes de to- do. . . .á ede terrible juez, que. yi lo has visto, no perdjoa. Eoh irrtbuena h s prin- cipios ñlantrópicos, los priücipios de cari-' dad y de perdón, ()bro eso se deja para Cristo. Un soñador nn obrero de U glo- ria, que tiene necesidad del mnndo paia realizar sus ensm ñ s, deb) apartar á un la- do e^as ideas, que en el siglo diez y nueve no son más que utopías. La Datar»Iez'i de la sociedad es esa: lotransiü^ible y exigente. Es una Uag^ que no admita «^n su dene- dor á los leprosos: es un mendigo que no consiente á eu de? redor á los ara pos. ... no le bagas ver sus fo'*maá, y estará contenta. Permite qu<9 lo seas todo, mdnos miseria. Es preciso que te conformes por baber cum- plido tus oaprichóar • David ¿Y Eugenia? Man. La abandonas, asegurando su porvenir para que mañana no teog^ que pedir una li- mosna. . ^ Dayid No, yo no puedo ni debo cometer con ella semejante crimen, mí corazón se resiste á una infamia semejante. Man. Entontas dejala á tu tado,* eso es lo nis sencilla* ... Si tf| quieree ver repetidos j53 día pnr di*», h^TB, por hora y minato por mÍDuto, til iLñcjruo y el Boorojo de esta no- che, déjala á ta l&do y resoéivete á. . . i . • David María llega: aileBcío. ESCENA X. DICHOS, MARÍ A^ luegO un CRIADO. Mar. ¿Y Eugenia? Ddvid ¿Cómo? Phcs qné, ¿no eetá en en habita* ciÓD * Mar. Ah\ he estada yo esperándola. . . .me obli- gó á retirarme con la promeea de q»e pron- to iría á descansar conmigo, pero. . . . David ¿Sott^nctjt-? Mar. Yo me sospecho que, 9n la inquietud de ver a usted» baya salido acompañada de a'gán criado para buscarle. Man. Pronto nos convenceremos de lo cierto. Toca la ca^npanilla» Mar« (Yo oo sé qua presentimfpqto horrible me acomete.) Cria. Señor,.... , David ¿Has visto tú salir á Eugenia? Cria. Sí, señor, salió como á las ties de la maña- na. Me encargó que le diera á usted esta carta. fSe la da y vase ) David jUnacarth! ¡Su etral (Rasga violentamente el sobre y lee con unarcaia agitación,) ^ *,^David: perdóname ai no te doy el beso de 61 e«ta despedida etern 1 Creíate ser fo^z coa el amo** de nriA mujer maichada; fe ^d^h« ftasUl ¡ \dióf! para eiem(r« !. . . . Ei mnf - do y tu felicidad ex'geo que te dej^.libr •. Yo DO debo arrastrarte tn mi deflsrraci», bao^éodote víctima y Holidario de mi Ayer! DioM tendrá miseiicordia de mí, ya qoe loa hombrei me la niegan. íDavíH! ¡perdónl' olvida á ta infeliz E^^enia, y adiós, adióír!'^ ( Declamando. ) ¡Pero e8t> ea impof^iblel ( Vuelve á leer,) i Adiós para siempr*-! , , . , lOlvida á tu infeliz Eugenia . .,.>".... (Declamando.) No, no, Eugenia. . . .espé- rame, perdóonme ...y 4 voy, ya vojl Vo ie adoro á penar de tu pasado! (Se encamina vacilante hacia la puerta co- mo para correr, y aCl hacerlo «e desploma,) Mar. (Acercándose ) jPobre mojei! Man. (Señalando á David.) Sí, y pobre mártiill TELÓN RÁPIDO. r A)